La Biblia nos revela que el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. El propósito al dar al ser humano tal gloria ha sido con el fin de que éste pudiera mantener una comunión personal y genuina con Él. Ante la grandeza de este don, la mejor respuesta que podemos ofrecer es nuestra adoración, pues cuando le adoramos reconocemos Su soberanía y nuestra dependencia de Él. No hay nada que dignifique más al ser humano que adorar a su Creador.
El estar desde mi niñez involucrada en el ministerio de la alabanza, me ha servido para interesarme y observar la adoración en las iglesias. Esto hizo que desde hace algún tiempo surgiera en mi interior algunas preguntas como: ¿Adorar es únicamente cantar? ¿Está la adoración limitada a un lugar y tiempo? ¿Qué relación tiene la santidad, el servicio y la oración con la adoración? ¿Cómo puedo adorar en Espíritu y verdad?
Con el fin de dar una respuesta a estos interrogantes, decidí investigar y estudiar que dice las Escrituras sobre la adoración. En la medida que he ido profundizando, he observado que hay un elevado nivel de ignorancia al respecto de lo que es la adoración bíblica. Un patrón muy común es relacionar la adoración con la música, y es un grave error pensar que la adoración solo está limitada a eso. La Biblia nos enseña que adorar implica mucho más, incluye entre otras, el servicio, la oración y la santidad. En otras palabras, la adoración debe ser nuestro estilo de vida.
Nuestra adoración al Rey de Reyes y Señor de Señores debe ser única, genuina y completa. Como definición propia podemos decir:
La adoración es la entrega completa de todo nuestro ser, un anhelo de sumergirnos en su presencia cada día, un total sometimiento a todo lo que Dios nos ha revelado por medio de su Palabra, de tal manera, que todo esto produzca en nosotros un estilo de vida.
Cuando hablamos de adoración hemos de tener en cuenta lo siguiente:
Servicio y adoración
¿Se puede adorar a Dios por medio de nuestras acciones? La respuesta es SI. El mayor ejemplo lo encontramos en la persona de Jesús, quien al ministrar, orar, sanar y preocuparse por las necesidades de las personas, hizo que mucha gente glorificase a Dios a través de Él. La Palabra nos dice en Mateo 5:16 «Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos». Nuestras buenas acciones hechas con un corazón sincero y una buena actitud, será motivo para que los hombres glorifiquen a Dios.
Música y adoración
La música es una de las herramientas más preciosas que Dios nos ha entregado para poder adorarle. Por medio de ella y sin necesidad de estar en un lugar específico, podemos tener un tiempo de intimidad con Él.
En cierta ocasión leí en un libro escrito por la autora y popular salmista Darlene Zschech “Adoración sin reservas”, que para el verdadero adorador los momentos más gloriosos no debían de ser en la plataforma sino fuera de ella, es decir, cuando nos encontramos solos ante Dios, en la intimidad[1]. Con esto no le quiero quitar el valor y la importancia de la música, sino que entendamos que únicamente es una herramienta más que podemos usar. Cuando nos presentemos delante de Dios, es necesario desnudar nuestro interior completamente.
Oración y adoración
La oración es una parte importante de la adoración, a través de ella nos entregamos al Señor y le presentamos nuestro diario vivir. La oración es el pilar y combustible que nos mantiene vivos en la intimidad con Dios. En 1Ts 5:17 nos anima a orar sin cesar, para tener una comunión constante con Dios.
Santidad y adoración
La adoración verdadera requiere de santidad, ya que sin ella nadie verá al Señor (Heb.12:14). Dios es santo y nosotros como hijos suyos, pasamos por un proceso de santificación con el propósito de que todos lleguemos «a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo» (Ef. 4:13).
Para concluir, no podemos dejar de mencionar las palabras reveladoras de nuestro Señor Jesucristo: «Más la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren» (Jn.4:23). Es en la persona de Jesús que entramos en una nueva era de adoración. Es en Él que tenemos la verdadera revelación del Padre, y a través de Él que como hijos podemos ofrecer nuestra adoración en espíritu y verdad.
