Las guerras de independencia hispanoamericanas o guerras hispanoamericanas de independencia fueron una serie de conflictos armados que se desarrollaron en las posesiones americanas del Imperio español a principios del siglo XIX, en los cuales se enfrentaron el bando a favor de las independencias que se autodenominó patriota o revolucionario, contra el bando a favor de la integridad de todas las partes de la Monarquía española, autodenominados españoles, que se conoció más tarde como realista o virreinal. Según la postura historiográfica, estos procesos pueden ser vistos como guerras de independencia, guerras civiles o bien, una combinación de diversas formas de guerras.6
Los movimientos independentistas de Hispanoamérica adquirieron formas variadas de acuerdo con las condiciones que imperaban en cada región.8
La independencia de las colonias británicas de América del Norte en 1776 y las abdicaciones de los reyes Borbones en 1808 ante la invasión francesa de España, constituyen dos hechos que incentivaron el independentismo en la debilitada Monarquía española.
Como respuesta a la entronización del rey José Bonaparte en España, entre 1808 y 1810 se instalaron juntas de gobierno que ejercieron la soberanía en nombre del abdicado rey Fernando VII, tanto en la península ibérica, como en los territorios americanos. La resistencia de las juntas americanas a someterse la Junta Suprema Central formada en España, radicalizó las posiciones y llevó a la lucha armada entre realistas y patriotas. A partir de 1810 diversos territorios americanos comenzaron a declararse estados nacionales independientes bajo regímenes republicanos, formando grandes ejércitos "libertadores" de alcance continental, entre los que se destacaron los comandados por el rioplatense José de San Martín y el venezolano Simón Bolívar. La independencia de los nuevos estados se consolidó en la década de 1820, luego de la victoria en la batalla de Ayacucho. Después de perder El Callao en enero de 1826, los únicos territorios dominados por los españoles en América eran Cuba y Puerto Rico.
Luego del asedio final en El Callao no hubo otra operación militar en suelo continental desde España sobre las antiguas posesiones hasta 1829, cuando la expedición de Isidro Barradas llegó a Tampico y fue derrotada por el Ejército Mexicano. Sin embargo los gobiernos independientes enfrentaron las guerrillas realistas, por ejemplo entre 1823 y 1827 en Venezuela; entre 1822 y 1826 en Pasto, Colombia; hasta 1832 en el sur de Chile, apoyados por mapuches y pehuenches; y hasta la década de 1830, la guerrilla de Iquicha en Perú.
Estados Unidos, el Reino Unido y Francia establecieron relaciones comerciales con los nuevos gobiernos americanos y posteriormente reconocieron la soberanía de los nuevos estados a lo largo de la década de 1820. Sin embargo España sólo abandonó los planes de reconquista después de la muerte del rey Fernando VII, ocurrida en 1833. Las Cortes españolas renunciaron a sus posesiones en América en 1836 y autorizaron al gobierno para realizar tratados de paz y reconocimiento con todos los nuevos estados surgidos en el continente.
Las guerras de independencia hispanoamericanas o guerras hispanoamericanas de independencia fueron una serie de conflictos armados que se desarrollaron en las posesiones americanas del Imperio español a principios del siglo XIX, en los cuales se enfrentaron el bando a favor de las independencias que se autodenominó patriota o revolucionario, contra el bando a favor de la integridad de todas las partes de la Monarquía española, autodenominados españoles, que se conoció más tarde como realista o virreinal. Según la postura historiográfica, estos procesos pueden ser vistos como guerras de independencia, guerras civiles o bien, una combinación de diversas formas de guerras.6
Los movimientos independentistas de Hispanoamérica adquirieron formas variadas de acuerdo con las condiciones que imperaban en cada región.8
La independencia de las colonias británicas de América del Norte en 1776 y las abdicaciones de los reyes Borbones en 1808 ante la invasión francesa de España, constituyen dos hechos que incentivaron el independentismo en la debilitada Monarquía española.
Como respuesta a la entronización del rey José Bonaparte en España, entre 1808 y 1810 se instalaron juntas de gobierno que ejercieron la soberanía en nombre del abdicado rey Fernando VII, tanto en la península ibérica, como en los territorios americanos. La resistencia de las juntas americanas a someterse la Junta Suprema Central formada en España, radicalizó las posiciones y llevó a la lucha armada entre realistas y patriotas. A partir de 1810 diversos territorios americanos comenzaron a declararse estados nacionales independientes bajo regímenes republicanos, formando grandes ejércitos "libertadores" de alcance continental, entre los que se destacaron los comandados por el rioplatense José de San Martín y el venezolano Simón Bolívar. La independencia de los nuevos estados se consolidó en la década de 1820, luego de la victoria en la batalla de Ayacucho. Después de perder El Callao en enero de 1826, los únicos territorios dominados por los españoles en América eran Cuba y Puerto Rico.
Luego del asedio final en El Callao no hubo otra operación militar en suelo continental desde España sobre las antiguas posesiones hasta 1829, cuando la expedición de Isidro Barradas llegó a Tampico y fue derrotada por el Ejército Mexicano. Sin embargo los gobiernos independientes enfrentaron las guerrillas realistas, por ejemplo entre 1823 y 1827 en Venezuela; entre 1822 y 1826 en Pasto, Colombia; hasta 1832 en el sur de Chile, apoyados por mapuches y pehuenches; y hasta la década de 1830, la guerrilla de Iquicha en Perú.
Estados Unidos, el Reino Unido y Francia establecieron relaciones comerciales con los nuevos gobiernos americanos y posteriormente reconocieron la soberanía de los nuevos estados a lo largo de la década de 1820. Sin embargo España sólo abandonó los planes de reconquista después de la muerte del rey Fernando VII, ocurrida en 1833. Las Cortes españolas renunciaron a sus posesiones en América en 1836 y autorizaron al gobierno para realizar tratados de paz y reconocimiento con todos los nuevos estados surgidos en el continente.