Respuesta:
Antes de que saliera el sol, varios
zumbidos conocidos despertaron a Tuga, que
pensó: «¡Caramba, en esta parte de la selva
todos se levantan pronto!»
Grupos de abejas salían de la colmena en todas las direcciones. La nubécula de insectos que
pasó por su lado cantaba una canción:
Zum, zum, zum,
Somos las más rápidas,
somos las mejores
en encontrar flores
de ricos sabores.
Zum, zum, zum.
Era imposible distinguir a la abeja con la que
había hablado el día anterior, de las muchísimas
que salían volando en todas las direcciones.
Además, por lo que se veía, ya no quedaba
ninguna por allí. Tal vez eso de contar, ordenar
y hacer otras cosas tampoco había convencido a
las abejas.
Tuga echó a caminar hacia la charca, pero
en esto, oyó un ¡zum!
-¡Eh! ¿Adónde vas? -era la abeja de la noche
anterior, o lo parecía.
-A lavarme y a beber agua.
-Pues a ese paso, cuando llegues, la charca
va a estar seca.
-Muy simpática.
-¿Y de lo de anoche, qué? ¿Nos vas a enseñar a contar?
-No sé. Pensé que se les había olvidado.
-Ji, ji -rió con una voz burlona-. Las abejas
tenemos buena memoria y no olvidamos nunca.
Por cierto, ¿a que no sabes en qué se parecen
una tortuga y una piedra?
-Pues no.
-Pues en que las dos son duras, viejas y se
mueven poco. Ji, ji, ji...
Tuga no sabía qué era peor: si los chistes
malos o los zumbidos. Siguió caminando hacia
la charca, mientras la abeja iba y venía de un
lado a otro. Nuestra amiga se arrepintió de
haber parado en aquel sitio. Ahora tenía a una
insistente y molesta abeja pegada a su caparazón, que no se podía quitar de encima con sus
preguntas:
-¿Y qué es eso de contar?
-Y eso de contar, ¿qué es?
-Oye, ¿también eres lenta de oído?
La tortuga no respondía. Andaba un poco
enfadada y, además, no estaba segura de que ese
bicho pequeño pudiera entender eso de los
números. Pero la abeja insistió tanto que Tuga
accedió a contárselo.
-Ya, ya lo entiendo -dijo la abeja al rato-.
Así que puedo contar de uno en uno o de diez
en diez. Y cada grupo de diez se llama decena.
Parecía mentira lo rápido que pensaba ese
bicho zumbón. Al poco tiempo había entendido
que una decena de decenas era una CENTENA.
Pero la abeja siempre encontraba algo con lo
que no estar de acuerdo:
-Pero no sé por qué has hecho grupos de
diez, o decenas. Podías haber contado igual con
grupos de doce o de quince.
Tuga reconocía que la abeja tenía razón en
esta ocasión. Podía haber agrupado en DECENAS
o en QUINCENAS. Había elegido diez porque la
mayoría de los animales tiene cinco dedos en alguna pata y no se le había ocurrido pensar en las
abejas. Pero no dijo nada y continuó sus
explicaciones, que la abeja zumbona parecía
comprender rápido.
-Ya, ya lo entiendo -decía la abeja-. Así que
diez decenas son una CENTENA, O sea cien.
Pero, ¿cómo distingo un grupo de cien de otro
grupo de cien, de otro grupo de cien?
-Sencillo -decía Tuga-: Al primer grupo de
cien le llamas sólo CIEN. Luego, los otros
grupos se dicen así:
DOSCIENTOS
TRESCIENTOS
CUATROCIENTOS
QUINIENTOS
SEISCIENTOS
SETECIENTOS
OCHOCIENTOS
NOVECIENTOS
-No lo entiendo -protestó la zumbona-.
Debería ser cincocientos, sietecientos y nuevecientos.
-Pues no, he dicho que es así. Me gusta más y
suena mejor. Si empiezas a protestar, lo
dejamos. -Vale, vale. Vaya genio que tenemos,
¿eh? -¡Eso te digo yo!
A eso del mediodía, la abeja ya había entendido todo lo que quería saber. Podía contar
decenas, centenas y algunos MILLARES.
También era capaz de ordenar cantidades y de
hacer agrupaciones rápidas.
-O sea, que en seiscientos cuarenta y dos hay
seis centenas, cuatro decenas y dos unidades,
¿no?
-Exacto. Creo que por fin lo vas entendiendo.
-Y cuantos más millares o centenas tiene un
número, más grande es.
-Sí, señora. Muy requetebién.
-Bueno, pues me voy a contárselo a mis amigas. No corras mucho, que luego te cansas. Ji,
ji.
La abeja hizo ¡zumf
zum! Y desapareció de
la vista de Tuga. Ésta pensaba en lo difícil que
iba a ser contárselo todo a las cerca de mil
abejas que componían el avispero, perdón, la
colmena.
Pero Tuga sabía pocas cosas de las abejas.
Poco rato después, el aire se llenó de zumbidos. ¡Zum-zum-zuml\ decenas de abejas volaban
sobre su cabeza. Antes de que Tuga diera diez
pasos más, una nube de abejas revoloteaba
sobre la copa. Los zumbidos eran tan intensos
que no se oían ni los graznidos de los cuervos.
El grupo de abejas comenzó su reunión cantando:
Zum, zumr
zum. Las abejas
vamos a hacer nuestros
planes. Cuidado, animales,
con los picazones. Zum, zum,
" Life is not a problem to be solved but a reality to be experienced! "
© Copyright 2013 - 2024 KUDO.TIPS - All rights reserved.
