La gran depresión de la Baja Edad Media tiene sus orígenes en una profunda crisis económica. Esta crisis es resultado del desequilibrio entre el crecimiento demográfico que se registraba desde el siglo XI y los bajos rendimientos de una agricultura atrasada. A comienzos del siglo XIV una sucesión de malas cosechas, provocadas por adversidades climáticas, hacen que el equilibrio entre población y recursos se rompa. Se suceden así varias crisis de subsistencia, con una secuencia de hambre, difusión de epidemias e incremento de la mortalidad. La secuencia de una crisis de subsistencia es lógica: la escasez de alimentos provoca la desnutrición y la mayor vulnerabilidad del organismo ante el contagio de enfermedades infecciosas, lo que repercute en un aumento de la mortalidad. A su vez, el descenso demográfico provoca un descenso de la fuerza de trabajo y el descenso de la producción agrícola, con lo que se retroalimenta el círculo vicioso de hambre, enfermedad y muerte.
El panorama demográfico se caracteriza por un importante descenso de la población, sobre todo a raíz de la Peste Negra de 1348. A esto se suma el despoblamiento de localidades, que son abandonadas por los supervivientes. Al escasear la mano de obra, los salarios experimentan un alza que no compensa la subida de precios.
Desde el punto de vista social la crisis afecta a los grandes señores, que ven disminuir sus rentas, tanto por el descenso de la producción como por la subida de los salarios. Esto motivará la llamada reacción señorial, la reacción de los grandes señores que buscan compensar las pérdidas de dos formas: incrementando las exigencias sobre los campesinos o presionando al rey para que ceda más señoríos.
La presión señorial será causa de importantes revueltas campesinas. Como la de los remensas de Cataluña o los irmandiños gallegos. Igualmente, se produce un auge del antisemitismo. Los judíos son vistos como responsables de la crisis y son utilizados por la alta nobleza como víctimas contra las que desviar las iras populares. En 1391 se producen violentos ataques a las juderías y muchos judíos se convierten al cristianismo para salvar la vida. Es el origen del fenómeno de los conversos.
Desde el punto de vista político son años de guerras civiles: a veces son conflictos entre facciones nobiliarias pero, con más frecuencia, son guerras entre el rey y la nobleza, que intenta usurpar señoríos y rentas del patrimonio real.
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La gran depresión de la Baja Edad Media tiene sus orígenes en una profunda crisis económica. Esta crisis es resultado del desequilibrio entre el crecimiento demográfico que se registraba desde el siglo XI y los bajos rendimientos de una agricultura atrasada. A comienzos del siglo XIV una sucesión de malas cosechas, provocadas por adversidades climáticas, hacen que el equilibrio entre población y recursos se rompa. Se suceden así varias crisis de subsistencia, con una secuencia de hambre, difusión de epidemias e incremento de la mortalidad. La secuencia de una crisis de subsistencia es lógica: la escasez de alimentos provoca la desnutrición y la mayor vulnerabilidad del organismo ante el contagio de enfermedades infecciosas, lo que repercute en un aumento de la mortalidad. A su vez, el descenso demográfico provoca un descenso de la fuerza de trabajo y el descenso de la producción agrícola, con lo que se retroalimenta el círculo vicioso de hambre, enfermedad y muerte.
El panorama demográfico se caracteriza por un importante descenso de la población, sobre todo a raíz de la Peste Negra de 1348. A esto se suma el despoblamiento de localidades, que son abandonadas por los supervivientes. Al escasear la mano de obra, los salarios experimentan un alza que no compensa la subida de precios.
Desde el punto de vista social la crisis afecta a los grandes señores, que ven disminuir sus rentas, tanto por el descenso de la producción como por la subida de los salarios. Esto motivará la llamada reacción señorial, la reacción de los grandes señores que buscan compensar las pérdidas de dos formas: incrementando las exigencias sobre los campesinos o presionando al rey para que ceda más señoríos.
La presión señorial será causa de importantes revueltas campesinas. Como la de los remensas de Cataluña o los irmandiños gallegos. Igualmente, se produce un auge del antisemitismo. Los judíos son vistos como responsables de la crisis y son utilizados por la alta nobleza como víctimas contra las que desviar las iras populares. En 1391 se producen violentos ataques a las juderías y muchos judíos se convierten al cristianismo para salvar la vida. Es el origen del fenómeno de los conversos.
Desde el punto de vista político son años de guerras civiles: a veces son conflictos entre facciones nobiliarias pero, con más frecuencia, son guerras entre el rey y la nobleza, que intenta usurpar señoríos y rentas del patrimonio real.