En nuestros tiempos, la combinación de reforma del Estado y globalización acentúa una nueva dinámica en gobiernos locales con mayores competencias y con similares recursos, pero, a la vez, con una mayor evaluación por parte de la sociedad.
La cuestión que se plantea es en qué medida estas innovaciones son adecuación al ajuste, descarga de tareas y responsabilidades del Estado nacional y provincial hacia las comunas o descentralización y mayor participación de los ciudadanos a través de las gestiones locales.
En América Latina, las transformaciones estructurales de fines del siglo XX representan graves amenazas a la integración social porque la ciudadanía, realidad inacabada, se enfrenta a situaciones cada vez más restringidas por diferencias socioeconómicas crecientes. Estos límites pueden, sin embargo, ser visualizados como desafíos en tanto obligan a reformular el ámbito de las prácticas sociales y abren oportunidades para una reorganización social, planteando condiciones favorables para que el eje de la política se desplace del ámbito estatal al ciudadano.
Aún cuando el Estado entra en crisis, se percibe que se abre un espacio para el surgimiento de nuevas formas de democracia directa o participativa consustanciadas con los movimientos sociales y en variadas formas de participación ciudadana, reproduciendo la solidaridad y fortaleciendo la articulación entre Estado y sociedad civil .
En nuestros tiempos, la combinación de reforma del Estado y globalización acentúa una nueva dinámica en gobiernos locales con mayores competencias y con similares recursos, pero, a la vez, con una mayor evaluación por parte de la sociedad.
La cuestión que se plantea es en qué medida estas innovaciones son adecuación al ajuste, descarga de tareas y responsabilidades del Estado nacional y provincial hacia las comunas o descentralización y mayor participación de los ciudadanos a través de las gestiones locales.
En América Latina, las transformaciones estructurales de fines del siglo XX representan graves amenazas a la integración social porque la ciudadanía, realidad inacabada, se enfrenta a situaciones cada vez más restringidas por diferencias socioeconómicas crecientes. Estos límites pueden, sin embargo, ser visualizados como desafíos en tanto obligan a reformular el ámbito de las prácticas sociales y abren oportunidades para una reorganización social, planteando condiciones favorables para que el eje de la política se desplace del ámbito estatal al ciudadano.
Aún cuando el Estado entra en crisis, se percibe que se abre un espacio para el surgimiento de nuevas formas de democracia directa o participativa consustanciadas con los movimientos sociales y en variadas formas de participación ciudadana, reproduciendo la solidaridad y fortaleciendo la articulación entre Estado y sociedad civil .