b. ¿Cuál fue la condición principal que pidió Jesús al monje? Lectura Fray Rodolfo, ante un crucifijo, meditaba las palabras de Jesús: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Él quería consolar al Señor en su agonía. Un día, decidió hacerle un audaz ruego: — Señor, veo cuánto sufristeis por todos nosotros, concédeme la gracia de quedar vuestro lugar. La imagen de Cristo Crucificado tomó vida y le dijo: — Hijo mío, ¿sabes bien lo que pides? — ¡Sí, Señor, yo no quiero nada más! — Bueno, Yo asumiré tu oficio de monje y tú quedaras aquí, en la cruz, en mi lugar. Pero pase lo que pase, debes permanecer en silencio. ¿Aceptas? — Sí, Señor, acepto —respondió Fray Rodolfo. Jesús tomó los rasgos de Fray Rodolfo y ocupó su lugar, ejerciendo sus funciones. Pasaron los días y Fray Rodolfo, observaba a la gente que venía a rezar en la capilla, pero fiel a su promesa, no dijo una palabra. Una tarde, vio entrar al joyero de la ciudad vecina, con una pequeña bolsa llena de piedras preciosas. Arrodillándose a los pies del crucifijo, pidió al Señor que le ayudase a hacer buen uso de las piedras que había comprado. Sin embargo, sin darse cuenta, la pequeña bolsa se quedó en el banco. Poco después, entró un hombre de apariencia deshonesta y sospechosas actitudes. Miraba a todos lados, como si buscara algo o… como queriendo saber si estaba siendo observado, el extraño personaje se aproximó al banco y se dio cuenta de la pequeña bolsa. Al abrirla, vio el tesoro que contenía, sonrió, y salió a toda prisa. Más tarde, llegó una joven, con una maleta. Venía a pedir protección para un viaje en tren que iba a hacer. Se arrodilló en el lugar donde hacía poco estuviera la bolsita con las piedras. Poco después, el joyero regresó, en busca de su bolsa. No la vio en el banco y acusó a la joven de robo. Para Fray Rodolfo, ¡esta injusticia era demasiado! y no fue capaz de permanecer en silencio… ¡No lo hagas! ¡Ella es inocente! Asustados al escuchar esa voz, el comerciante y la joven campesina salieron corriendo… Por la noche, una luz sobrenatural invadió la capilla. Era Jesús quien anunció a Fray Rodolfo que no había cumplido con lo prometido y debía regresar al monasterio. — Señor, yo pido perdón… Pero, ¿cómo podía permanecer en silencio ante tal injusticia? Jesús le contestó: El ladrón, que hasta entonces la policía no había logrado atrapar, fue finalmente detenido tratando de vender… piedras falsas. Con ello se evitó que el joyero venda las piedras falsas y recuperó su dinero. En cuanto a la joven campesina —¡pobre!— hubo un accidente en el viaje, y ella resultó gravemente herida; habría sido mejor que la injusta acusación le hubiera hecho perder el tren… Usted no sabía nada de esto, pero Yo sí. Por lo tanto, me habría mantenido en silencio. Fray Rodolfo, ahora más sabio y humilde, reasumió su lugar en la comunidad. “A menudo, Dios permanece en un silencio incomprensible para nosotros, pero Él sabe lo que nos conviene. Incluso cuando Dios parece callarse, ¡nos atiende!”
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