Luego de haber elegido a Matías como el sucesor de Judas, vemos que los creyentes permanecían a la expectativa de la venida del Espíritu Santo. Supongo que en ese entonces ellos no tenían muy en claro qué era lo que iba a pasar y cómo iban a enterarse de que este había llegado, pero aun así permanecían confiando en la palabra de aquel que resucitó de entre los muertos.
Así, llegamos al día de Pentecostés, fiesta en la cual judíos de todo el imperio romano y otras regiones se trasladaban a Jerusalén. Siendo así, las calles de esta ciudad debían estar especialmente abarrotadas de gente. Mientras los judíos llevaban a cabo esta fiesta, encontramos al pequeño grupo de creyentes reunidos en una casa, buscando del Señor. Se supone que estaban en algún tipo de patio o terraza, donde la gente que pasaba podía verlos y escucharlos. Entonces un fuerte viento corrió en el lugar, y cada uno de nuestros hermanos comenzó a hablar en lenguas que no conocían. Los viajeros que pasaban por allí se sorprendían por escuchar a estos hombres hablando en los idiomas de sus regiones, y esto les causó curiosidad. Algunos estaban admirados; otros los veían como locos. Las reacciones eran múltiples. Es ahí cuando Pedro se puso en pie y estableció la primera predicación conocida de la iglesia desde la ascensión de Jesús. Él habló de múltiples profecías del Antiguo Testamento que se cumplían en Cristo; les hizo ver su pecado y su necesidad reconocer a Jesús como su salvador. A partir de allí, tres mil se convirtieron, y como debían regresar a sus hogares, el Evangelio se extendió a múltiples regiones en un abrir y cerrar de ojos.
Parte 2: El día a día de la iglesia primitiva
Luego de este inicio, y por medio de la llenura del Espíritu Santo, los creyentes perseveraban en comunión, apoyándose unos a otros tanto espiritual como materialmente, de manera que ninguno tuviera necesidades. La gente del pueblo se admiraba al ver las señales y la hermandad que había en este grupo. Ellos daban testimonio por medio del amor que había entre sus miembros, de que eran verdaderamente discípulos de Cristo. Así, al haber un ámbito de amor y obediencia al Señor, el Evangelio era predicado y nuevas personas iban siendo transformadas por la gracia de Dios.
Respuesta:
Luego de haber elegido a Matías como el sucesor de Judas, vemos que los creyentes permanecían a la expectativa de la venida del Espíritu Santo. Supongo que en ese entonces ellos no tenían muy en claro qué era lo que iba a pasar y cómo iban a enterarse de que este había llegado, pero aun así permanecían confiando en la palabra de aquel que resucitó de entre los muertos.
Así, llegamos al día de Pentecostés, fiesta en la cual judíos de todo el imperio romano y otras regiones se trasladaban a Jerusalén. Siendo así, las calles de esta ciudad debían estar especialmente abarrotadas de gente. Mientras los judíos llevaban a cabo esta fiesta, encontramos al pequeño grupo de creyentes reunidos en una casa, buscando del Señor. Se supone que estaban en algún tipo de patio o terraza, donde la gente que pasaba podía verlos y escucharlos. Entonces un fuerte viento corrió en el lugar, y cada uno de nuestros hermanos comenzó a hablar en lenguas que no conocían. Los viajeros que pasaban por allí se sorprendían por escuchar a estos hombres hablando en los idiomas de sus regiones, y esto les causó curiosidad. Algunos estaban admirados; otros los veían como locos. Las reacciones eran múltiples. Es ahí cuando Pedro se puso en pie y estableció la primera predicación conocida de la iglesia desde la ascensión de Jesús. Él habló de múltiples profecías del Antiguo Testamento que se cumplían en Cristo; les hizo ver su pecado y su necesidad reconocer a Jesús como su salvador. A partir de allí, tres mil se convirtieron, y como debían regresar a sus hogares, el Evangelio se extendió a múltiples regiones en un abrir y cerrar de ojos.
Parte 2: El día a día de la iglesia primitiva
Luego de este inicio, y por medio de la llenura del Espíritu Santo, los creyentes perseveraban en comunión, apoyándose unos a otros tanto espiritual como materialmente, de manera que ninguno tuviera necesidades. La gente del pueblo se admiraba al ver las señales y la hermandad que había en este grupo. Ellos daban testimonio por medio del amor que había entre sus miembros, de que eran verdaderamente discípulos de Cristo. Así, al haber un ámbito de amor y obediencia al Señor, el Evangelio era predicado y nuevas personas iban siendo transformadas por la gracia de Dios.