En medio del bosquecillo de Pura Pura, una casa vieja y abandonada encierra una de las leyendas urbanas más antiguas de La Paz, la existencia de duendes. "No entrar”, "peligro” son algunas de las advertencias que entre estrellas de cinco puntas, cruces y otros símbolos recubren las paredes.
"Es bosque y está lleno de manantiales, por eso hay duendes. Hasta su casa tienen. Ahí se llevan a los niños que no están bautizados. Eso dicen porque yo nunca he visto”, comenta entre risas doña Porfi sentada cerca al puente Ferrobeni.
Los vecinos hablan de un tesoro escondido, de crujidos de puertas inexistentes y de pequeños hombrecitos que vigilan que nadie se lleve ni una piedra de su morada. Hablan de uno en especial, el que a cambio de su libertad le dio el éxito a Salvietti.
Una casa en medio del bosque
El ambiente es frío, oscuro y pesado. El suelo esta regado de botellas de alcohol y vasos de plástico. Las paredes gruesas, de piedra y barro, parecen tragar todo sonido que se emite en su interior. Según algunos habitantes éstas esconden un tesoro.
"Esta es la casa del duende. Así le llaman porque la gente dice que aquí se reúnen. Nosotros no los hemos visto”, señala Claudia Figueroa una de las guarda parques del pulmón más importante del municipio.
La infraestructura está ubicada en medio del área protegida, a unos 20 minutos de caminata sobre viejas rieles y senderos boscosos. Data de hace más de medio siglo cuando funcionaba el ferrocarril. Era parte de una estación de recarga de carbón y centro de almácigo para los plantines que hoy se han convertido en robustos árboles.
Como recuerdo de aquellos tiempos queda un buzón viejo en la puerta de ingreso y un deposito en la pared que aún guarda un sin fin de vasitos de cerámica. Bajo una capa de polvo las vasijas parecen nuevas, en muchos años ninguna ha visto la luz.
"Son sus juguetes de los duendes, ahí los amontonan para esconder entre ellos sus tesoros. Por eso no se pierden, nadie se los lleva, si te lo llevas te sigue hasta tu casa y te hará la vida imposible hasta que devuelvas de donde has alzado”, asegura Roberto uno de los indigentes que vive en el bosquecillo. "No hay que ir por ahí... ni tocar sus cosas, no les gusta”, insiste.
Pero hay una explicación. "Estas vasijitas eran para germinar los plantines que usaron los ferroviarios para forestar”, explica Figueroa.
El éxito a cambio de libertad
"Todos conocen el cuento”, dice doña Porfi y no falta a la verdad. Vecinos, moradores del bosquecillo y guardaparques repiten la historia de Dante Salvietti cada que alguien pregunta sobre los duendes.
"Dicen que en una de sus caminatas por el bosquecillo Dante Salvietti escuchó un ruido extraño en uno de los matorrales. Al acercarse vio un pequeño hombrecito atrapado. Dicen que era un duende”, relata la guarda parques Andrea Vargas.
Al ver al pequeño ser tan angustiado Salvietti decidió ayudarlo a cambio de una condición. "Le pidió una nueva receta para su fábrica de gaseosas le pidió el secreto de la Papaya Salvietti. Pero a cambio el duende también le pidió otro favor”, cuenta Vargas.
Dice que para que todos sepan de donde venía el éxito de Salvietti debía poner la imagen del duende en cada botella. Una imagen que permaneció en la etiqueta hasta 1995 cuando la empresa quebró. No fue hasta hace un par de años que junto al relanzamiento del producto el pequeño duende volvió a aparecer.
"Al hablar de este mito, siempre me preguntan si los duendes existen. Respondo que si así fuera yo tendría una fábrica, pero como ven -con mucho gusto- aún soy guardaparques”, dice.
Toda una ciudad diminuta en Tarija
En 2003 en las serranías del parque las Barrancas los vecinos encontraron -según ellos- "de la noche a la mañana” pequeñas edificaciones de ladrillo y cemento. Consternados, pidieron la destrucción del lugar pues se trataría de una ciudadela de duendes.
Según algunos reportes de prensa de entonces las hipótesis sobre que fueron hechos por los niños o los jóvenes de las escuelas cercanas fueron negadas por los vigilantes del parque. "No hemos visto a nadie merodear por aquí y las construcciones tienen mucho detalle, así que tuvo que ser hecho en mucho tiempo y ya hubiéramos visto antes”, aseguraron.
El entonces alcalde de Tarija, Óscar Montes, ante los rumores y especulaciones afirmó que la pequeña ciudad no era más que una maqueta. "Es obra de una persona que está definiendo de qué manera se puede proteger ciertas áreas y ordenar otras”, dijo.
