Juan Manuel de Rosas tenía el proyecto de asegurar la tranquilidad de las poblaciones y estancias fronterizas de indios, amenazadas por malones de pillaje organizados por contrabandistas chilenos. Había tratado a los indios desde su niñez, pasada en la estancia materna del Rincón de López más allá del Salado. Su abuelo, Clemente López de Osornio, fue muerto por ellos; su padre, León Ortiz de Rozas, pasó mucho tiempo en las tolderías. Los relatos de las costumbres araucanas eran familiares en su casa. Sus compañeros de infancia eran los niños indios en juegos donde la astucia y la paciencia –las virtudes pampas- daban el triunfo. Aprendió el lenguaje araucano, especialmente en sus dialectos pampa y ranquel, y alguna vez distrajo sus ocios de estanciero componiendo un Diccionario, un Vocabulario y una Gramática pampa-ranquel (afortunadamente no se perdieron). Sabía entenderse con los indios porque conocía su idioma y sus costumbres y sabía que no se puede engañarlos (“Juan Manuel nunca nos mintió”, diría Calfucurá muchos años después de su caída).
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payaso77
Juan Manuel de Rosas tenía el proyecto de asegurar la tranquilidad de las poblaciones y estancias fronterizas de indios, amenazadas por malones de pillaje organizados por contrabandistas chilenos. Había tratado a los indios desde su niñez, pasada en la estancia materna del Rincón de López más allá del Salado. Su abuelo, Clemente López de Osornio, fue muerto por ellos; su padre, León Ortiz de Rozas, pasó mucho tiempo en las tolderías. Los relatos de las costumbres araucanas eran familiares en su casa. Sus compañeros de infancia eran los niños indios en juegos donde la astucia y la paciencia –las virtudes pampas- daban el triunfo. Aprendió el lenguaje araucano, especialmente en sus dialectos pampa y ranquel, y alguna vez distrajo sus ocios de estanciero componiendo un Diccionario, un Vocabulario y una Gramática pampa-ranquel (afortunadamente no se perdieron). Sabía entenderse con los indios porque conocía su idioma y sus costumbres y sabía que no se puede engañarlos
Juan Manuel de Rosas tenía el proyecto de asegurar la tranquilidad de las poblaciones y estancias fronterizas de indios, amenazadas por malones de pillaje organizados por contrabandistas chilenos. Había tratado a los indios desde su niñez, pasada en la estancia materna del Rincón de López más allá del Salado. Su abuelo, Clemente López de Osornio, fue muerto por ellos; su padre, León Ortiz de Rozas, pasó mucho tiempo en las tolderías. Los relatos de las costumbres araucanas eran familiares en su casa. Sus compañeros de infancia eran los niños indios en juegos donde la astucia y la paciencia –las virtudes pampas- daban el triunfo. Aprendió el lenguaje araucano, especialmente en sus dialectos pampa y ranquel, y alguna vez distrajo sus ocios de estanciero componiendo un Diccionario, un Vocabulario y una Gramática pampa-ranquel (afortunadamente no se perdieron). Sabía entenderse con los indios porque conocía su idioma y sus costumbres y sabía que no se puede engañarlos (“Juan Manuel nunca nos mintió”, diría Calfucurá muchos años después de su caída).