Los sistemas educativos de todo el mundo sufrirán grandes modificaciones de aquí a 2030 propiciados por la revolución tecnológica. En los próximos 15 años, internet va a convertir los colegios en “entornos interactivos” que pondrán patas arriba las formas tradicionales de aprendizaje y cambiarán la manera de ser de docentes, padres y estudiantes. A estas conclusiones han llegado los 645 expertos internacionales entrevistados para una encuesta, que define cómo será la escuela en 2030. El informe ha sido realizado por la Cumbre Mundial para la Innovación en Educación (Wise, en inglés), un think tank formado por 15 000 sabios y promovido por la Fundación Qatar. El rol de los docentes será guiar al estudiante por su propia vía de conocimiento. Serán facilitadores y orientadores, más que transmisores del saber. Hasta hace muy poco, eran la única fuente de información disponible, pero internet lo ha acaparado todo y los alumnos pueden encontrar en la Red buena parte de lo que se explica en clase. De hecho, el 43 % de los sondeados sostiene que los contenidos online serán la principal fuente de conocimiento en 2030, incluso por encima del colegio (29 %), del entorno del alumnado (13 %) o de las instituciones culturales (3 %). El experto Ismael Sanz, director del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (España), cree que se consolidarán metodologías como el flipped classroom, que consiste en que los chicos preparan por su cuenta las clases y hacen una exposición en el aula, mientras el profesor realiza una labor de acompañamiento. “Este sistema permitirá que una parte del trabajo se haga en casa y que cada alumno siga su ritmo”. El perfil del estudiante cambiará en los próximos tres lustros. Será “un alumno con muchas más posibilidades de acceso a fuentes de conocimiento, con una mentalidad más universal y menos localista, protagonista indiscutible de su aprendizaje, un ciudadano global que busca a través del aprendizaje un modo de responder a alguna necesidad del entorno”, según lo define Nuria Miró, directora del colegio Montserrat de Barcelona y una de los 15 000 expertos que forman parte de Wise. El 83 % de los consultados cree que el currículo tendrá más contenidos personalizados a la medida de cada alumno. Esto tendrá consecuencias en la relación jerárquica con el profesor. “Se desdibuja claramente la línea que separa quiénes son los que enseñan y quiénes son los que aprenden”, sostiene Miró. César García, profesor de la Universidad Pública del Estado de Washington, añade que los estudiantes van a ser “más exigentes” en cuanto a sus expectativas educativas. “El alumno se convierte en cliente: invierte un dinero y espera un retorno. Los profesores van a tener que explicar mucho mejor cómo ponen las notas”. ¿Habrá deberes? “En algún sentido, si hay un cambio, será a que casi todo sean deberes”, responde Cabrales. El horario será más libre y habrá más tarea individual. “Más que deberes, hay que suscitar en los alumnos la necesidad de seguir buscando documentación, de informarse, de compartir conocimientos y de despertarles el gusto por la investigación”, añade Miró. Todo esto afectará, sin lugar a dudas, a las relaciones personales entre los alumnos. En opinión de García, “el concepto de pandilla se ha terminado y los niños son ahora más solitarios que antes”. “Hace 20 años, los críos pasaban más tiempo en la calle, sin demasiada supervisión. Ahora su vida social es más limitada, están más en casa, conectados online, y tienen agenda. Sus padres les llevan a las 17.00 horas a Ajedrez, a las 18.00 a inglés... Por eso creo que las relaciones sociales se van a cotizar al alza en la escuela del futuro”. El 90 % de los encuestados cree que, en este nuevo escenario, el aprendizaje se desarrollará a lo largo de toda la vida del alumno y que no se limitará solo a la etapa deformación obligatoria (entre los 6 y los 16 años) y a la universidad ​
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