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Cuando llegó el día de Pentecostés, estando todos los discípulos juntos en un mismo lugar con María, la Madre de Jesús, de repente, sobrevino del cielo un ruido como de un viento impetuoso que invadió toda la casa. Y aparecieron unas como lenguas de fuego que se posaron sobre cada uno de ellos. Entonces quedaron todos llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en lenguas extrañas las palabras que el mismo Espíritu ponía en su boca.
Había a la sazón en Jerusalén judíos, varones piadosos, de cuantas naciones hay bajo el cielo (de todas las naciones del mundo), y habiéndose corrido la voz, se juntó una muchedumbre que se quedó confusa al oírlos hablar cada uno en su propia lengua.
Estupefactos de admiración, decían: "Todos estos que hablan, ¿no son galileos? Pues, ¿cómo nosotros los oímos cada uno en nuestra propia lengua, en la que hemos nacido?... Otros, burlándose, decían: "Están cargados de mosto"( borrachos).
Entonces se levantó Pedro con los once (apóstoles) y alzando la voz les habló: "No están estos ebrios como vosotros suponéis, pues no es aun la hora de tercia". Les manifestó que era el cumplimiento de la promesa divina dicha por boca de Joel: "Sobre mis siervos derramaré mi Espíritu y profetizarán".
Luego les recordó que a Jesús de Nazaret lo habían entregado para ser crucificado y que, por virtud divina había resucitado "de lo cual, dijo, somos nosotros todos testigos".
Oyéndolo se sintieron compungidos y dijeron a Pedro y a los demás Apóstoles: "¿Qué hemos de hacer hermanos?" A lo que les contestó Pedro: "Arrepentios y bautizaos en el nombre de Jesucristo para remisión de vuestros pecados y recibiréis el don del Espíritu Santo".
Tanta fue la gracia de Dios en aquel primer día que tres mil de los presentes se convirtieron y recibieron el bautismo. Perseveraban en oír la enseñanza de los Apóstoles y en la unión y en la fracción del pan y en la oración. • espero que te sirva!!
Había a la sazón en Jerusalén judíos, varones piadosos, de cuantas naciones hay bajo el cielo (de todas las naciones del mundo), y habiéndose corrido la voz, se juntó una muchedumbre que se quedó confusa al oírlos hablar cada uno en su propia lengua.
Estupefactos de admiración, decían: "Todos estos que hablan, ¿no son galileos? Pues, ¿cómo nosotros los oímos cada uno en nuestra propia lengua, en la que hemos nacido?... Otros, burlándose, decían: "Están cargados de mosto"( borrachos).
Entonces se levantó Pedro con los once (apóstoles) y alzando la voz les habló: "No están estos ebrios como vosotros suponéis, pues no es aun la hora de tercia". Les manifestó que era el cumplimiento de la promesa divina dicha por boca de Joel: "Sobre mis siervos derramaré mi Espíritu y profetizarán".
Luego les recordó que a Jesús de Nazaret lo habían entregado para ser crucificado y que, por virtud divina había resucitado "de lo cual, dijo, somos nosotros todos testigos".
Oyéndolo se sintieron compungidos y dijeron a Pedro y a los demás Apóstoles: "¿Qué hemos de hacer hermanos?" A lo que les contestó Pedro: "Arrepentios y bautizaos en el nombre de Jesucristo para remisión de vuestros pecados y recibiréis el don del Espíritu Santo".
Tanta fue la gracia de Dios en aquel primer día que tres mil de los presentes se convirtieron y recibieron el bautismo. Perseveraban en oír la enseñanza de los Apóstoles y en la unión y en la fracción del pan y en la oración.
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