Los españoles arrasaban todo a su paso y no perdonaban la vida de indígena alguno. El objetivo era tomar esclavos, exterminar a los aguerridos y conquistar a como dé lugar los territorios del ahora Chaco tarijeño.
Los chiriguanos intentaron hacerles frente, tanto a punta de lanza como en son de paz, pero ni uno ni lo otro dio resultado. La ofensiva conquistadora no se detenía y los hombres del cacique Chimeo y guiados por el joven Iñiguazú caían uno tras otro.
Las mujeres intentaron escapar junto a sus hijos. En el grupo estaba Imaybé, la bella esposa de Iñiguazú, embarazada de nueve meses, quien gracias al terreno de la selva y su vegetación logró esconderse para dar a luz. Sin embargo, los invasores le pisaban los talones y su suerte parecía estar echada.
De pronto Tumpa, el dios de la selva, oyó las súplicas de la madre. Cuando los españoles llegaron al sitio donde estaba, sólo encontraron un frondoso toborochi, pero ni rastros de la mujer y del niño.
(La curvilínea silueta de los toborochis y su inigualable belleza, insiparon a este mito que relata cómo el árbol fue antes de florcer, una niña.)
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Habla de un joven que, intentando escapar de la isla de Creta por el aire ... Sin embargo, un buen día, se enteraron de un suceso
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LEYENDA IMAYBE
Los españoles arrasaban todo a su paso y no perdonaban la vida de indígena alguno. El objetivo era tomar esclavos, exterminar a los aguerridos y conquistar a como dé lugar los territorios del ahora Chaco tarijeño.
Los chiriguanos intentaron hacerles frente, tanto a punta de lanza como en son de paz, pero ni uno ni lo otro dio resultado. La ofensiva conquistadora no se detenía y los hombres del cacique Chimeo y guiados por el joven Iñiguazú caían uno tras otro.
Las mujeres intentaron escapar junto a sus hijos. En el grupo estaba Imaybé, la bella esposa de Iñiguazú, embarazada de nueve meses, quien gracias al terreno de la selva y su vegetación logró esconderse para dar a luz. Sin embargo, los invasores le pisaban los talones y su suerte parecía estar echada.
De pronto Tumpa, el dios de la selva, oyó las súplicas de la madre. Cuando los españoles llegaron al sitio donde estaba, sólo encontraron un frondoso toborochi, pero ni rastros de la mujer y del niño.
(La curvilínea silueta de los toborochis y su inigualable belleza, insiparon a este mito que relata cómo el árbol fue antes de florcer, una niña.)
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