Según el historiador argentino Emilio Corbière, la masonería llegó al Río de la Plata a finales del siglo XVIII, influida por los masones españoles y no por los ingleses como se ha creído. Cuando José de San Martín, Carlos de Alvear y otros patriotas llegaron a Buenos Aires en 1812, la Orden ya estaba implantada: existía la Logia Independencia en 1795 y en 1810 se estableció una homónima, presidida por Julián Álvarez, la cual se llamó Logia de San Juan, y suministró los elementos básicos para la Lautaro. Las Lautarinas fueron logias masónicas operativas (en oposición a las especulativas) pero no en el sentido tradicional del término (es decir, ligada a los gremios de la construcción), sino con objetivos revolucionarios, además de simbólicas; de ahí el error de muchos autores, incluso masónicos, que permitió generar fábulas al respecto.
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Según el historiador argentino Emilio Corbière, la masonería llegó al Río de la Plata a finales del siglo XVIII, influida por los masones españoles y no por los ingleses como se ha creído. Cuando José de San Martín, Carlos de Alvear y otros patriotas llegaron a Buenos Aires en 1812, la Orden ya estaba implantada: existía la Logia Independencia en 1795 y en 1810 se estableció una homónima, presidida por Julián Álvarez, la cual se llamó Logia de San Juan, y suministró los elementos básicos para la Lautaro. Las Lautarinas fueron logias masónicas operativas (en oposición a las especulativas) pero no en el sentido tradicional del término (es decir, ligada a los gremios de la construcción), sino con objetivos revolucionarios, además de simbólicas; de ahí el error de muchos autores, incluso masónicos, que permitió generar fábulas al respecto.