Respuesta:Al poco tiempo de que los hombres comenzaran a habitar la tierra existía una pequeña llamada Mandi-ó. La leyenda guaraní dice que tenía manos y dedos largos que la hacían avergonzarse de su aspecto. No era linda y los demás niños de la aldea se burlaban y no querían invitarla a jugar. Con el pasar de los años, Mandi-ó se alejó y empezó a salir cada vez menos mientras anhelaba ser aceptada y tener amigos. Sin embargo, la risa constante de sus pares abría en su inocente corazón heridas profunda que prefería evitar. Quien también observaba de cerca su sufrimiento era la madre, que la alentaba constantemente a sociabilizar. “¡Querida hija, algún día, de seguir así, vas a echar raíces!”, le insistía.
Pero la niña seguía parada en un rincón mirando al resto de los niños divertirse. El encierro en el que Mandi-ó había caído era tal, que ya ni siquiera salía a recolectar frutos con su mamá. Cabe destacar, que para aquella época no era común la agricultura, así que para no morir de hambre la gente tenía proveerse sola. De esta tarea se ocupaban mayormente las mujeres acompañadas por sus hijos más pequeños. Mientras que los hombres y los jóvenes se hacían cargo de la caza y de la pesca. Por lo que la pequeña angustiada por su imagen no quería acompañar en la actividad tradicional. En cambio, prefería quedarse en su tekoá, la tienda en la que vivía.
Según la leyenda guaraní, la preocupación por Mandi-ó llegó hasta el cielo. Así que un día, el dios Tupá decidió hacer algo al respecto para ayudarla. De esa manera, se apareció en los sueños de la niña con la finalidad de terminar con el martirio que estaba atravesando. Acto seguido, le dijo qué pasos debía dar si quería ser apreciada por la gente. Estos contaban de esperar una gran tormenta y estar atenta a que un rayo cayera haciendo un claro en medio de la selva. Luego, tenía que dirigirse hacia el sitio y cavar un pozo para meter sus pies. No obstante, antes le recomendó no irse sin decirles a sus hermanos que la buscaran cuando el temporal terminara.
Finalmente, llegó la fecha en el que la pequeña se animó a seguir el consejo. Nadie volvió a verla posteriormente a su travesía. Lo único que vislumbraron en el lugar fue un arbusto alto y verde, cuyas hojas se asemejaban a manos con dedos largos. Lo primero que pensaron fue que la niña había sido absorbida por la tierra, lo cual los llevó a excavar para encontrarla.
Pero el hallazgo con el que se chocaron fueron gruesos tubérculos: la mandioca. De ahí en más, Mandi-ó acompaña a toda su tribu. La leyenda guaraní cuenta que acompaña a los nativos en sus viajes al sur asegurándole el alimento. A su vez, se hizo amiga de los tupíes con quienes cruzó el Amazonas y llegó a las Guayanas donde fue rebautizada como yuca.
Respuesta:Al poco tiempo de que los hombres comenzaran a habitar la tierra existía una pequeña llamada Mandi-ó. La leyenda guaraní dice que tenía manos y dedos largos que la hacían avergonzarse de su aspecto. No era linda y los demás niños de la aldea se burlaban y no querían invitarla a jugar. Con el pasar de los años, Mandi-ó se alejó y empezó a salir cada vez menos mientras anhelaba ser aceptada y tener amigos. Sin embargo, la risa constante de sus pares abría en su inocente corazón heridas profunda que prefería evitar. Quien también observaba de cerca su sufrimiento era la madre, que la alentaba constantemente a sociabilizar. “¡Querida hija, algún día, de seguir así, vas a echar raíces!”, le insistía.
Pero la niña seguía parada en un rincón mirando al resto de los niños divertirse. El encierro en el que Mandi-ó había caído era tal, que ya ni siquiera salía a recolectar frutos con su mamá. Cabe destacar, que para aquella época no era común la agricultura, así que para no morir de hambre la gente tenía proveerse sola. De esta tarea se ocupaban mayormente las mujeres acompañadas por sus hijos más pequeños. Mientras que los hombres y los jóvenes se hacían cargo de la caza y de la pesca. Por lo que la pequeña angustiada por su imagen no quería acompañar en la actividad tradicional. En cambio, prefería quedarse en su tekoá, la tienda en la que vivía.
Según la leyenda guaraní, la preocupación por Mandi-ó llegó hasta el cielo. Así que un día, el dios Tupá decidió hacer algo al respecto para ayudarla. De esa manera, se apareció en los sueños de la niña con la finalidad de terminar con el martirio que estaba atravesando. Acto seguido, le dijo qué pasos debía dar si quería ser apreciada por la gente. Estos contaban de esperar una gran tormenta y estar atenta a que un rayo cayera haciendo un claro en medio de la selva. Luego, tenía que dirigirse hacia el sitio y cavar un pozo para meter sus pies. No obstante, antes le recomendó no irse sin decirles a sus hermanos que la buscaran cuando el temporal terminara.
Finalmente, llegó la fecha en el que la pequeña se animó a seguir el consejo. Nadie volvió a verla posteriormente a su travesía. Lo único que vislumbraron en el lugar fue un arbusto alto y verde, cuyas hojas se asemejaban a manos con dedos largos. Lo primero que pensaron fue que la niña había sido absorbida por la tierra, lo cual los llevó a excavar para encontrarla.
Pero el hallazgo con el que se chocaron fueron gruesos tubérculos: la mandioca. De ahí en más, Mandi-ó acompaña a toda su tribu. La leyenda guaraní cuenta que acompaña a los nativos en sus viajes al sur asegurándole el alimento. A su vez, se hizo amiga de los tupíes con quienes cruzó el Amazonas y llegó a las Guayanas donde fue rebautizada como yuca.
Explicación:
espero te sirva