El organismo cuenta con un impresionante ejército para combatir las enfermedades, empezando por la piel, que constituye una barrera infranqueable para las infecciones, los ácidos estomacales que destruyen a las bacterias o el moco de las vías respiratorias y urogenitales, que arrastra hacia el exterior cualquier partícula extraña. Pero las defensas más eficaces y, hasta ahora, las más enigmáticas se encuentran en la sangre y en los ganglios linfáticos. Los glóbulos blancos y ciertas sustancias llamadas anticuerpos, capaces de identificar y destruir a los gérmenes patógenos, son los soldados que forman el formidable sistema inmunológico. Los mecanismos de la inmunidad son sumamente complejos; algunos científicos afirman que el día que lleguemos a comprender y a manipular el funcionamiento de los anticuerpos y de otras sustancias de la sangre se revolucionará la terapéutica médica.
El organismo cuenta con un impresionante ejército para combatir las enfermedades, empezando por la piel, que constituye una barrera infranqueable para las infecciones, los ácidos estomacales que destruyen a las bacterias o el moco de las vías respiratorias y urogenitales, que arrastra hacia el exterior cualquier partícula extraña. Pero las defensas más eficaces y, hasta ahora, las más enigmáticas se encuentran en la sangre y en los ganglios linfáticos. Los glóbulos blancos y ciertas sustancias llamadas anticuerpos, capaces de identificar y destruir a los gérmenes patógenos, son los soldados que forman el formidable sistema inmunológico. Los mecanismos de la inmunidad son sumamente complejos; algunos científicos afirman que el día que lleguemos a comprender y a manipular el funcionamiento de los anticuerpos y de otras sustancias de la sangre se revolucionará la terapéutica médica.