Muy pocas veces, incluso esta es la única que recuerdo, el Señor se refiere a lo que no es voluntad de nuestro Padre Celestial. Siempre habla en sentido positivo. Por eso, ha de ser tremendamente esperanzador para nosotros lo que en esta ocasión niega.
Quiere dejar muy clara la voluntad de Dios. Para quienes tenemos fe y también para los que no la tienen, aunque no sean conscientes de ello, la voluntad de Dios es la que rige el mundo. Esto quiere decir que no ocurre nada sin que Él lo permita.
Dicho de otro modo, todo ocurre conforme a un Plan Divino, trazado desde el comienzo de la existencia. Eso lo podemos apreciar en la perfección de la naturaleza, que sigue reglas precisas, que dependen fundamentalmente de su exactitud.
De la misma manera, no es voluntad de su Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños.
Si el Sol estuviera unos cientos de kilómetros más lejos, nos hubiéramos congelado y si estuvieran más cerca, nos hubiéramos achicharrado. El CO2 de la atmósfera tiene que ajustarse a cierta proporción, de otro modo el planeta se caliente, los polos se derriten y la Tierra se inunda.
Todo está milimétricamente calculado y programado. Solo ciñéndose a estas reglas precisas el Universo ha sido posible, al igual que la vida en este planeta. Y sin ella, nuestra existencia hubiera sido imposible. Dios lo hizo todo y lo puso a nuestros pies. ¡Qué maravilla!
Nos dotó de inteligencia, libertad y voluntad para que seamos los únicos con capacidad de transformarlo todo a voluntad, conforme a nuestro discernimiento y libre albedrío. Constatar que todo funciona perfectamente debió ser una de nuestras primeras observaciones.
De la misma manera, no es voluntad de su Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños.
Siendo inteligentes, luego de experimentar de modo práctico que todo funciona perfectamente, que todo tiene una razón de ser, lo lógico tendría que ser esforzarnos por desentrañar las leyes naturales para ajustarnos a ellas, reconociendo en estas la Voluntad de Dios.
Si Dios creo todo por una razón, tratar de descubrir cuál fue Su Voluntad para cumplirla, tendría que ser nuestro mejor anhelo. Puesto que siendo Él perfecto, tal como lo podemos apreciar en toda la Creación, todo lo hizo bien y con un fin.
Jesucristo nos revela que Dios es nuestro Padre y que nos ha creado para vivir eternamente con Él, alcanzando la plenitud. Que el Camino para alcanzar este fin -que es la Voluntad de Dios-, es que le amemos y nos amemos los unos a los otros como Él mismo nos ama.
De la misma manera, no es voluntad de su Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños.
Ya sabemos cuál es la Voluntad de Dios. Ahora, en este texto, para que no nos quepan dudas, Jesucristo nos revela que NO es voluntad de nuestro Padre Celestial que se PIERDA UNO SOLO DE ESTOS PEQUEÑOS. NINGUNO. ¿No es esta una excelente noticia?
No solo quiere salvarnos, sino que no quiere que ninguno se pierda. ¡Esa es la Voluntad de Dios! ¿Quién puede contra Dios? Siendo así, ¿no estamos 99.9999 por ciento salvados? ¿De qué o de quién depende aquella mínima posibilidad que nos perdamos? Depende de nosotros, de nuestra inteligencia, libertad y voluntad.
Dios no nos obliga. Él nos llama, nos invita, trata de persuadirnos e incluso –en prueba del más grande amor que pueda existir-, envía a Su propio Hijo para que nos dé ejemplo y Él llega hasta el extremo de morir en la cruz por nosotros, resucitando al tercer día.
De la misma manera, no es voluntad de su Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños.
Jesucristo pasó como hombre por ese terrible sufrimiento para enseñarnos hasta dónde nos ama y hasta dónde debemos ser capaces de amar. Luego resucito demostrando que Dios cumplirá con las promesas formuladas a todo aquel que cree en Él.
Entonces, no tengamos miedo a ningún castigo. Jesucristo no ha venido a castigarnos. Él ha venido a Salvarnos. A enseñarnos el Camino que lleva a la Vida Eterna, para la cual fuimos creados por nuestro Padre Celestial.
Él ha venido a Salvarnos, porque esa es la Voluntad de nuestro Padre Celestial. Él no quiere que NI UNO SOLO DE NOSOTROS se pierda. Nosotros, ¿seremos tan necios de rechazarlo? ¡Convirtámonos y amemos a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos y viviremos eternamente!
De la misma manera, no es voluntad de su Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños.
