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Reforma Protestante es el movimiento que surgió en el siglo XVI y que impulsó un cambio profundo en la Iglesia católica. Los protestantes se oponían al dominio del Papa sobre toda la comunidad cristiana y buscaban que la Iglesia retomara las raíces del primer cristianismo.
La Reforma Protestante fue impulsada por diversos religiosos, políticos e intelectuales, teniendo como líder al sacerdote Martín Lutero, quien interpretó las doctrinas medievales a partir de las Sagradas Escrituras. Esto hizo que Lutero rechazase el sistema de sacramentos de la Iglesia católica de la época, que incluía la venta de indulgencias. Para Lutero, el Evangelio debía predicarse libremente y no ser objeto de comercialización.
Esta revolución interna llevó una gran crisis dentro de la Iglesia; los reformistas criticaban la corrupción dentro de la institución y la falta de piedad religiosa. Un hecho que fue decisivo para el alzamiento de los protestantes fue la venta de indulgencias por parte de la Iglesia para financiar la edificación de la Basílica de San Pedro en la provincia de Roma.
Con la rebelión en marcha, los jefes de la parte ortodoxa de la iglesia se autoproclamaron los únicos herederos de la verdad cristiana y comenzaron a perseguir a todos aquellos que disidieran. Los grupos rechazados fundaron otras comunidades eclesiales que se manifestaron contra la herencia cristiana medieval y lucharon por la restauración de la iglesia. Esto llevó a una división rotunda de la iglesia en Europa, donde se reconocían los grupos que aceptaban el liderazgo del Papa y los que se oponían a él. Los países que se unieron a la revolución y rechazaron al Papa comenzaron a llamarse desde entonces, protestantes. Esto derivaría en múltiples guerras religiosas que tuvieron lugar en el territorio, conocidas como guerras santas.
Aunque la Reforma Protestante se originó en Alemania rápidamente fue dispersándose por todo el mundo. El líder más representativo de estos cambios fue un monje católico de la orden de los agustinos cuyo nombre era Martín Lutero.
La Reforma Protestante fue impulsada por diversos religiosos, políticos e intelectuales, teniendo como líder al sacerdote Martín Lutero, quien interpretó las doctrinas medievales a partir de las Sagradas Escrituras. Esto hizo que Lutero rechazase el sistema de sacramentos de la Iglesia católica de la época, que incluía la venta de indulgencias. Para Lutero, el Evangelio debía predicarse libremente y no ser objeto de comercialización.
Esta revolución interna llevó una gran crisis dentro de la Iglesia; los reformistas criticaban la corrupción dentro de la institución y la falta de piedad religiosa. Un hecho que fue decisivo para el alzamiento de los protestantes fue la venta de indulgencias por parte de la Iglesia para financiar la edificación de la Basílica de San Pedro en la provincia de Roma.
Con la rebelión en marcha, los jefes de la parte ortodoxa de la iglesia se autoproclamaron los únicos herederos de la verdad cristiana y comenzaron a perseguir a todos aquellos que disidieran. Los grupos rechazados fundaron otras comunidades eclesiales que se manifestaron contra la herencia cristiana medieval y lucharon por la restauración de la iglesia. Esto llevó a una división rotunda de la iglesia en Europa, donde se reconocían los grupos que aceptaban el liderazgo del Papa y los que se oponían a él. Los países que se unieron a la revolución y rechazaron al Papa comenzaron a llamarse desde entonces, protestantes. Esto derivaría en múltiples guerras religiosas que tuvieron lugar en el territorio, conocidas como guerras santas.
Aunque la Reforma Protestante se originó en Alemania rápidamente fue dispersándose por todo el mundo. El líder más representativo de estos cambios fue un monje católico de la orden de los agustinos cuyo nombre era Martín Lutero.