El año 1946 fue escenario de una creciente desconfianza entre los vencedores. Por un lado, el fin de la guerra mundial había desencadenado en Grecia y China, sendas guerras civiles donde se enfrentaban pro-comunistas y pro-occidentales; por otro, la creciente tensión entre soviéticos y norteamericanos se reflejaba en las comunicaciones diplomáticas: ambas potencias se acusaban mutuamente de pretender dominar el mundo.
El año 1946 fue escenario de una creciente desconfianza entre los vencedores. Por un lado, el fin de la guerra mundial había desencadenado en Grecia y China, sendas guerras civiles donde se enfrentaban pro-comunistas y pro-occidentales; por otro, la creciente tensión entre soviéticos y norteamericanos se reflejaba en las comunicaciones diplomáticas: ambas potencias se acusaban mutuamente de pretender dominar el mundo.