Oremos:
Padre Santo, danos fe para entregar nuestra vida al cumplimiento de los dos mandamientos en los que Jesucristo resume la ley y los profetas: amarte a Ti por sobre todo y al prójimo como a nosotros mismos…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén
Muy pocas veces, incluso esta es la única que recuerdo, el Señor se refiere a lo que no es voluntad de nuestro Padre Celestial. Siempre habla en sentido positivo. Por eso, ha de ser tremendamente esperanzador para nosotros lo que en esta ocasión niega.
Quiere dejar muy clara la voluntad de Dios. Para quienes tenemos fe y también para los que no la tienen, aunque no sean conscientes de ello, la voluntad de Dios es la que rige el mundo. Esto quiere decir que no ocurre nada sin que Él lo permita.
Dicho de otro modo, todo ocurre conforme a un Plan Divino, trazado desde el comienzo de la existencia. Eso lo podemos apreciar en la perfección de la naturaleza, que sigue reglas precisas, que dependen fundamentalmente de su exactitud.
De la misma manera, no es voluntad de su Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños.
Si el Sol estuviera unos cientos de kilómetros más lejos, nos hubiéramos congelado y si estuvieran más cerca, nos hubiéramos achicharrado. El CO2 de la atmósfera tiene que ajustarse a cierta proporción, de otro modo el planeta se caliente, los polos se derriten y la Tierra se inunda.
Todo está milimétricamente calculado y programado. Solo ciñéndose a estas reglas precisas el Universo ha sido posible, al igual que la vida en este planeta. Y sin ella, nuestra existencia hubiera sido imposible. Dios lo hizo todo y lo puso a nuestros pies. ¡Qué maravilla!
Nos dotó de inteligencia, libertad y voluntad para que seamos los únicos con capacidad de transformarlo todo a voluntad, conforme a nuestro discernimiento y libre albedrío. Constatar que todo funciona perfectamente debió ser una de nuestras primeras observaciones.
De la misma manera, no es voluntad de su Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños.
Siendo inteligentes, luego de experimentar de modo práctico que todo funciona perfectamente, que todo tiene una razón de ser, lo lógico tendría que ser esforzarnos por desentrañar las leyes naturales para ajustarnos a ellas, reconociendo en estas la Voluntad de Dios.
Si Dios creo todo por una razón, tratar de descubrir cuál fue Su Voluntad para cumplirla, tendría que ser nuestro mejor anhelo. Puesto que siendo Él perfecto, tal como lo podemos apreciar en toda la Creación, todo lo hizo bien y con un fin.
Jesucristo nos revela que Dios es nuestro Padre y que nos ha creado para vivir eternamente con Él, alcanzando la plenitud. Que el Camino para alcanzar este fin -que es la Voluntad de Dios-, es que le amemos y nos amemos los unos a los otros como Él mismo nos ama.
De la misma manera, no es voluntad de su Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños.
Ya sabemos cuál es la Voluntad de Dios. Ahora, en este texto, para que no nos quepan dudas, Jesucristo nos revela que NO es voluntad de nuestro Padre Celestial que se PIERDA UNO SOLO DE ESTOS PEQUEÑOS. NINGUNO. ¿No es esta una excelente noticia?
No solo quiere salvarnos, sino que no quiere que ninguno se pierda. ¡Esa es la Voluntad de Dios! ¿Quién puede contra Dios? Siendo así, ¿no estamos 99.9999 por ciento salvados? ¿De qué o de quién depende aquella mínima posibilidad que nos perdamos? Depende de nosotros, de nuestra inteligencia, libertad y voluntad.
Dios no nos obliga. Él nos llama, nos invita, trata de persuadirnos e incluso –en prueba del más grande amor que pueda existir-, envía a Su propio Hijo para que nos dé ejemplo y Él llega hasta el extremo de morir en la cruz por nosotros, resucitando al tercer día.
De la misma manera, no es voluntad de su Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños.
Jesucristo pasó como hombre por ese terrible sufrimiento para enseñarnos hasta dónde nos ama y hasta dónde debemos ser capaces de amar. Luego resucito demostrando que Dios cumplirá con las promesas formuladas a todo aquel que cree en Él.
Entonces, no tengamos miedo a ningún castigo. Jesucristo no ha venido a castigarnos. Él ha venido a Salvarnos. A enseñarnos el Camino que lleva a la Vida Eterna, para la cual fuimos creados por nuestro Padre Celestial.
Él ha venido a Salvarnos, porque esa es la Voluntad de nuestro Padre Celestial. Él no quiere que NI UNO SOLO DE NOSOTROS se pierda. Nosotros, ¿seremos tan necios de rechazarlo? ¡Convirtámonos y amemos a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos y viviremos eternamente!
De la misma manera, no es voluntad de su Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños.
Oremos:
Padre Santo, danos fe para entregar nuestra vida al cumplimiento de los dos mandamientos en los que Jesucristo resume la ley y los profetas: amarte a Ti por sobre todo y al prójimo como a nosotros mismos…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén
espero que te haya ayudado