“I Stand Here Ironing” se entiende mejor en el contexto de dos fuerzas sociales que se apoderaron de los Estados Unidos en el siglo XX: los años de escasez de la Gran Depresión y el floreciente movimiento feminista de la década de 1950 y más allá. “I Stand Here Ironing” es altamente autobiográfica, y la narradora, una madre soltera adolescente que cría a una hija en las profundidades de la Gran Depresión, es una doble para Olsen. “Era el mundo de la depresión anterior al socorro, anterior a la WPA”, señala la narradora cuando describe la realidad en la que nació Emily. La Works Progress Administration (WPA) era una agencia de ayuda que proporcionaba trabajo en lugar de asistencia social a las familias en apuros de la nación. Sin asistencia laboral ni ayuda financiera, la narradora se vio obligada a enfrentarse al sombrío espectro de la pobreza y la necesidad de trabajar mientras criaba sola a su pequeña hija. Esos años difíciles han dejado una huella indeleble en la narradora, quien cita abiertamente el efecto permanente que esta crisis ineludible tuvo no solo en su familia sino también en su psique. Olsen también crió sola a un niño a principios de la década de 1930 y, al igual que el narrador, enfrentó dificultades económicas que provocaron una gran tensión emocional.
“I Stand Here Ironing” se entiende mejor en el contexto de dos fuerzas sociales que se apoderaron de los Estados Unidos en el siglo XX: los años de escasez de la Gran Depresión y el floreciente movimiento feminista de la década de 1950 y más allá. “I Stand Here Ironing” es altamente autobiográfica, y la narradora, una madre soltera adolescente que cría a una hija en las profundidades de la Gran Depresión, es una doble para Olsen. “Era el mundo de la depresión anterior al socorro, anterior a la WPA”, señala la narradora cuando describe la realidad en la que nació Emily. La Works Progress Administration (WPA) era una agencia de ayuda que proporcionaba trabajo en lugar de asistencia social a las familias en apuros de la nación. Sin asistencia laboral ni ayuda financiera, la narradora se vio obligada a enfrentarse al sombrío espectro de la pobreza y la necesidad de trabajar mientras criaba sola a su pequeña hija. Esos años difíciles han dejado una huella indeleble en la narradora, quien cita abiertamente el efecto permanente que esta crisis ineludible tuvo no solo en su familia sino también en su psique. Olsen también crió sola a un niño a principios de la década de 1930 y, al igual que el narrador, enfrentó dificultades económicas que provocaron una gran tensión emocional.