El zorro, que solo veía frente a sí la amenaza de los pasos y las escopetas de los cazadores, de los que debía huir con frecuencia, le responde: “Es algo demasiado olvidado… Significa ´crear lazos´…”. Y añade: “Para mí, tú no eres todavía más que un niño parecido a cien mil niños.
Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. Para ti no soy más que un zorro parecido a cien mil zorros. Pero si me domesticas, nos necesitaremos el uno al otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo… Si me domesticas, será como si mi vida se bañara de sol… ¡Por favor, domestícame! (…) Solo se conocen las cosas que se domestican (…). Si quieres un amigo, domestícame!”
(El Principito/The Little Prince, España, Enrique Sainz Editores, 1994, pp.91-94). La amistad y el conocimiento del otro derivan del acto de domesticar, que viene del vocablo latino “domesticus”, cuyo origen es el término “domus”, es decir, casa u hogar.
Domesticar significa la puesta en vigor de la necesidad gratificante del otro ante el cual soy responsable. Porque, el sentimiento de autoestima no puede ser generado por uno mismo en sí mismo. Es el otro, dice Byung-Chul Han, el que “me resulta imprescindible en cuanto instancia de gratificación que me ama, me encomia, me reconoce y me aprecia.
Respuesta:
El zorro, que solo veía frente a sí la amenaza de los pasos y las escopetas de los cazadores, de los que debía huir con frecuencia, le responde: “Es algo demasiado olvidado… Significa ´crear lazos´…”. Y añade: “Para mí, tú no eres todavía más que un niño parecido a cien mil niños.
Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. Para ti no soy más que un zorro parecido a cien mil zorros. Pero si me domesticas, nos necesitaremos el uno al otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo… Si me domesticas, será como si mi vida se bañara de sol… ¡Por favor, domestícame! (…) Solo se conocen las cosas que se domestican (…). Si quieres un amigo, domestícame!”
(El Principito/The Little Prince, España, Enrique Sainz Editores, 1994, pp.91-94). La amistad y el conocimiento del otro derivan del acto de domesticar, que viene del vocablo latino “domesticus”, cuyo origen es el término “domus”, es decir, casa u hogar.
Domesticar significa la puesta en vigor de la necesidad gratificante del otro ante el cual soy responsable. Porque, el sentimiento de autoestima no puede ser generado por uno mismo en sí mismo. Es el otro, dice Byung-Chul Han, el que “me resulta imprescindible en cuanto instancia de gratificación que me ama, me encomia, me reconoce y me aprecia.
Explicación: