La psicología occidental ha querido desde hace algún tiempo comprobar si efectivamente la práctica de la meditación produce en el organismo la misma serie de variaciones fisiológicas que en general caracterizan al estado de relajación física. Los factores tomados en consideración son: menos presión sanguínea, cambio del ritmo cerebral de ondas beta a ondas alfa, reducción de los niveles hormonales de estrés (adrenalina, nordrenalina), etc. Pero la valoración basada en el análisis de los parámetros fisiológicos no ha conseguido establecer una clara diferencia (cuantitativa y cualitativa). Entre los efectos producidos por simples técnicas de relajación (por ejemplo sesiones dirigidas por mi persona de entrenamiento autógeno), y los efectos de la práctica meditativa, de nivel medio-bajo. Un método utilizado posteriormente en psicología para tratar de evaluar con objetividad los efectos de la meditación consiste en la realización de cuestionarios que, desafortunadamente, excluyen a priori la posibilidad de comprender las experiencias interiores, meramente subjetivas, del individuo preguntado. Otro límite con el que se encuentran las investigaciones científicas actuales sobre la meditación es que siempre se eligen a practicantes de nivel medio y casi nunca a yoguis expertos con elevado grado de conciencia y familiaridad con las técnicas Yoguica. Otra carencia de estos estudios es que sólo toman en cuenta algunos tipos de meditación, en general la trascendental y algo de zen, sin profundizar en las que, obviamente, hay un fuerte comportamiento ligado a la relajación física. Los estudios de psicología clínica, que venimos realizando además, han comprobado que la meditación no es accesible para todo el mundo: para servirse de ella de modo constructivo y eficaz es necesario poseer un discreto grado de auto-disciplina. La actividad de nuestro cerebro se produce mediante ondas eléctricas que viajan a diversa frecuencia. La frecuencia típica del estado de vigilia, es decir, del estado de conciencia en el que estamos despiertos, conscientes y esforzándonos en realizar cualquier actividad, es denominada beta .Las ondas cerebrales pequeñas, breves, muy juntas unas con otras, mal sincronizadas, atestiguan que se está produciendo una intensa actividad psíquica : el cerebro trabaja en una frecuencia vibratoria de 20 ciclos por segundo y está preparado para recoger las informaciones provenientes del exterior: las selecciona, las clasifica, las reelabora y las asume. La tensión neuro-muscular produce bloqueos, y hace gastar tanta energía que luego sobreviene el “desplomo” inevitable. Se alteran así estados de agitación y conflictos internos que no ayudan a la persona que trata desafortunadamente en comprender la técnica de la meditación. Gracias, a una previa relajación llamada “atención” se puede preparar el ritmo de la actividad cerebral, para que se ralentice y las ondas cerebrales se separen entre sí, son más lentas y más definidas: son las llamadas ondas alfa, cuya frecuencia es de entre 8 y 13 ciclos por segundo. A pesar de que la conciencia está alerta, la actividad senso-motriz está reducida al mínimo: es el estado que se experimenta en el duermevela y al despertarse, cuando al umbral de la conciencia se asoman por unos instantes intuiciones e imágenes mentales desconectadas de la situación real presente. Las transmisiones de los impulsos nerviosos vibratorios se llevan a cabo mediante cambios (físico-químicos), asociados a alteraciones eléctricas que tienen lugar en las membranas que envuelven las neuronas. La relajación más profunda consigue que el cerebro trabaje en el nivel theta, con una frecuencia de 5-6 ciclos por segundo. Las ondas cerebrales son claramente lentas y amplias, y el inconsciente gana espacio. Es el nivel del sueño profundo y de la actividad onírica. Nos encontramos en otra dimensión en la cual desarrollamos una actividad muy intensa desvinculada de los límites espaciotemporales que nos condicionan cuando estamos despiertos. Cuando la relajación se lleva al máximo nivel el cerebro trabaja al ritmo de las ondas delta, cuya frecuencia es de 3 o 4 ciclos por segundo. La actividad racional está completamente ausente, mientras que el inconsciente se ocupa de mantener al mínimo las principales actividades vitales del organismo. Con las técnicas de meditación bien aplicadas con personas o pacientes que previamente hayan realizado diferentes técnicas psicocorporales de relajación podemos alcanzar estos diversos niveles de conciencia voluntariamente, solamente bajo la dirección de un maestro de la meditación, que en su caso trate estas técnicas de relajación como profesional autorizado.