Respuesta:
La Biblia nos revela que el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. El propósito al dar al ser humano tal gloria ha sido con el fin de que éste pudiera mantener una comunión personal y genuina con Él. Ante la grandeza de este don, la mejor respuesta que podemos ofrecer es nuestra adoración, pues cuando le adoramos reconocemos Su soberanía y nuestra dependencia de Él. No hay nada que dignifique más al ser humano que adorar a su Creador.
El estar desde mi niñez involucrada en el ministerio de la alabanza, me ha servido para interesarme y observar la adoración en las iglesias. Esto hizo que desde hace algún tiempo surgiera en mi interior algunas preguntas como: ¿Adorar es únicamente cantar? ¿Está la adoración limitada a un lugar y tiempo? ¿Qué relación tiene la santidad, el servicio y la oración con la adoración? ¿Cómo puedo adorar en Espíritu y verdad?
Con el fin de dar una respuesta a estos interrogantes, decidí investigar y estudiar que dice las Escrituras sobre la adoración. En la medida que he ido profundizando, he observado que hay un elevado nivel de ignorancia al respecto de lo que es la adoración bíblica. Un patrón muy común es relacionar la adoración con la música, y es un grave error pensar que la adoración solo está limitada a eso. La Biblia nos enseña que adorar implica mucho más, incluye entre otras, el servicio, la oración y la santidad. En otras palabras, la adoración debe ser nuestro estilo de vida.
Nuestra adoración al Rey de Reyes y Señor de Señores debe ser única, genuina y completa. Como definición propia podemos decir:
La adoración es la entrega completa de todo nuestro ser, un anhelo de sumergirnos en su presencia cada día, un total sometimiento a todo lo que Dios nos ha revelado por medio de su Palabra, de tal manera, que todo esto produzca en nosotros un estilo de vida.
Cuando hablamos de adoración hemos de tener en cuenta lo siguiente:
Servicio y adoración
¿Se puede adorar a Dios por medio de nuestras acciones? La respuesta es SI. El mayor ejemplo lo encontramos en la persona de Jesús, quien al ministrar, orar, sanar y preocuparse por las necesidades de las personas, hizo que mucha gente glorificase a Dios a través de Él. La Palabra nos dice en Mateo 5:16 «Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos». Nuestras buenas acciones hechas con un corazón sincero y una buena actitud, será motivo para que los hombres glorifiquen a Dios.
Música y adoración
La música es una de las herramientas más preciosas que Dios nos ha entregado para poder adorarle. Por medio de ella y sin necesidad de estar en un lugar específico, podemos tener un tiempo de intimidad con Él.
En cierta ocasión leí en un libro escrito por la autora y popular salmista Darlene Zschech “Adoración sin reservas”, que para el verdadero adorador los momentos más gloriosos no debían de ser en la plataforma sino fuera de ella, es decir, cuando nos encontramos solos ante Dios, en la intimidad[1]. Con esto no le quiero quitar el valor y la importancia de la música, sino que entendamos que únicamente es una herramienta más que podemos usar. Cuando nos presentemos delante de Dios, es necesario desnudar nuestro interior completamente.
Oración y adoración
La oración es una parte importante de la adoración, a través de ella nos entregamos al Señor y le presentamos nuestro diario vivir. La oración es el pilar y combustible que nos mantiene vivos en la intimidad con Dios. En 1Ts 5:17 nos anima a orar sin cesar, para tener una comunión constante con Dios.
Santidad y adoración
La adoración verdadera requiere de santidad, ya que sin ella nadie verá al Señor (Heb.12:14). Dios es santo y nosotros como hijos suyos, pasamos por un proceso de santificación con el propósito de que todos lleguemos «a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo» (Ef. 4:13).
Para concluir, no podemos dejar de mencionar las palabras reveladoras de nuestro Señor Jesucristo: «Más la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren» (Jn.4:23). Es en la persona de Jesús que entramos en una nueva era de adoración. Es en Él que tenemos la verdadera revelación del Padre, y a través de Él que como hijos podemos ofrecer nuestra adoración en espíritu y verdad.
Explicación:
de nada si te sirvió