Cuando hablamos de una mente racional, hacemos referencia a ese aspecto de la mente que se caracteriza por el pensamiento. No importa a qué hipótesis o conjeturas arribemos, no importa si simplemente cavilamos en cuestiones cotidianas, no importa si la lógica utilizada nos lleva a tomar decisiones correctas o incorrectas. Cada vez que pensamos, bien o mal, mucho o poco, sobre temas importantes o superfluos, estamos haciendo uso de nuestro aspecto racional. En cambio, cuando hablamos de nuestra mente emocional, nos referimos a ese aspecto mental vinculado al sentir. No importa si nuestros sentimientos son de felicidad o de tristeza, no importa si se trata de amor o de odio, no importa si se trata de una gran emoción o de una insignificante. Cada vez que sentimos, se pone en juego nuestro aspecto emocional.
Explicación:Quien sólo racionaliza, sin tomar en consideración sus propios sentimientos, puede llegar a tomar decisiones que, finalmente, lo llevarán a un desenlace emocional de frustración o desamparo. Quien sólo se conecta con el sentir, actuando únicamente en función de sus emociones y sin dar nunca paso a la razón, puede ser víctima de sus propios impulsos descontrolados. Tanto uno como el otro, el excesivamente racional (rígido) y el excesivamente emocional (flexible), concluirán siendo presas de la angustia. Por ello que es preciso encontrar el punto medio, ese en donde razón y emocionalidad interactúen y lleguen a un acuerdo.
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Respuesta:
Cuando hablamos de una mente racional, hacemos referencia a ese aspecto de la mente que se caracteriza por el pensamiento. No importa a qué hipótesis o conjeturas arribemos, no importa si simplemente cavilamos en cuestiones cotidianas, no importa si la lógica utilizada nos lleva a tomar decisiones correctas o incorrectas. Cada vez que pensamos, bien o mal, mucho o poco, sobre temas importantes o superfluos, estamos haciendo uso de nuestro aspecto racional. En cambio, cuando hablamos de nuestra mente emocional, nos referimos a ese aspecto mental vinculado al sentir. No importa si nuestros sentimientos son de felicidad o de tristeza, no importa si se trata de amor o de odio, no importa si se trata de una gran emoción o de una insignificante. Cada vez que sentimos, se pone en juego nuestro aspecto emocional.
Explicación:Quien sólo racionaliza, sin tomar en consideración sus propios sentimientos, puede llegar a tomar decisiones que, finalmente, lo llevarán a un desenlace emocional de frustración o desamparo. Quien sólo se conecta con el sentir, actuando únicamente en función de sus emociones y sin dar nunca paso a la razón, puede ser víctima de sus propios impulsos descontrolados. Tanto uno como el otro, el excesivamente racional (rígido) y el excesivamente emocional (flexible), concluirán siendo presas de la angustia. Por ello que es preciso encontrar el punto medio, ese en donde razón y emocionalidad interactúen y lleguen a un acuerdo.