Durante un encuentro o una charla con otra persona se produce un intercambio de información, impresiones, sensaciones, que va mucho más allá de lo que se pueda decir con palabras. Las posturas corporales, los gestos, el tono de la voz, los movimientos de las manos, constituyen lo que se denomina la comunicación no verbal y representa alrededor del setenta por ciento de la información total intercambiada. Uno podría pensar que esos gestos, posturas y movimientos pueden no ser leídos de manera consciente por la otra persona; y de hecho es muy probable que así sea. Sin embargo, el inconsciente sí que los detecta; de hecho, todos esos gestos, posturas y movimientos fueron enunciados por otro inconsciente: se trata entonces de una conversación entre inconscientes. Podemos decir entonces que cuando dos personas conversan hay en realidad dos diálogos: uno consciente, lo que se dicen con palabras; y otros inconsciente, lo que se dicen con el cuerpo. Pero esto no significa que cualquier persona sea capaz de detectar (ni siquiera de manera inconsciente) el mensaje no verbal del otro. Entender este otro lenguaje requiere de un aprendizaje, de experiencia y de una cierta apertura mental.
Pero aunque no seamos capaces de percibir toda la comunicación no verbal de manera consciente (o inconsciente), parte de esa información queda allí, en el inconsciente. Cuando decimos, por ejemplo, “este tipo no me gusta” y no sabemos muy bien por qué, quizás se deba a que estamos utilizando de manera inconsciente la información no verbal que nos transmite. Es posible que esto sea lo que normalmente llamamos intuición; es decir, que la intuición funcione utilizando de manera inconsciente información del inconsciente. Esto parece indemostrable, pero también lo es la idea de que el Universo está regido por leyes naturales y aquí estamos: con más de tres siglos de ciencia moderna. Como todo principio, esta hipótesis es indemostrable; sólo nos queda asumirla provisionalmente y ver a dónde nos lleva.
Quizás la resolución inconsciente de problemas, la epifanía, el “Eureka”, funcionen un poco de esta manera. Estoy convencido de que al trabajar en un problema (sea éste una teoría científica, pintar un cuadro o componer música) estamos absorbiendo de manera inconsciente mucha más información de la que creemos (y por supuesto, de la que adquirimos de manera consciente). Debemos por lo tanto buscar maneras de incrementar la información que el inconsciente es capaz de comprender; abrir el inconsciente. Debemos también estimular el intercambio de información entre el nivel consciente y el inconsciente, para potenciar así la resolución de problemas utilizando la inmensa capacidad del inconsciente. Creo que en este sentido el arte ha recorrido ya un largo camino y que podemos aprender mucho de ello.
Durante un encuentro o una charla con otra persona se produce un intercambio de información, impresiones, sensaciones, que va mucho más allá de lo que se pueda decir con palabras. Las posturas corporales, los gestos, el tono de la voz, los movimientos de las manos, constituyen lo que se denomina la comunicación no verbal y representa alrededor del setenta por ciento de la información total intercambiada. Uno podría pensar que esos gestos, posturas y movimientos pueden no ser leídos de manera consciente por la otra persona; y de hecho es muy probable que así sea. Sin embargo, el inconsciente sí que los detecta; de hecho, todos esos gestos, posturas y movimientos fueron enunciados por otro inconsciente: se trata entonces de una conversación entre inconscientes. Podemos decir entonces que cuando dos personas conversan hay en realidad dos diálogos: uno consciente, lo que se dicen con palabras; y otros inconsciente, lo que se dicen con el cuerpo. Pero esto no significa que cualquier persona sea capaz de detectar (ni siquiera de manera inconsciente) el mensaje no verbal del otro. Entender este otro lenguaje requiere de un aprendizaje, de experiencia y de una cierta apertura mental.
Pero aunque no seamos capaces de percibir toda la comunicación no verbal de manera consciente (o inconsciente), parte de esa información queda allí, en el inconsciente. Cuando decimos, por ejemplo, “este tipo no me gusta” y no sabemos muy bien por qué, quizás se deba a que estamos utilizando de manera inconsciente la información no verbal que nos transmite. Es posible que esto sea lo que normalmente llamamos intuición; es decir, que la intuición funcione utilizando de manera inconsciente información del inconsciente. Esto parece indemostrable, pero también lo es la idea de que el Universo está regido por leyes naturales y aquí estamos: con más de tres siglos de ciencia moderna. Como todo principio, esta hipótesis es indemostrable; sólo nos queda asumirla provisionalmente y ver a dónde nos lleva.
Quizás la resolución inconsciente de problemas, la epifanía, el “Eureka”, funcionen un poco de esta manera. Estoy convencido de que al trabajar en un problema (sea éste una teoría científica, pintar un cuadro o componer música) estamos absorbiendo de manera inconsciente mucha más información de la que creemos (y por supuesto, de la que adquirimos de manera consciente). Debemos por lo tanto buscar maneras de incrementar la información que el inconsciente es capaz de comprender; abrir el inconsciente. Debemos también estimular el intercambio de información entre el nivel consciente y el inconsciente, para potenciar así la resolución de problemas utilizando la inmensa capacidad del inconsciente. Creo que en este sentido el arte ha recorrido ya un largo camino y que podemos aprender mucho de ello.