Respuesta:
Antes de que saliera el sol, varios
zumbidos conocidos despertaron a Tuga, que
pensó: «¡Caramba, en esta parte de la selva
todos se levantan pronto!»
Grupos de abejas salían de la colmena en todas las direcciones. La nubécula de insectos que
pasó por su lado cantaba una canción:
Zum, zum, zum,
Somos las más rápidas,
somos las mejores
en encontrar flores
de ricos sabores.
Zum, zum, zum.
Era imposible distinguir a la abeja con la que
había hablado el día anterior, de las muchísimas
que salían volando en todas las direcciones.
Además, por lo que se veía, ya no quedaba
ninguna por allí. Tal vez eso de contar, ordenar
y hacer otras cosas tampoco había convencido a
las abejas.
Tuga echó a caminar hacia la charca, pero
en esto, oyó un ¡zum!
-¡Eh! ¿Adónde vas? -era la abeja de la noche
anterior, o lo parecía.
-A lavarme y a beber agua.
-Pues a ese paso, cuando llegues, la charca
va a estar seca.
-Muy simpática.
-¿Y de lo de anoche, qué? ¿Nos vas a enseñar a contar?
-No sé. Pensé que se les había olvidado.
-Ji, ji -rió con una voz burlona-. Las abejas
tenemos buena memoria y no olvidamos nunca.
Por cierto, ¿a que no sabes en qué se parecen
una tortuga y una piedra?
-Pues no.
-Pues en que las dos son duras, viejas y se
mueven poco. Ji, ji, ji...
Tuga no sabía qué era peor: si los chistes
malos o los zumbidos. Siguió caminando hacia
la charca, mientras la abeja iba y venía de un
lado a otro. Nuestra amiga se arrepintió de
haber parado en aquel sitio. Ahora tenía a una
insistente y molesta abeja pegada a su caparazón, que no se podía quitar de encima con sus
preguntas:
-¿Y qué es eso de contar?
-Y eso de contar, ¿qué es?
-Oye, ¿también eres lenta de oído?
La tortuga no respondía. Andaba un poco
enfadada y, además, no estaba segura de que ese
bicho pequeño pudiera entender eso de los
números. Pero la abeja insistió tanto que Tuga
accedió a contárselo.
-Ya, ya lo entiendo -dijo la abeja al rato-.
Así que puedo contar de uno en uno o de diez
en diez. Y cada grupo de diez se llama decena.
Parecía mentira lo rápido que pensaba ese
bicho zumbón. Al poco tiempo había entendido
que una decena de decenas era una CENTENA.
Pero la abeja siempre encontraba algo con lo
que no estar de acuerdo:
-Pero no sé por qué has hecho grupos de
diez, o decenas. Podías haber contado igual con
grupos de doce o de quince.
Tuga reconocía que la abeja tenía razón en
esta ocasión. Podía haber agrupado en DECENAS
o en QUINCENAS. Había elegido diez porque la
mayoría de los animales tiene cinco dedos en alguna pata y no se le había ocurrido pensar en las
abejas. Pero no dijo nada y continuó sus
explicaciones, que la abeja zumbona parecía
comprender rápido.
-Ya, ya lo entiendo -decía la abeja-. Así que
diez decenas son una CENTENA, O sea cien.
Pero, ¿cómo distingo un grupo de cien de otro
grupo de cien, de otro grupo de cien?
-Sencillo -decía Tuga-: Al primer grupo de
cien le llamas sólo CIEN. Luego, los otros
grupos se dicen así:
DOSCIENTOS
TRESCIENTOS
CUATROCIENTOS
QUINIENTOS
SEISCIENTOS
SETECIENTOS
OCHOCIENTOS
NOVECIENTOS
-No lo entiendo -protestó la zumbona-.
Debería ser cincocientos, sietecientos y nuevecientos.
-Pues no, he dicho que es así. Me gusta más y
suena mejor. Si empiezas a protestar, lo
dejamos. -Vale, vale. Vaya genio que tenemos,
¿eh? -¡Eso te digo yo!
A eso del mediodía, la abeja ya había entendido todo lo que quería saber. Podía contar
decenas, centenas y algunos MILLARES.
También era capaz de ordenar cantidades y de
hacer agrupaciones rápidas.
-O sea, que en seiscientos cuarenta y dos hay
seis centenas, cuatro decenas y dos unidades,
¿no?
-Exacto. Creo que por fin lo vas entendiendo.
-Y cuantos más millares o centenas tiene un
número, más grande es.
-Sí, señora. Muy requetebién.
-Bueno, pues me voy a contárselo a mis amigas. No corras mucho, que luego te cansas. Ji,
ji.
La abeja hizo ¡zumf
zum! Y desapareció de
la vista de Tuga. Ésta pensaba en lo difícil que
iba a ser contárselo todo a las cerca de mil
abejas que componían el avispero, perdón, la
colmena.
Pero Tuga sabía pocas cosas de las abejas.
Poco rato después, el aire se llenó de zumbidos. ¡Zum-zum-zuml\ decenas de abejas volaban
sobre su cabeza. Antes de que Tuga diera diez
pasos más, una nube de abejas revoloteaba
sobre la copa. Los zumbidos eran tan intensos
que no se oían ni los graznidos de los cuervos.
El grupo de abejas comenzó su reunión cantando:
Zum, zumr
zum. Las abejas
vamos a hacer nuestros
planes. Cuidado, animales,
con los picazones. Zum, zum,