Entre las malas lecturas que se le ha hecho a esta autora, resalta la feminista. La misma Arredondo siempre se resistió a que la incluyeran entre las feministas: ella era una artista, una escritora, y el arte carece de sexo; es impersonal, atemporal y va siempre más lejos de quien lo produce. Sostiene Arredondo —citada por su mejor biógrafa, Claudia Albarrán—: «no creo en el feminismo, no existe para mí. A mí me gustaría estar entre los cuentistas, pero sin distingos de sexo, simplemente con los cuentistas».
Arredondo fue también una lúcida escritora que pasaba horas —como ella misma dice— rumiando «la verdad de cada una de las palabras» que se integrarían al cuento: «En mi prosa no hay desperdicios. Me impongo la disciplina de buscar la palabra exacta, no me conformo con sinónimos». Esta voluntad flaubertiana de perfección dio frutos exquisitos, los cuentos. Entre ellos, recuerdo bien «La sunamita» (del libro La señal, de 1965), cuyo tema es el vampirismo desde una óptica muy original: un viejo que le va «chupando» la vida a la joven con quien se casó in extremis. ¿Y qué decir de esas joyas de la minificción: «Año nuevo» y «Orfandad»? En esta ocasión, me detendré en «Las mariposas nocturnas», que se desarrolla en la época del porfiriato, época literariamente marcada por el modernismo, y desde el punto de vista cultural de la clase alta, por el afrancesamiento y el cosmopolitismo. La autora supo transmitir con verosimilitud esas atmósferas: el cuento se adecua a la época que describe y también a la clase social, pero va mucho más allá de eso. Podría incluso considerarse un cuento de formación, una auténtica iniciación.
El autor realiza una metáfora utilizando como ejemplo la metamorfosis de una mariposa. En la cual hace referencia de la necesidad de aprender a enfrentar, contender distintos problemas y dificultades del día a día tomando en cuenta que todo sucede a su tiempo, cuando estamos preparados.
Respuesta:
Entre las malas lecturas que se le ha hecho a esta autora, resalta la feminista. La misma Arredondo siempre se resistió a que la incluyeran entre las feministas: ella era una artista, una escritora, y el arte carece de sexo; es impersonal, atemporal y va siempre más lejos de quien lo produce. Sostiene Arredondo —citada por su mejor biógrafa, Claudia Albarrán—: «no creo en el feminismo, no existe para mí. A mí me gustaría estar entre los cuentistas, pero sin distingos de sexo, simplemente con los cuentistas».
Arredondo fue también una lúcida escritora que pasaba horas —como ella misma dice— rumiando «la verdad de cada una de las palabras» que se integrarían al cuento: «En mi prosa no hay desperdicios. Me impongo la disciplina de buscar la palabra exacta, no me conformo con sinónimos». Esta voluntad flaubertiana de perfección dio frutos exquisitos, los cuentos. Entre ellos, recuerdo bien «La sunamita» (del libro La señal, de 1965), cuyo tema es el vampirismo desde una óptica muy original: un viejo que le va «chupando» la vida a la joven con quien se casó in extremis. ¿Y qué decir de esas joyas de la minificción: «Año nuevo» y «Orfandad»? En esta ocasión, me detendré en «Las mariposas nocturnas», que se desarrolla en la época del porfiriato, época literariamente marcada por el modernismo, y desde el punto de vista cultural de la clase alta, por el afrancesamiento y el cosmopolitismo. La autora supo transmitir con verosimilitud esas atmósferas: el cuento se adecua a la época que describe y también a la clase social, pero va mucho más allá de eso. Podría incluso considerarse un cuento de formación, una auténtica iniciación.
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El autor realiza una metáfora utilizando como ejemplo la metamorfosis de una mariposa. En la cual hace referencia de la necesidad de aprender a enfrentar, contender distintos problemas y dificultades del día a día tomando en cuenta que todo sucede a su tiempo, cuando estamos preparados.
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