Algunos pueblos germánicos como los francos y visigodos se fusionaron con la población romana dominante demográficamente en las zonas que ocuparon de Europa suroccidental (galo-romanos, hispano-romanos); mientras que otros se convirtieron en la base etnográfica de las actuales poblaciones de Europa central y noroccidental (escandinavos o nórdicos –la mayor parte de los países nórdicos: daneses, suecos, noruegos, islandeses, y los isleños de las Islas Feroe, con excepción de bálticos, fineses y lapones–, alemanes –en el sentido del ámbito lingüístico alemán, que incluye a los austriacos, la mitad de los suizos y otros grupos de habla alemana de la Europa central y oriental desde Francia hasta el Cáucaso–, las poblaciones de habla neerlandesa –noroeste de Alemania, Países Bajos y norte de Bélgica– y anglosajona). En la Europa oriental los pueblos germánicos se vieron desplazados por otros (especialmente los pueblos eslavos y los magiares), para pasar posteriormente a protagonizar una nueva fase expansiva.
Las migraciones de los pueblos germánicos se extendieron por toda Europa durante la Antigüedad tardía (Völkerwanderung) y la Edad Media (Ostsiedlung). Estos términos historiográficos se concibieron y utilizaron de forma no neutral, sino como justificación del expansionismo alemán hacia el este en la edad contemporánea (Drang nach Osten).
También en el ámbito religioso se produjo una fusión de los elementos germánicos y romanos: algunos ya habían sido cristianizados bajo credo arriano en Oriente en el siglo IV, otros continuaban con las religiones nórdicas tradicionales. La conversión al catolicismo de suevos, visigodos y francos en el siglo VI fue clave para su éxito de la formación de sus respectivos reinos germánicos. Hacia el siglo XI todos los pueblos germánicos, inclusive los escandinavos, estaban incluidos en el ámbito de la cristiandad latina.
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Algunos pueblos germánicos como los francos y visigodos se fusionaron con la población romana dominante demográficamente en las zonas que ocuparon de Europa suroccidental (galo-romanos, hispano-romanos); mientras que otros se convirtieron en la base etnográfica de las actuales poblaciones de Europa central y noroccidental (escandinavos o nórdicos –la mayor parte de los países nórdicos: daneses, suecos, noruegos, islandeses, y los isleños de las Islas Feroe, con excepción de bálticos, fineses y lapones–, alemanes –en el sentido del ámbito lingüístico alemán, que incluye a los austriacos, la mitad de los suizos y otros grupos de habla alemana de la Europa central y oriental desde Francia hasta el Cáucaso–, las poblaciones de habla neerlandesa –noroeste de Alemania, Países Bajos y norte de Bélgica– y anglosajona). En la Europa oriental los pueblos germánicos se vieron desplazados por otros (especialmente los pueblos eslavos y los magiares), para pasar posteriormente a protagonizar una nueva fase expansiva.
Las migraciones de los pueblos germánicos se extendieron por toda Europa durante la Antigüedad tardía (Völkerwanderung) y la Edad Media (Ostsiedlung). Estos términos historiográficos se concibieron y utilizaron de forma no neutral, sino como justificación del expansionismo alemán hacia el este en la edad contemporánea (Drang nach Osten).
También en el ámbito religioso se produjo una fusión de los elementos germánicos y romanos: algunos ya habían sido cristianizados bajo credo arriano en Oriente en el siglo IV, otros continuaban con las religiones nórdicas tradicionales. La conversión al catolicismo de suevos, visigodos y francos en el siglo VI fue clave para su éxito de la formación de sus respectivos reinos germánicos. Hacia el siglo XI todos los pueblos germánicos, inclusive los escandinavos, estaban incluidos en el ámbito de la cristiandad latina.