La sobreexplotación del trabajo asalariado en minas, fábricas y haciendas.- Si ciertamente durante el porfiriato se dio un gran crecimiento económico, éste fue posible a la explotación del pueblo trabajador y a la explotación inmoderada de los recursos naturales. Los peones en las haciendas trabajaban de sol a sol, las deudas con la hacienda, injustas, se heredaban de padre a hijo, les pagaban un raquítico salario y además sufrían constantes humillaciones y vejaciones por parte de los hacendados que eran totalmente inmunes por cuanto delito cometían. En las fábricas de los extranjeros, los obreros trabajaban largas jornadas de trabajo (12 a 14 horas diarias), con mísero salario, sin indemnizaciones, pensiones ni ninguna prestación social de la que ahora gozan los trabajadores. Trabajaban mujeres embarazadas, menores de edad, en fin era una explotación cercana a la esclavitud, aunque ésta, según Kenneth Turner, en su obra México Bárbaro, se encontraba, hacia finales del porfiriato en su más amplia y cruel expresión, principalmente en los valles henequeneros del Valle de Yucatán.
La sobreexplotación del trabajo asalariado en minas, fábricas y haciendas.- Si ciertamente durante el porfiriato se dio un gran crecimiento económico, éste fue posible a la explotación del pueblo trabajador y a la explotación inmoderada de los recursos naturales. Los peones en las haciendas trabajaban de sol a sol, las deudas con la hacienda, injustas, se heredaban de padre a hijo, les pagaban un raquítico salario y además sufrían constantes humillaciones y vejaciones por parte de los hacendados que eran totalmente inmunes por cuanto delito cometían. En las fábricas de los extranjeros, los obreros trabajaban largas jornadas de trabajo (12 a 14 horas diarias), con mísero salario, sin indemnizaciones, pensiones ni ninguna prestación social de la que ahora gozan los trabajadores. Trabajaban mujeres embarazadas, menores de edad, en fin era una explotación cercana a la esclavitud, aunque ésta, según Kenneth Turner, en su obra México Bárbaro, se encontraba, hacia finales del porfiriato en su más amplia y cruel expresión, principalmente en los valles henequeneros del Valle de Yucatán.