La idea de que los embrionarios Estados nacionales hispanoamericanos podrían integrarse en una confederación fue una consecuencia de los proyectos y procesos de independencia1. Se manifestó de manera diáfana cuando existió la necesidad de defender las precarias soberanías ante un eventual intento de reconquista de España o del ataque de alguna potencia europea. Sería absurdo, por tanto, sostener que se imaginó una confederación de Estados antes de que estos fueran pensados. Sí existía, en cambio, una idea difusa de la conveniencia de independizar las posesiones españolas de América desde fines del siglo xviii, aunque sin una propuesta clara acerca de cómo se organizarían luego de su independencia. Carece de sentido, por tanto, buscar en el Antiguo Régimen indicios de proyectos unificadores diseñados por la propia élite política hispanoamericana2. Como apunta Javier Ocampo López, entre los virreinatos y capitanías generales no existía interdependencia o subordinación administrativa. Su punto de convergencia era la Corona española3. Por su parte, Josefina Z. Vázquez advirtió hace tiempo de la importancia de recordar que desde una perspectiva estrictamente jurídica quienes nacían en las posesiones americanas eran españoles y súbditos del rey4.
Cuando Fernando VII abdicó en favor de Napoleón Bonaparte desapareció la institución que anudaba las posesiones españolas americanas entre sí y con España. La convocatoria a Cortes en 1810, en las cuales se concedió representación a los españoles americanos, tenía entre otros propósitos constituir un nuevo acuerdo entre las partes que integraban la monarquía española. Ello propició el acercamiento de las élites políticas hispanoamericanas, en particular entre quienes acudieron a la metrópoli como integrantes de aquel órgano representativo. Los vínculos que ahí se forjaron contribuyeron luego a imaginar una comunidad política de tipo confederal entre los nuevos Estados.
En este artículo se analizan los proyectos de integración y confederación hispanoamericana elaborados en México entre 1821 y 1843. El propósito es explicar las motivaciones políticas y económicas detrás de dichas iniciativas. Se argumenta que los artífices mexicanos de las mismas estaban movidos por la preocupación de formar un frente defensivo común para enfrentar las amenazas a las precarias independencias, así como por la convicción de que a México correspondía ejercer el liderazgo entre la comunidad hispanoamericana. Sin embargo, algunos, como Lucas Alamán, también vislumbraron en la integración comercial hispanoamericana una ruta alterna que permitiera la industrialización endógena y la incorporación al sistema económico internacional en condiciones de igualdad con las grandes potencias económicas.
La idea de que los embrionarios Estados nacionales hispanoamericanos podrían integrarse en una confederación fue una consecuencia de los proyectos y procesos de independencia1. Se manifestó de manera diáfana cuando existió la necesidad de defender las precarias soberanías ante un eventual intento de reconquista de España o del ataque de alguna potencia europea. Sería absurdo, por tanto, sostener que se imaginó una confederación de Estados antes de que estos fueran pensados. Sí existía, en cambio, una idea difusa de la conveniencia de independizar las posesiones españolas de América desde fines del siglo xviii, aunque sin una propuesta clara acerca de cómo se organizarían luego de su independencia. Carece de sentido, por tanto, buscar en el Antiguo Régimen indicios de proyectos unificadores diseñados por la propia élite política hispanoamericana2. Como apunta Javier Ocampo López, entre los virreinatos y capitanías generales no existía interdependencia o subordinación administrativa. Su punto de convergencia era la Corona española3. Por su parte, Josefina Z. Vázquez advirtió hace tiempo de la importancia de recordar que desde una perspectiva estrictamente jurídica quienes nacían en las posesiones americanas eran españoles y súbditos del rey4.
Cuando Fernando VII abdicó en favor de Napoleón Bonaparte desapareció la institución que anudaba las posesiones españolas americanas entre sí y con España. La convocatoria a Cortes en 1810, en las cuales se concedió representación a los españoles americanos, tenía entre otros propósitos constituir un nuevo acuerdo entre las partes que integraban la monarquía española. Ello propició el acercamiento de las élites políticas hispanoamericanas, en particular entre quienes acudieron a la metrópoli como integrantes de aquel órgano representativo. Los vínculos que ahí se forjaron contribuyeron luego a imaginar una comunidad política de tipo confederal entre los nuevos Estados.
Resumen
En este artículo se analizan los proyectos de integración y confederación hispanoamericana elaborados en México entre 1821 y 1843. El propósito es explicar las motivaciones políticas y económicas detrás de dichas iniciativas. Se argumenta que los artífices mexicanos de las mismas estaban movidos por la preocupación de formar un frente defensivo común para enfrentar las amenazas a las precarias independencias, así como por la convicción de que a México correspondía ejercer el liderazgo entre la comunidad hispanoamericana. Sin embargo, algunos, como Lucas Alamán, también vislumbraron en la integración comercial hispanoamericana una ruta alterna que permitiera la industrialización endógena y la incorporación al sistema económico internacional en condiciones de igualdad con las grandes potencias económicas.