Entre los pueblos que han mantenido sus tradiciones tras la colonización de América se encuentran los inuit , que quiere decir «seres humanos». También se llaman a sí mismos yupik «auténticos humanos». El nombre de esquimales con el que se les conoce significa «comedores de carne cruda», un nombre que a algunos les parece insultante.
Ya habitaban la zona ártica de América antes de la llegada de los europeos. Ha fascinado a muchos su resistencia ante el reto de un clima extremadamente duro.
Gran parte de su actividad religiosa está relacionada con la caza y la pesca: tienen que cumplir los rituales y respetar los tabúes para sobrevivir, ya que de lo contrario podrían poner en peligro a los animales y morir de hambre por no obtener ninguna pieza.
La cuenca del Amazonas, además de ser uno de los pulmones verdes del planeta, es también el refugio de muchas tribus que mantienen sus formas de religión y sus modos de vida ancestrales.
En esta zona vivían los guaraníes a la llegada de Cristóbal Colón. Creían en la existencia de seres sobrenaturales que habitaban en plantas y animales y que podían ser muy dañinos si no se les trataba de la manera adecuada. También pensaban que la tierra tenía su propia alma, a la que se encontraban unidos. Por su parte, los seres humanos tenían no una, sino dos almas: la primera, de origen divino, es obra del dios creador Ñamandú y es la que permite que los humanos tengan inteligencia y puedan hablar; la segunda alma es de origen animal y marcará el carácter de las personas. Esta idea de que los humanos tienen varias almas es común a muchos pueblos americanos y la búsqueda o potenciación del alma o doble animal es motivo de importantes ceremonias religiosas.
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Entre los pueblos que han mantenido sus tradiciones tras la colonización de América se encuentran los inuit , que quiere decir «seres humanos». También se llaman a sí mismos yupik «auténticos humanos». El nombre de esquimales con el que se les conoce significa «comedores de carne cruda», un nombre que a algunos les parece insultante.
Ya habitaban la zona ártica de América antes de la llegada de los europeos. Ha fascinado a muchos su resistencia ante el reto de un clima extremadamente duro.
Gran parte de su actividad religiosa está relacionada con la caza y la pesca: tienen que cumplir los rituales y respetar los tabúes para sobrevivir, ya que de lo contrario podrían poner en peligro a los animales y morir de hambre por no obtener ninguna pieza.
La cuenca del Amazonas, además de ser uno de los pulmones verdes del planeta, es también el refugio de muchas tribus que mantienen sus formas de religión y sus modos de vida ancestrales.
En esta zona vivían los guaraníes a la llegada de Cristóbal Colón. Creían en la existencia de seres sobrenaturales que habitaban en plantas y animales y que podían ser muy dañinos si no se les trataba de la manera adecuada. También pensaban que la tierra tenía su propia alma, a la que se encontraban unidos. Por su parte, los seres humanos tenían no una, sino dos almas: la primera, de origen divino, es obra del dios creador Ñamandú y es la que permite que los humanos tengan inteligencia y puedan hablar; la segunda alma es de origen animal y marcará el carácter de las personas. Esta idea de que los humanos tienen varias almas es común a muchos pueblos americanos y la búsqueda o potenciación del alma o doble animal es motivo de importantes ceremonias religiosas.