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Fue una noche de invierno al salir de un bar poco recomendable para señoritas, yo me apuraba buscando en el bolso las llaves del coche, cuando noté una sombra aproximarse por mi espalda, no era momento para sentir miedo pero sí para estar en guardia. Aquella sombra, resultó ser una anciana de mirada dulce, que desentonaba aún más en el lugar que yo, se aproximó lentamente, como si sus pasos estuvieran cansados de arrastrar el peso del tiempo y al llegar a mi lado tan solo me miró, como si esperara que yo fuera la primera en hablar y así lo hice, no soy muy amiga de los silencios. Tras mi saludo inicial, ella respondió con un cordial "buenas noches", a lo que siguió el relato de una historia que aún me sigue sorprendiendo.
"Tú no le conoces, pero a la vez todos saben de él, se esconde en un silencio, en cada sombra, resistiendo así las embestidas del tiempo, observa desde lejos pero con la suficiente cercanía como para estar en cada momento, no es malo ni bueno, simplemente es…" Ante mi mirada de asombro, ella guardó un segundo de silencio, tomó aire y continuó
"Él suele frecuentar lugares como este, se le ha visto venir cada noche en los últimos 80 años y aún así, sigue manteniendo el mismo aspecto que el primer día, ni una arruga, ni una cana, ni un solo cambio en su rostro o en su cuerpo, en su tono de voz pausado o en la elegancia con la que camina. Cada noche desde que cumplí los 15, he venido a verle, entra, observa, toma un par de copas y se marcha, al cabo de unos pasos desaparece entre las sombras, nadie conoce su nombre, de dónde viene o adónde va. Hoy es la primera noche que ha faltado, tal vez no regrese o tal vez, es que haya regresado al mundo del que salió… quién sabe?"
Así la anciana dio por concluida su historia, se marchó lentamente, con la misma parsimonia con la que llegó hasta mi, yo respiré hondo y entré en el coche, invadida por un nerviosismo extraño, esa historia había dejado muchos interrogantes en mi cabeza, introduje la llave en el contacto y al comprobar por el retrovisor que podía dar marcha atrás, pasó una sombra fugaz y en la luna trasera pudo leerse claramente la palabra "AMAROZ"
Tras mi saludo inicial, ella respondió con un cordial "buenas noches", a lo que siguió el relato de una historia que aún me sigue sorprendiendo.
"Tú no le conoces, pero a la vez todos saben de él, se esconde en un silencio, en cada sombra, resistiendo así las embestidas del tiempo, observa desde lejos pero con la suficiente cercanía como para estar en cada momento, no es malo ni bueno, simplemente es…"
Ante mi mirada de asombro, ella guardó un segundo de silencio, tomó aire y continuó
"Él suele frecuentar lugares como este, se le ha visto venir cada noche en los últimos 80 años y aún así, sigue manteniendo el mismo aspecto que el primer día, ni una arruga, ni una cana, ni un solo cambio en su rostro o en su cuerpo, en su tono de voz pausado o en la elegancia con la que camina. Cada noche desde que cumplí los 15, he venido a verle, entra, observa, toma un par de copas y se marcha, al cabo de unos pasos desaparece entre las sombras, nadie conoce su nombre, de dónde viene o adónde va. Hoy es la primera noche que ha faltado, tal vez no regrese o tal vez, es que haya regresado al mundo del que salió… quién sabe?"
Así la anciana dio por concluida su historia, se marchó lentamente, con la misma parsimonia con la que llegó hasta mi, yo respiré hondo y entré en el coche, invadida por un nerviosismo extraño, esa historia había dejado muchos interrogantes en mi cabeza, introduje la llave en el contacto y al comprobar por el retrovisor que podía dar marcha atrás, pasó una sombra fugaz y en la luna trasera pudo leerse claramente la palabra "AMAROZ"