Evaristo Corral y Chancleta o simplemente Don Evaristo es uno de los personajes más representativos de la capital, quien con su buen humor se convirtió en el principal exponente de la sal quiteña.
Por más de 50 años fue interpretado por el actor Ernesto Albán (1912- 1984), quien dio vida a este personaje en la obra de teatro ‘Estampas de mi ciudad’. Utilizaba una vestimenta raída, un saco viejo carcomido por el paso de los años, un pantalón de gala con rayas blancas y unos bigotes canosos que le otorgaban cierta personalidad. Simbolizaba a un hombre de la clase media, empleado público y sufrido contribuyente, que trataba de aparentar una vida ficticia sin miedo en los bolsillos, deudor permanente, bohemio y galán.
Con este personaje Albán llevó el teatro hacia los escenarios populares, en donde cobró una gran importancia y se convirtió en uno de los símbolos de la quiteñidad.
Después de la muerte del actor, Don Evaristo fue representado por medio de una animación en la década de los 90. La figura se usaba para crear conciencia ciudadana, exhortando a mantener limpia la urbe y a vivir de una manera ordenada. Con frases como “Compromiso” y “¡Que viva Quito, mis chullas!”, el personaje se grabó en la memoria capitalina.
Hoy en día se retoma la imagen de Don Evaristo, a quien los quiteños recuerdan con cariño y las nuevas generaciones empiezan a apreciar. Su figura se convirtió en un símbolo del buen vivir capitalino.
Evaristo Corral y Chancleta o simplemente Don Evaristo es uno de los personajes más representativos de la capital, quien con su buen humor se convirtió en el principal exponente de la sal quiteña.
Por más de 50 años fue interpretado por el actor Ernesto Albán (1912- 1984), quien dio vida a este personaje en la obra de teatro ‘Estampas de mi ciudad’. Utilizaba una vestimenta raída, un saco viejo carcomido por el paso de los años, un pantalón de gala con rayas blancas y unos bigotes canosos que le otorgaban cierta personalidad. Simbolizaba a un hombre de la clase media, empleado público y sufrido contribuyente, que trataba de aparentar una vida ficticia sin miedo en los bolsillos, deudor permanente, bohemio y galán.
Con este personaje Albán llevó el teatro hacia los escenarios populares, en donde cobró una gran importancia y se convirtió en uno de los símbolos de la quiteñidad.
Después de la muerte del actor, Don Evaristo fue representado por medio de una animación en la década de los 90. La figura se usaba para crear conciencia ciudadana, exhortando a mantener limpia la urbe y a vivir de una manera ordenada. Con frases como “Compromiso” y “¡Que viva Quito, mis chullas!”, el personaje se grabó en la memoria capitalina.
Hoy en día se retoma la imagen de Don Evaristo, a quien los quiteños recuerdan con cariño y las nuevas generaciones empiezan a apreciar. Su figura se convirtió en un símbolo del buen vivir capitalino.