Se armó en 1910, en las semanas que siguieron al 16 de septiembre, a las suntuosas fiestas del Centenario de la Independencia con las que el general Porfirio Díaz –que se mantuvo en el poder durante casi cuatro décadas– celebraba una larga época de orden y progreso. Una intensa agitación contra su enésima reelección se iniciaba entonces, encarnada en el « plan de San Luis » y en la alternativa electoral de un joven hacendado del norte, Francisco Madero. En unas cuantas semanas, levantamientos simultáneos se dieron en diversas zonas del país siguiendo sus consignas –de hecho fue » una insurrección de cien cabezas »5. El viejo dictador tuvo que renunciar y se exilió, organizándose una nueva consulta en la que Madero fue abrumadoramente electo a fines de 1911 –una de las poquísimas consultas electorales fidedignas en la historia del país. Apenas empezaban las dificultades. Ese mismo año de 1911 Luis Cabrera, quien se volvería un importante protagonista del proceso que se iniciaba, escribió que « La Revolución es la Revolución » : una « Revolución de verdad » y no un mero cambio de gobierno6. Y como él mismo diría más tarde, no fue nada entonces, en comparación de aquello en lo que posteriormente se convertiría.
7 Conesa, Pierre, La fabrication de l'ennemi, Paris, Robert Laffont, 2007, p. 180.
4El nuevo gobierno, cuyas intenciones eran prioritariamente democratizadoras y cuyo horizonte se basaba en reformas políticas que no afectaban ni al aparato militar ni a las estructuras de poder económico de la era porfirista, tuvo que enfrentarse a conflictos y oposiciones que fueron creciendo durante el año siguiente. La democratización de un régimen, al transformar a los sujetos en ciudadanos que empiezan a reclamar sus derechos, despierta todo tipo de conflictos7. En febrero de 1913 un golpe de Estado –alentado por el embajador estadunidense– terminó con la presidencia y con la vida de Madero, después de diez días de combates en el centro de la capital (la « decena trágica »). El general Huerta formó un gobierno de antiguos porfiristas y recurrió a medidas cada vez mas represivas para enfrentarse a la reacción de numerosos grupos que ya se habían levantado en armas contra Díaz, sobre todo en el norte. Particular relevancia tuvo, en un Estado federal como México, el desconocimiento de este gobierno « espurio », surgido de los cuarteles, por parte de las autoridades constituidas legalmente en los ricos estados limítrofes con los Estados Unidos : Sonora, Chihuahua, Coahuila. El gobernador de esta última entidad, Venustiano Carranza, se convirtió en el paladín de la restauración de la legalidad, planteando al mismo tiempo la necesidad de reformas institucionales para un México nuevo.
8 Eulalio Gutiérrez, Roque González Garza, Francisco Lagos Cházaro.
5Ante tal oposición, el gobierno huertista no podía durar. Fue derrotado por los ejércitos del norte que tomaron la ciudad de México en julio de 1914. Si en el levantamiento contra la usurpación de Huerta se había integrado una alianza de fuerzas dispares, con la victoria se abrieron las fisuras entre sus participantes. ¿Cómo reorganizar el país ? ¿En quién debía recaer el poder ? Las discusiones sobre el desarme de unos y otros se iniciaron en la capital pero se llevaron pronto a Aguascalientes, ciudad intermedia entre el centro y el norte, donde se reunió una asamblea de representantes de los diversos grupos sublevados y donde pronto se volvieron abismales las grietas entre ellos. Unos insistían en un debate abierto a todas las fuerzas en armas, en una asamblea que encarnaba la diversidad surgida en los combates contra Huerta. Su nombre mismo, « Soberana Convención Revolucionaria », suponía la proclamación del poder supremo, un programa y una visión del futuro del país. Otros enarbolaban la previa y necesaria reformulación de la Constitución liberal de 1857 que debía adaptarse a las exigencias del México del siglo XX. La lucha fue sangrienta entre las fuerzas armadas de los bandos que se organizaron, respectivamente en la División del Norte y en el Ejército Constitucionalista. Frente a Venustiano Carranza, el autoproclamado « Primer Jefe », tres presidentes provisionales y sucesivos, surgidos en el calor de los debates de la Convención, tres presidentes cuyos nombres se pierden en la confusión y el olvido8. Más que profesar claramente ideologías opuestas, las facciones eran fieles a los caudillos que les movían. Pero los historiadores han encontrado en este período, de forma rudimentaria, intereses de los distintos grupos sociales y regionales : rancheros y trabajadores mineros en el norte, peones y campesinos en el sur, obreros de la naciente industria y capas urbanas ; la dimensión étnica, indígena, casi no se planteaba en cuanto tal.