La psicología occidental ha querido desde hace algún tiempo comprobar si efectivamente la práctica de la meditación produce en el organismo la misma serie de variaciones fisiológicas que en general caracterizan al estado de relajación física. Los factores tomados en consideración son: menos presión sanguínea, cambio del ritmo cerebral de ondas beta a ondas alfa, reducción de los niveles hormonales de estrés (adrenalina, nordrenalina), etc. Pero la valoración basada en el análisis de los parámetros fisiológicos no ha conseguido establecer una clara diferencia (cuantitativa y cualitativa). Entre los efectos producidos por simples técnicas de relajación (por ejemplo sesiones dirigidas por mi persona de entrenamiento autógeno), y los efectos de la práctica meditativa, de nivel medio-bajo.
1 Me gustaCompartida 3 vecesCompartirUn método utilizado posteriormente en psicología para tratar de evaluar con objetividad los efectos de la meditación consiste en la realización de cuestionarios que, desafortunadamente, excluyen a priori la posibilidad de comprender las experiencias interiores, meramente subjetivas, del individuo preguntado.
Otro límite con el que se encuentran las investigaciones científicas actuales sobre la meditación es que siempre se eligen a practicantes de nivel medio y casi nunca a yoguis expertos con elevado grado de conciencia y familiaridad con las técnicas Yoguica. Otra carencia de estos estudios es que sólo toman en cuenta algunos tipos de meditación, en general la trascendental y algo de zen, sin profundizar en las que, obviamente, hay un fuerte comportamiento ligado a la relajación física.
Los estudios de psicología clínica, que venimos realizando además, han comprobado que la meditación no es accesible para todo el mundo: para servirse de ella de modo constructivo y eficaz es necesario poseer un discreto grado de auto-disciplina. La actividad de nuestro cerebro se produce mediante ondas eléctricas que viajan a diversa frecuencia. La frecuencia típica del estado de vigilia, es decir, del estado de conciencia en el que estamos despiertos, conscientes y esforzándonos en realizar cualquier actividad, es denominada beta .Las ondas cerebrales pequeñas, breves, muy juntas unas con otras, mal sincronizadas, atestiguan que se está produciendo una intensa actividad psíquica : el cerebro trabaja en una frecuencia vibratoria de 20 ciclos por segundo y está preparado para recoger las informaciones provenientes del exterior: las selecciona, las clasifica, las reelabora y las asume.
La tensión neuro-muscular produce bloqueos, y hace gastar tanta energía que luego sobreviene el “desplomo” inevitable. Se alteran así estados de agitación y conflictos internos que no ayudan a la persona que trata desafortunadamente en comprender la técnica de la meditación.
Gracias, a una previa relajación llamada “atención” se puede preparar el ritmo de la actividad cerebral, para que se ralentice y las ondas cerebrales se separen entre sí, son más lentas y más definidas: son las llamadas ondas alfa, cuya frecuencia es de entre 8 y 13 ciclos por segundo. A pesar de que la conciencia está alerta, la actividad senso-motriz está reducida al mínimo: es el estado que se experimenta en el duermevela y al despertarse, cuando al umbral de la conciencia se asoman por unos instantes intuiciones e imágenes mentales desconectadas de la situación real presente.
Las transmisiones de los impulsos nerviosos vibratorios se llevan a cabo mediante cambios (físico-químicos), asociados a alteraciones eléctricas que tienen lugar en las membranas que envuelven las neuronas.
La relajación más profunda consigue que el cerebro trabaje en el nivel theta, con una frecuencia de 5-6 ciclos por segundo. Las ondas cerebrales son claramente lentas y amplias, y el inconsciente gana espacio. Es el nivel del sueño profundo y de la actividad onírica. Nos encontramos en otra dimensión en la cual desarrollamos una actividad muy intensa desvinculada de los límites espaciotemporales que nos condicionan cuando estamos despiertos.
Cuando la relajación se lleva al máximo nivel el cerebro trabaja al ritmo de las ondas delta, cuya frecuencia es de 3 o 4 ciclos por segundo. La actividad racional está completamente ausente, mientras que el inconsciente se ocupa de mantener al mínimo las principales actividades vitales del organismo.
Con las técnicas de meditación bien aplicadas con personas o pacientes que previamente hayan realizado diferentes técnicas psicocorporales de relajación podemos alcanzar estos diversos niveles de conciencia voluntariamente, solamente bajo la dirección de un maestro de la meditación, que en su caso trate estas técnicas de relajación como profesional autorizado.