La civilización micénica, que floreció en el Mediterráneo oriental entre los siglos XVII y XII a. C., nos ha dejado un legado en forma de impresionantes fortificaciones. Gracias a ellas conocemos cómo fue aquel pueblo de guerreros y, por extensión, sabemos un poco más acerca de un período fascinante de la historia de la cultura occidental. Los centros micénicos más importantes se concentran en la península griega del Peloponeso. Tirinto (también llamada Tirinte) fue uno de ellos, así como Micenas (ciudad que da nombre a la civilización), Argos y Pilos.
Los orígenes de la Tirinto micénica enlazan con los acontecimientos que tuvieron lugar en la Grecia continental a finales del III milenio a. C. En aquel período, los pueblos indoeuropeos invadieron el territorio e implantaron la lengua griega. Precisamente, en la cultura nacida tras su llegada y en la civilización minoica que surgió en la isla de Creta poco después hunden sus raíces los micénicos, llamados aqueos por Homero.
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La civilización micénica, que floreció en el Mediterráneo oriental entre los siglos XVII y XII a. C., nos ha dejado un legado en forma de impresionantes fortificaciones. Gracias a ellas conocemos cómo fue aquel pueblo de guerreros y, por extensión, sabemos un poco más acerca de un período fascinante de la historia de la cultura occidental. Los centros micénicos más importantes se concentran en la península griega del Peloponeso. Tirinto (también llamada Tirinte) fue uno de ellos, así como Micenas (ciudad que da nombre a la civilización), Argos y Pilos.
Los orígenes de la Tirinto micénica enlazan con los acontecimientos que tuvieron lugar en la Grecia continental a finales del III milenio a. C. En aquel período, los pueblos indoeuropeos invadieron el territorio e implantaron la lengua griega. Precisamente, en la cultura nacida tras su llegada y en la civilización minoica que surgió en la isla de Creta poco después hunden sus raíces los micénicos, llamados aqueos por Homero.
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