Respuesta: a hipótesis de trabajo de estas páginas parte del hecho de que, en la sociedad y en el estado de derecho occidental de nuestro tiempo, se da por sentado que el mejor sistema de gobierno es el de la democracia. Esta creencia está asumida de tal modo que el calificativo de antidemócratico para un pueblo, un estado o un partido político pretende tacharlo de injusto, anticuado y antimoderno. Para ello se apela a los fundadores del estado moderno y a las duras luchas que lograron su consolidación y las diversas formas que ha terminado adquiriendo; pero se apela también a los antiguos, a la forma democrática de gobierno de las ciudades griegas antiguas de la época de Aristóteles. Pero es esta apelación la que debería arrojar claridad sobre la imperiosa necesidad actual de someter a crítica el dogma contemporáneo de la democracia: no para abandonarla, desde luego, sino para volver de continuo a sus raíces, a sus motivaciones, a sus alcances y también a sus límites. El propio Aristóteles, en la Política, sabe que el mejor sistema de gobierno es aquel que el pueblo decida darse, asunto que como pueblo habrá de discutir. La reflexión tiene una primera parte en la cual se justifica la necesidad de someter a crítica la democracia; en un segundo momento, con el apoyo de Aristóteles, se destaca la relación entre logos, deliberación y comunidad en relación con el mejor sistema de gobierno que un pueblo debe tener; en un tercer momento se problematiza la relación entre democracia y representación en nuestro tiempo; y la conclusión sostiene que ciudad ha de ser igual a justicia, contrariamente a lo que le sucede a nuestro tiempo
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Respuesta: a hipótesis de trabajo de estas páginas parte del hecho de que, en la sociedad y en el estado de derecho occidental de nuestro tiempo, se da por sentado que el mejor sistema de gobierno es el de la democracia. Esta creencia está asumida de tal modo que el calificativo de antidemócratico para un pueblo, un estado o un partido político pretende tacharlo de injusto, anticuado y antimoderno. Para ello se apela a los fundadores del estado moderno y a las duras luchas que lograron su consolidación y las diversas formas que ha terminado adquiriendo; pero se apela también a los antiguos, a la forma democrática de gobierno de las ciudades griegas antiguas de la época de Aristóteles. Pero es esta apelación la que debería arrojar claridad sobre la imperiosa necesidad actual de someter a crítica el dogma contemporáneo de la democracia: no para abandonarla, desde luego, sino para volver de continuo a sus raíces, a sus motivaciones, a sus alcances y también a sus límites. El propio Aristóteles, en la Política, sabe que el mejor sistema de gobierno es aquel que el pueblo decida darse, asunto que como pueblo habrá de discutir. La reflexión tiene una primera parte en la cual se justifica la necesidad de someter a crítica la democracia; en un segundo momento, con el apoyo de Aristóteles, se destaca la relación entre logos, deliberación y comunidad en relación con el mejor sistema de gobierno que un pueblo debe tener; en un tercer momento se problematiza la relación entre democracia y representación en nuestro tiempo; y la conclusión sostiene que ciudad ha de ser igual a justicia, contrariamente a lo que le sucede a nuestro tiempo
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