A la semana siguiente, Luisa, más enfadada todavía, porque ya no había agujeros en una página había agujeros, sino en muchas más. La profesora de ciencias sintió mucha curiosidad y le pidió permiso a Luisa para estar una tarde entera en la biblioteca y así observar si pasaba algo extraño y quizá poder resolver el misterio.
La profesora de ciencias se llamaba Julia y era muy observadora. Tanto que, dando una vuelta por la biblioteca y acercándose a todas las estanterías y mesas, ya se dio cuenta de lo que sucedía. Los niños no eran responsables de nada…las responsables eran… ¡las polillas!
Las polillas son unos insectos que estropean la madera como si se la comiesen y que de paso han podido dañar los libros. No solo estos tenían agujeros: las mesas, las patas de alguna silla y alguna estantería también, por eso Julia se dio cuenta.
Cuando Luisa lo supo pidió disculpas por sospechar de los alumnos y enseguida se encargó de solucionar lo que sucedía. ¡No se puede pensar mal sin razón! Cuando se supo todos los profesores respiraron tranquilos, ya se había descubierto el misterio del agujereador de libros
Respuesta:
A la semana siguiente, Luisa, más enfadada todavía, porque ya no había agujeros en una página había agujeros, sino en muchas más. La profesora de ciencias sintió mucha curiosidad y le pidió permiso a Luisa para estar una tarde entera en la biblioteca y así observar si pasaba algo extraño y quizá poder resolver el misterio.
La profesora de ciencias se llamaba Julia y era muy observadora. Tanto que, dando una vuelta por la biblioteca y acercándose a todas las estanterías y mesas, ya se dio cuenta de lo que sucedía. Los niños no eran responsables de nada…las responsables eran… ¡las polillas!
Las polillas son unos insectos que estropean la madera como si se la comiesen y que de paso han podido dañar los libros. No solo estos tenían agujeros: las mesas, las patas de alguna silla y alguna estantería también, por eso Julia se dio cuenta.
Cuando Luisa lo supo pidió disculpas por sospechar de los alumnos y enseguida se encargó de solucionar lo que sucedía. ¡No se puede pensar mal sin razón! Cuando se supo todos los profesores respiraron tranquilos, ya se había descubierto el misterio del agujereador de libros
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