Respuesta:
Se armó en 1910, en las semanas que siguieron al 16 de septiembre, a las suntuosas fiestas del Centenario de la Independencia con las que el general Porfirio Díaz –que se mantuvo en el poder durante casi cuatro décadas– celebraba una larga época de orden y progreso. Una intensa agitación contra su enésima reelección se iniciaba entonces, encarnada en el « plan de San Luis » y en la alternativa electoral de un joven hacendado del norte, Francisco Madero. En unas cuantas semanas, levantamientos simultáneos se dieron en diversas zonas del país siguiendo sus consignas –de hecho fue » una insurrección de cien cabezas »5. El viejo dictador tuvo que renunciar y se exilió, organizándose una nueva consulta en la que Madero fue abrumadoramente electo a fines de 1911 –una de las poquísimas consultas electorales fidedignas en la historia del país. Apenas empezaban las dificultades. Ese mismo año de 1911 Luis Cabrera, quien se volvería un importante protagonista del proceso que se iniciaba, escribió que « La Revolución es la Revolución » : una « Revolución de verdad » y no un mero cambio de gobierno6. Y como él mismo diría más tarde, no fue nada entonces, en comparación de aquello en lo que posteriormente se convertiría.
7 Conesa, Pierre, La fabrication de l'ennemi, Paris, Robert Laffont, 2007, p. 180.
4El nuevo gobierno, cuyas intenciones eran prioritariamente democratizadoras y cuyo horizonte se basaba en reformas políticas que no afectaban ni al aparato militar ni a las estructuras de poder económico de la era porfirista, tuvo que enfrentarse a conflictos y oposiciones que fueron creciendo durante el año siguiente. La democratización de un régimen, al transformar a los sujetos en ciudadanos que empiezan a reclamar sus derechos, despierta todo tipo de conflictos7. En febrero de 1913 un golpe de Estado –alentado por el embajador estadunidense– terminó con la presidencia y con la vida de Madero, después de diez días de combates en el centro de la capital (la « decena trágica »). El general Huerta formó un gobierno de antiguos porfiristas y recurrió a medidas cada vez mas represivas para enfrentarse a la reacción de numerosos grupos que ya se habían levantado en armas contra Díaz, sobre todo en el norte. Particular relevancia tuvo, en un Estado federal como México, el desconocimiento de este gobierno « espurio », surgido de los cuarteles, por parte de las autoridades constituidas legalmente en los ricos estados limítrofes con los Estados Unidos : Sonora, Chihuahua, Coahuila. El gobernador de esta última entidad, Venustiano Carranza, se convirtió en el paladín de la restauración de la legalidad, planteando al mismo tiempo la necesidad de reformas institucionales para un México nuevo.
8 Eulalio Gutiérrez, Roque González Garza, Francisco Lagos Cházaro.
5Ante tal oposición, el gobierno huertista no podía durar. Fue derrotado por los ejércitos del norte que tomaron la ciudad de México en julio de 1914. Si en el levantamiento contra la usurpación de Huerta se había integrado una alianza de fuerzas dispares, con la victoria se abrieron las fisuras entre sus participantes. ¿Cómo reorganizar el país ? ¿En quién debía recaer el poder ? Las discusiones sobre el desarme de unos y otros se iniciaron en la capital pero se llevaron pronto a Aguascalientes, ciudad intermedia entre el centro y el norte, donde se reunió una asamblea de representantes de los diversos grupos sublevados y donde pronto se volvieron abismales las grietas entre ellos. Unos insistían en un debate abierto a todas las fuerzas en armas, en una asamblea que encarnaba la diversidad surgida en los combates contra Huerta. Su nombre mismo, « Soberana Convención Revolucionaria », suponía la proclamación del poder supremo, un programa y una visión del futuro del país. Otros enarbolaban la previa y necesaria reformulación de la Constitución liberal de 1857 que debía adaptarse a las exigencias del México del siglo XX. La lucha fue sangrienta entre las fuerzas armadas de los bandos que se organizaron, respectivamente en la División del Norte y en el Ejército Constitucionalista. Frente a Venustiano Carranza, el autoproclamado « Primer Jefe », tres presidentes provisionales y sucesivos, surgidos en el calor de los debates de la Convención, tres presidentes cuyos nombres se pierden en la confusión y el olvido8. Más que profesar claramente ideologías opuestas, las facciones eran fieles a los caudillos que les movían. Pero los historiadores han encontrado en este período, de forma rudimentaria, intereses de los distintos grupos sociales y regionales : rancheros y trabajadores mineros en el norte, peones y campesinos en el sur, obreros de la naciente industria y capas urbanas ; la dimensión étnica, indígena, casi no se planteaba en cuanto tal.
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