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En medio del bosquecillo de Pura Pura, una casa vieja y abandonada encierra una de las leyendas urbanas más antiguas de La Paz, la existencia de duendes. "No entrar”, "peligro” son algunas de las advertencias que entre estrellas de cinco puntas, cruces y otros símbolos recubren las paredes.
"Es bosque y está lleno de manantiales, por eso hay duendes. Hasta su casa tienen. Ahí se llevan a los niños que no están bautizados. Eso dicen porque yo nunca he visto”, comenta entre risas doña Porfi sentada cerca al puente Ferrobeni.
Los vecinos hablan de un tesoro escondido, de crujidos de puertas inexistentes y de pequeños hombrecitos que vigilan que nadie se lleve ni una piedra de su morada. Hablan de uno en especial, el que a cambio de su libertad le dio el éxito a Salvietti.
Una casa en medio del bosque
El ambiente es frío, oscuro y pesado. El suelo esta regado de botellas de alcohol y vasos de plástico. Las paredes gruesas, de piedra y barro, parecen tragar todo sonido que se emite en su interior. Según algunos habitantes éstas esconden un tesoro.
"Esta es la casa del duende. Así le llaman porque la gente dice que aquí se reúnen. Nosotros no los hemos visto”, señala Claudia Figueroa una de las guarda parques del pulmón más importante del municipio.
La infraestructura está ubicada en medio del área protegida, a unos 20 minutos de caminata sobre viejas rieles y senderos boscosos. Data de hace más de medio siglo cuando funcionaba el ferrocarril. Era parte de una estación de recarga de carbón y centro de almácigo para los plantines que hoy se han convertido en robustos árboles.
Como recuerdo de aquellos tiempos queda un buzón viejo en la puerta de ingreso y un deposito en la pared que aún guarda un sin fin de vasitos de cerámica. Bajo una capa de polvo las vasijas parecen nuevas, en muchos años ninguna ha visto la luz.
"Son sus juguetes de los duendes, ahí los amontonan para esconder entre ellos sus tesoros. Por eso no se pierden, nadie se los lleva, si te lo llevas te sigue hasta tu casa y te hará la vida imposible hasta que devuelvas de donde has alzado”, asegura Roberto uno de los indigentes que vive en el bosquecillo. "No hay que ir por ahí... ni tocar sus cosas, no les gusta”, insiste.
Pero hay una explicación. "Estas vasijitas eran para germinar los plantines que usaron los ferroviarios para forestar”, explica Figueroa.
El éxito a cambio de libertad
"Todos conocen el cuento”, dice doña Porfi y no falta a la verdad. Vecinos, moradores del bosquecillo y guardaparques repiten la historia de Dante Salvietti cada que alguien pregunta sobre los duendes.
"Dicen que en una de sus caminatas por el bosquecillo Dante Salvietti escuchó un ruido extraño en uno de los matorrales. Al acercarse vio un pequeño hombrecito atrapado. Dicen que era un duende”, relata la guarda parques Andrea Vargas.
Al ver al pequeño ser tan angustiado Salvietti decidió ayudarlo a cambio de una condición. "Le pidió una nueva receta para su fábrica de gaseosas le pidió el secreto de la Papaya Salvietti. Pero a cambio el duende también le pidió otro favor”, cuenta Vargas.
Dice que para que todos sepan de donde venía el éxito de Salvietti debía poner la imagen del duende en cada botella. Una imagen que permaneció en la etiqueta hasta 1995 cuando la empresa quebró. No fue hasta hace un par de años que junto al relanzamiento del producto el pequeño duende volvió a aparecer.
"Al hablar de este mito, siempre me preguntan si los duendes existen. Respondo que si así fuera yo tendría una fábrica, pero como ven -con mucho gusto- aún soy guardaparques”, dice.
Toda una ciudad diminuta en Tarija
En 2003 en las serranías del parque las Barrancas los vecinos encontraron -según ellos- "de la noche a la mañana” pequeñas edificaciones de ladrillo y cemento. Consternados, pidieron la destrucción del lugar pues se trataría de una ciudadela de duendes.
Según algunos reportes de prensa de entonces las hipótesis sobre que fueron hechos por los niños o los jóvenes de las escuelas cercanas fueron negadas por los vigilantes del parque. "No hemos visto a nadie merodear por aquí y las construcciones tienen mucho detalle, así que tuvo que ser hecho en mucho tiempo y ya hubiéramos visto antes”, aseguraron.
El entonces alcalde de Tarija, Óscar Montes, ante los rumores y especulaciones afirmó que la pequeña ciudad no era más que una maqueta. "Es obra de una persona que está definiendo de qué manera se puede proteger ciertas áreas y ordenar otras”, dijo.