El agua cumple un ciclo natural en la naturaleza. Ese ciclo natural es modificado por la transformación del entorno y los ecosistemas, principalmente por la actividad del hombre, como la urbanización, la industrialización y el crecimiento poblacional.
Un ejemplo es la creciente sobreexplotación y la contaminación del acuífero Patiño, sobre el cual están más de 2 millones de paraguayos, que se abastecen del mismo a través de las aguateras públicas y privadas.
El balance hidrológico nos indica que este recurso tiende a agotarse, porque se extrae más de su capacidad de recarga natural. Su ciclo está muy alterado, negativamente, comprometiendo la cantidad y calidad, limitando el acceso y su disponibilidad.
Esta condición no es exclusiva del acuífero Patiño; afecta a las aguas superficiales y otras subterráneas del país.
Lamentablemente, no se está midiendo este riesgo que puede dejar sin agua a gran parte del país, en menos de una década, considerando la descontrolada sobreexplotación y contaminación.
La gestión del riesgo es un concepto que permite identificar, evaluar y priorizar las fuentes potenciales de amenaza, las causas y sus consecuencias, enmarcadas en las condiciones culturales, sociales, ambientales, económicas e institucionales de las poblaciones.
Este concepto involucra el conocimiento de las características y la magnitud de los daños o pérdidas que pueden presentarse en cada uno de los elementos del ciclo del agua, y permiten facilitar los procesos de toma de decisiones con el propósito de minimizar los efectos en la salud humana y el ambiente.
El avance científico y tecnológico de las últimas décadas ha permitido el desarrollo de diferentes metodologías y herramientas de sistemas de información y comunicación para la evaluación y pronóstico del riesgo. Ha permitido también la adopción de medidas frente a los problemas de cantidad, calidad y la gestión de inundaciones y sequías.
Urge, entonces, empezar a pensar en cómo gestionar estos riesgos en el ciclo del agua en el país. Contribuir al proceso de divulgación y discusión de las diferentes estrategias para la evaluación y gestión del riesgo en el ciclo del agua debe ser una labor de las instituciones vinculadas al sector, como la Secretaría del Ambiente (Seam), el Ente Regulador de los Servicios Sanitarios (Erssan), el Ministerio de Obras Públicas, entre otras.
Hay que empezar a reunir a un grupo representativo de profesionales nacionales e internacionales relacionados con la gestión del riesgo, para intercambiar ideas, experiencias e innovaciones en este campo del conocimiento.
Se debe, en concreto, no perder tiempo ni esperar situaciones más críticas para empezar a trabajar en la prevención y mitigación de los impactos en los recursos hídricos, con el objetivo de lanzar alertas tempranas y garantizar la calidad del agua.
El agua cumple un ciclo natural en la naturaleza. Ese ciclo natural es modificado por la transformación del entorno y los ecosistemas, principalmente por la actividad del hombre, como la urbanización, la industrialización y el crecimiento poblacional.
Un ejemplo es la creciente sobreexplotación y la contaminación del acuífero Patiño, sobre el cual están más de 2 millones de paraguayos, que se abastecen del mismo a través de las aguateras públicas y privadas.
El balance hidrológico nos indica que este recurso tiende a agotarse, porque se extrae más de su capacidad de recarga natural. Su ciclo está muy alterado, negativamente, comprometiendo la cantidad y calidad, limitando el acceso y su disponibilidad.
Esta condición no es exclusiva del acuífero Patiño; afecta a las aguas superficiales y otras subterráneas del país.
Lamentablemente, no se está midiendo este riesgo que puede dejar sin agua a gran parte del país, en menos de una década, considerando la descontrolada sobreexplotación y contaminación.
La gestión del riesgo es un concepto que permite identificar, evaluar y priorizar las fuentes potenciales de amenaza, las causas y sus consecuencias, enmarcadas en las condiciones culturales, sociales, ambientales, económicas e institucionales de las poblaciones.
Este concepto involucra el conocimiento de las características y la magnitud de los daños o pérdidas que pueden presentarse en cada uno de los elementos del ciclo del agua, y permiten facilitar los procesos de toma de decisiones con el propósito de minimizar los efectos en la salud humana y el ambiente.
El avance científico y tecnológico de las últimas décadas ha permitido el desarrollo de diferentes metodologías y herramientas de sistemas de información y comunicación para la evaluación y pronóstico del riesgo. Ha permitido también la adopción de medidas frente a los problemas de cantidad, calidad y la gestión de inundaciones y sequías.
Urge, entonces, empezar a pensar en cómo gestionar estos riesgos en el ciclo del agua en el país.
Contribuir al proceso de divulgación y discusión de las diferentes estrategias para la evaluación y gestión del riesgo en el ciclo del agua debe ser una labor de las instituciones vinculadas al sector, como la Secretaría del Ambiente (Seam), el Ente Regulador de los Servicios Sanitarios (Erssan), el Ministerio de Obras Públicas, entre otras.
Hay que empezar a reunir a un grupo representativo de profesionales nacionales e internacionales relacionados con la gestión del riesgo, para intercambiar ideas, experiencias e innovaciones en este campo del conocimiento.
Se debe, en concreto, no perder tiempo ni esperar situaciones más críticas para empezar a trabajar en la prevención y mitigación de los impactos en los recursos hídricos, con el objetivo de lanzar alertas tempranas y garantizar la calidad del agua.