El proceso de evangelización tiene tres dimensiones, así como otra etapa muy importante, que algunos llaman “pre-evangelización”, y que debe realizarse previamente.
Esta fase inicial corresponde al llamado al discipulado. El Evangelio nos muestra que los discípulos eran llamados a Cristo, no con discursos abstractos, sino por un encuentro con Cristo mismo o, después de Pentecostés, con hombres y mujeres encendidos por el Espíritu Santo. Los apóstoles enseñaban la doctrina, claro, pero era el firme fundamento de una fe viva lo que llevaba las palabras hasta el corazón de sus oyentes, mostrando que ellos también podían ser transformados. Lo que cada cristiano convertido entiende en algún momento es que se le ofrece no sólo una lista de reglas o un conjunto de doctrinas, sino también el secreto de la felicidad verdadera.
Si una persona no se siente atraída hacia Cristo y no aprecia la necesidad de la salvación, no se puede esperar que escuche las enseñanzas de la Iglesia con verdadera atención, así como un tema académico que no parece tener conexión con su propia vida siempre suena aburrido. Debemos encontrar formas de presentar este llamado de Cristo y alimentar el interés para convertirlo en un deseo de seguirlo.
En ocasiones una obra de ficción puede despertar el anhelo por la alegría y felicidad que sólo Dios puede brindar: las Crónicas de Narnia de C.S. Lewis son un buen ejemplo de ello (de hecho, el autor ha dicho que en parte fueron escritas con esta idea en mente). El propio Lewis sintió esa alegría interior y descubrió una forma de comunicarla a los demás. De la misma forma, tanto una obra de arte, una música, una canción, una poesía o una biografía tienen una importancia vital cuando se trata de abrir nuestro corazón al llamado de Dios. A veces, esto se llama “el camino de la belleza”.
Respuesta:
El proceso de evangelización tiene tres dimensiones, así como otra etapa muy importante, que algunos llaman “pre-evangelización”, y que debe realizarse previamente.
Esta fase inicial corresponde al llamado al discipulado. El Evangelio nos muestra que los discípulos eran llamados a Cristo, no con discursos abstractos, sino por un encuentro con Cristo mismo o, después de Pentecostés, con hombres y mujeres encendidos por el Espíritu Santo. Los apóstoles enseñaban la doctrina, claro, pero era el firme fundamento de una fe viva lo que llevaba las palabras hasta el corazón de sus oyentes, mostrando que ellos también podían ser transformados. Lo que cada cristiano convertido entiende en algún momento es que se le ofrece no sólo una lista de reglas o un conjunto de doctrinas, sino también el secreto de la felicidad verdadera.
Si una persona no se siente atraída hacia Cristo y no aprecia la necesidad de la salvación, no se puede esperar que escuche las enseñanzas de la Iglesia con verdadera atención, así como un tema académico que no parece tener conexión con su propia vida siempre suena aburrido. Debemos encontrar formas de presentar este llamado de Cristo y alimentar el interés para convertirlo en un deseo de seguirlo.
En ocasiones una obra de ficción puede despertar el anhelo por la alegría y felicidad que sólo Dios puede brindar: las Crónicas de Narnia de C.S. Lewis son un buen ejemplo de ello (de hecho, el autor ha dicho que en parte fueron escritas con esta idea en mente). El propio Lewis sintió esa alegría interior y descubrió una forma de comunicarla a los demás. De la misma forma, tanto una obra de arte, una música, una canción, una poesía o una biografía tienen una importancia vital cuando se trata de abrir nuestro corazón al llamado de Dios. A veces, esto se llama “el camino de la belleza”.
Explicación:
tiene mucho texto ._.
Respuesta:
me sirvió mucho aunque tiene mucho texto . -. pero bueno uwu