Nadie había querido jamás a Paty como su hermana Azul. La adoraba despierta con todos los sentidos e incluso tenía sueños rutinarios en los que se paseaba junto a su hermana gemela en un mundo donde no había más individuos que ellas dos: y eran felices, y se querían intensamente.
Pero a la luz del día las cosas eran diferentes. Azul tenía un carácter muy posesivo y cada vez que su hermana Paty intentaba hacer algo con lo que ella no estuviera de acuerdo, tenía que someterla a sus torturas; sentía que así debía ser para que su hermana comprendiera lo mucho que ella la amaba. El tiempo pasó y fue separando lentamente a las hermanas; aunque no en el corazón de Azul, que siguió amando a su hermana hasta el último minuto de su vida. De hecho, en el instante que sufrió aquel trágico accidente que le quitó la vida, su último pensamiento fue para Paty.
A Paty la entristeció muchísimo la muerte de su hermana; no obstante, estaba acostumbrada a seguir adelante, así que, como lo había hecho tantas veces, impidió que la tristeza la estancara y continuó viviendo. Y cuando consiguió recuperar la estabilidad en su vida; cuando dejó de llorar la pérdida y retomó sus actividades de siempre, algo pasó que la fundió en la más absoluta incertidumbre.
Una tarde mientras observaba a la gente que viajaba a su lado en el tren un recuerdo afloró intensamente de su interior. No fue el hecho de evocar un instante lo que llamó su atención -los medios de transporte eran un espacio ideal para viajar a otros momentos de su vida-, sino el darse cuenta de que ese recuerdo no le pertenecía. A partir de ese día comenzaron a asaltarla imágenes, momentos y emociones que jamás había experimentado. Y cuanto más recordaba más segura estaba de que esos instantes le pertenecían a Azul.
Desde entonces, su vida nunca volvió a ser la misma. Comenzó a vivir en el recuerdo de su hermana y pudo conocer en carne propia cuánto la había amado la pequeña Azul. Y también supo que ya era demasiado tarde para todo. La imposibilidad de sanar el pasado le pesó como no le había pesado la pérdida, y la acompañó para siempre.
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idk
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Espero que te sirva
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Nadie había querido jamás a Paty como su hermana Azul. La adoraba despierta con todos los sentidos e incluso tenía sueños rutinarios en los que se paseaba junto a su hermana gemela en un mundo donde no había más individuos que ellas dos: y eran felices, y se querían intensamente.
Pero a la luz del día las cosas eran diferentes. Azul tenía un carácter muy posesivo y cada vez que su hermana Paty intentaba hacer algo con lo que ella no estuviera de acuerdo, tenía que someterla a sus torturas; sentía que así debía ser para que su hermana comprendiera lo mucho que ella la amaba. El tiempo pasó y fue separando lentamente a las hermanas; aunque no en el corazón de Azul, que siguió amando a su hermana hasta el último minuto de su vida. De hecho, en el instante que sufrió aquel trágico accidente que le quitó la vida, su último pensamiento fue para Paty.
A Paty la entristeció muchísimo la muerte de su hermana; no obstante, estaba acostumbrada a seguir adelante, así que, como lo había hecho tantas veces, impidió que la tristeza la estancara y continuó viviendo. Y cuando consiguió recuperar la estabilidad en su vida; cuando dejó de llorar la pérdida y retomó sus actividades de siempre, algo pasó que la fundió en la más absoluta incertidumbre.
Una tarde mientras observaba a la gente que viajaba a su lado en el tren un recuerdo afloró intensamente de su interior. No fue el hecho de evocar un instante lo que llamó su atención -los medios de transporte eran un espacio ideal para viajar a otros momentos de su vida-, sino el darse cuenta de que ese recuerdo no le pertenecía. A partir de ese día comenzaron a asaltarla imágenes, momentos y emociones que jamás había experimentado. Y cuanto más recordaba más segura estaba de que esos instantes le pertenecían a Azul.
Desde entonces, su vida nunca volvió a ser la misma. Comenzó a vivir en el recuerdo de su hermana y pudo conocer en carne propia cuánto la había amado la pequeña Azul. Y también supo que ya era demasiado tarde para todo. La imposibilidad de sanar el pasado le pesó como no le había pesado la pérdida, y la acompañó para siempre.