El funcionamiento actual de la democracia, y sus perspectivas de desarrollo futuro, se encuentran condicionadas por la acentuación de las desigualdades y por las tendencias de dualización que se detectan en los perfiles de la estratificación de las sociedades de nuestro tiempo, así como por la precarización laboral y las transformaciones en el trabajo que están teniendo lugar en los nuevos sistemas tecnológicos de producciónEl futuro de nuestras sociedades va a depender de la manera en que se engarcen estas tres dimensiones de la experiencia humana de vida en común. Si las desigualdades aumentan, si el trabajo se precariza y, al mismo tiempo, las oportunidades de empleo se deterioran, la democracia acabará viéndose afectada.
Y, de manera paralela, si la democracia se debilita y no es capaz de encontrar soluciones para problemas vitales que conciernen a tantas personas, se agudizarán aún más las tendencias de dualización social y la crisis del trabajo. Se trata, pues, de tres cuestiones directamente interconectadas.
Lo que está ocurriendo en nuestras sociedades revela que se están produciendo fallos en los procedimientos establecidos de representación política y que existen demandas importantes para el futuro de la convivencia que no están siendo bien solucionadas.
Por ello hay que perfeccionar los sistemas democráticos, no sólo porque tal perfeccionamiento forma parte de la lógica del progreso en la evolución histórica y el avance de la civilización humana, sino también porque es necesario corregir disfunciones y desajustes de representación.
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El funcionamiento actual de la democracia, y sus perspectivas de desarrollo futuro, se encuentran condicionadas por la acentuación de las desigualdades y por las tendencias de dualización que se detectan en los perfiles de la estratificación de las sociedades de nuestro tiempo, así como por la precarización laboral y las transformaciones en el trabajo que están teniendo lugar en los nuevos sistemas tecnológicos de producciónEl futuro de nuestras sociedades va a depender de la manera en que se engarcen estas tres dimensiones de la experiencia humana de vida en común. Si las desigualdades aumentan, si el trabajo se precariza y, al mismo tiempo, las oportunidades de empleo se deterioran, la democracia acabará viéndose afectada.
Y, de manera paralela, si la democracia se debilita y no es capaz de encontrar soluciones para problemas vitales que conciernen a tantas personas, se agudizarán aún más las tendencias de dualización social y la crisis del trabajo. Se trata, pues, de tres cuestiones directamente interconectadas.
Lo que está ocurriendo en nuestras sociedades revela que se están produciendo fallos en los procedimientos establecidos de representación política y que existen demandas importantes para el futuro de la convivencia que no están siendo bien solucionadas.
Por ello hay que perfeccionar los sistemas democráticos, no sólo porque tal perfeccionamiento forma parte de la lógica del progreso en la evolución histórica y el avance de la civilización humana, sino también porque es necesario corregir disfunciones y desajustes de representación.