os modelos económicos opuestos han dado vida a la política económica de nuestro país a partir de la Segunda Guerra Mundial. El primero es el modelo keynesiano o economía de tipo proteccionista, donde el Estado intervenía directa y fuertemente en la vida económica de la nación.
Este modelo permitió el crecimiento de la industria y la formación del capital básico para su expansión; pero al mismo tiempo propició una industria ineficiente en términos de calidad y costos, lo que la hace inoperante y poco competitiva a nivel internacional.
El segundo modelo es el monetarista o neoliberal en el cual se busca una mayor competencia entre particulares y la eliminación paulatina del papel del Estado en el aspecto económico de la nación.
De esta forma, la competitividad de los productos y de las industrias a nivel internacional estaba asegurada, hecho que propiciaría un nuevo despegue de la economía mexicana. Sin embargo, detrás de la máscara de la competitividad estaba la brutalidad del capitalismo salvaje explotando desmedidamente a la clase trabajadora con el afán de acumular ganancia.
La segunda conflagración mundial dio un gran estímulo al crecimiento de la economía mexicana. De 1940 a 1956 se da en México un período de crecimiento hacia afuera, basado en el dinamismo del sector primario. Esta política puede definirse como crecimiento sin desarrollo, ya que el número de industrias del país aumentó, pero sin la base sólida que es la libre competencia, que le permitiera desarrollarse económicamente.
De 1956 a 1970 gira ciento ochenta grados la economía mexicana creciendo hacia adentro, basada en el dinamismo del sector industrial, contrayendo la estabilidad de precios y ajustándose a los problemas productivos y financieros por los que pasó el país.
En el primer modelo, “la expansión [de la industria y] del capitalismo en México [fueron impulsados] por procesos… vinculados al desarrollo extensivo… [es decir] por un dinámico proceso de sustitución de importaciones, decididamente favorecido por la política de protección a la industria.” [1] Hubo un cambio en el tipo de producción, donde lentamente la industria transformativa se separa de la extractiva al igual que la manufactura de la agricultura.
Poco a poco esta última se va convirtiendo en un elemento básico de aquella al pasar a ser materia prima que se transforma en mercancías. Este impulso también desarrolló la división social del trabajo.
Así, creció rápidamente la producción mercantil a expensas de la agrícola ya que de 1940 a 1950 esta última, pasó de 46.9 % a 17.9 %. [2] Y por su parte, la proporción de la población urbana en relación con la rural, se incrementó de 35 % a 51.5 % de 1940 a 1960. [3] El siguiente cuadro muestra la predominancia que va adquiriendo la población urbana.
os modelos económicos opuestos han dado vida a la política económica de nuestro país a partir de la Segunda Guerra Mundial. El primero es el modelo keynesiano o economía de tipo proteccionista, donde el Estado intervenía directa y fuertemente en la vida económica de la nación.
Este modelo permitió el crecimiento de la industria y la formación del capital básico para su expansión; pero al mismo tiempo propició una industria ineficiente en términos de calidad y costos, lo que la hace inoperante y poco competitiva a nivel internacional.
El segundo modelo es el monetarista o neoliberal en el cual se busca una mayor competencia entre particulares y la eliminación paulatina del papel del Estado en el aspecto económico de la nación.
De esta forma, la competitividad de los productos y de las industrias a nivel internacional estaba asegurada, hecho que propiciaría un nuevo despegue de la economía mexicana. Sin embargo, detrás de la máscara de la competitividad estaba la brutalidad del capitalismo salvaje explotando desmedidamente a la clase trabajadora con el afán de acumular ganancia.
La segunda conflagración mundial dio un gran estímulo al crecimiento de la economía mexicana. De 1940 a 1956 se da en México un período de crecimiento hacia afuera, basado en el dinamismo del sector primario. Esta política puede definirse como crecimiento sin desarrollo, ya que el número de industrias del país aumentó, pero sin la base sólida que es la libre competencia, que le permitiera desarrollarse económicamente.
De 1956 a 1970 gira ciento ochenta grados la economía mexicana creciendo hacia adentro, basada en el dinamismo del sector industrial, contrayendo la estabilidad de precios y ajustándose a los problemas productivos y financieros por los que pasó el país.
En el primer modelo, “la expansión [de la industria y] del capitalismo en México [fueron impulsados] por procesos… vinculados al desarrollo extensivo… [es decir] por un dinámico proceso de sustitución de importaciones, decididamente favorecido por la política de protección a la industria.” [1] Hubo un cambio en el tipo de producción, donde lentamente la industria transformativa se separa de la extractiva al igual que la manufactura de la agricultura.
Poco a poco esta última se va convirtiendo en un elemento básico de aquella al pasar a ser materia prima que se transforma en mercancías. Este impulso también desarrolló la división social del trabajo.
Así, creció rápidamente la producción mercantil a expensas de la agrícola ya que de 1940 a 1950 esta última, pasó de 46.9 % a 17.9 %. [2] Y por su parte, la proporción de la población urbana en relación con la rural, se incrementó de 35 % a 51.5 % de 1940 a 1960. [3] El siguiente cuadro muestra la predominancia que va adquiriendo la población urbana.