en mi opinión nosotros percibimos que los funcionarios o políticos son corruptos por qué al ver ese nivel de superioridad que tienen sobre nosotros nos intimida y buscamos una manera de librarnos de esa inseguridad constante
El último informe de Transparencia Internacional sobre la percepción de la corrupción en América Latina arroja resultados alarmantes en muchos países. En principio, se muestran disparidades importantes. Mientras que Uruguay es el país en el que los ciudadanos perciben menores niveles de corrupción, Venezuela es en el que la percepción de corrupción es mayor. ¿Cuáles son los motivos de esta disparidad? ¿Qué tipo de causas pueden deducirse según las conversaciones tenidas con los encuestados de ambos países? ¿Cómo es la situación de América Latina en esta materia y como la valora usted?
La corrupción es un fenómeno global, independientemente de si un país es pobre o rico, si se ubica en el Sur o en el Norte, si hay una religión dominante u otra, en fin, lamentablemente es un fenómeno universal. América Latina no es excepción, por el contrario, la percepción de corrupción que medimos desde Transparencia Internacional cada año mediante el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) nos muestra como la región, junto con África, es una de las más afectadas.
Esto no se debe a que los latinoamericanos seamos más o menos corruptos que el resto del mundo o que sea un problema que traemos incorporado de nacimiento, desde luego que no, lo que observamos es que la fortaleza de las instituciones democráticas es posiblemente el factor más determinante de por qué hay más o menos corrupción en un país. En América Latina, si bien tenemos sistemas políticos democráticos que en mayor o menor medida funcionan en lo electoral desde hace algunas décadas, con elecciones y alternancia en el poder entre partidos, las instituciones en muchas ocasiones son frágiles y están sujetas a manipulación política.
El ejemplo claro es Venezuela. En nuestra medición de percepción de corrupción es el país de la región que obtiene la peor nota. No es un país pobre, o por lo menos no lo era hasta hace unos años. Con gran riqueza en recursos naturales y una clase media extendida y con un buen nivel de educación, la pobreza no explicaría los altos niveles de corrupción. Estos más bien se entienden por la captura casi total de las instituciones por parte de un grupo político en el poder. Cuando la justicia, las autoridades electorales, la contraloría, las fiscalías, la prensa, las fuerzas de seguridad, etc. responden a la política partidaria no hay contrapesos reales y efectivos al poder casi absoluto del Ejecutivo y el partido político en el poder. En un ambiente como ese, la corrupción puede crecer sin límites.
En el extremo opuesto se encuentran países como Chile y Uruguay, donde desde luego también hay problemas de corrupción, pero en menor escala. Por ejemplo, en Chile instituciones importantes como la policía o la justicia son muy respetadas por la ciudadanía y operan de manera profesional en el caso de la primera y de manera autónoma como sucede con la justicia. Esto es lo que marca la diferencia.
¿Incide de manera particular el hecho de que en algunos países las instituciones democráticas funcionen mejor que en otros?
Como comentaba antes, la fortaleza de las instituciones es posiblemente el factor más determinante para mayores o menores índices de corrupción, pero no es el único. Hay temas también de educación y valores, por ejemplo. También está la presión de la desigualdad en el ingreso de las personas y familias, no olvidemos que somos la región con mayor desigualdad en el mundo.
De particular interés me parece la actitud de las personas. Muchas veces los latinoamericanos nos vemos como víctimas de la corrupción, como si fuera un mal inevitable ante el cual no podemos hacer nada. Esto es falso. La corrupción no es un terremoto o tsunami ante el cual no podemos hacer nada por tratarse de la fuerza de la naturaleza, es un fenómeno humano. Hay cosas muy simples que podríamos hacer. La más simple, por ejemplo, dejar de votar por individuos corruptos. A mí me llama la atención como muchas veces seguimos votando por políticos que tienen casos comprobados de corrupción.
Un par de ejemplos. En Sao Paulo hay un político, Paulo Maluf, que tiene una orden de captura internacional, no puede salir de Brasil porque lo detendría la Interpol, pero sigue teniendo niveles de votación altísimos. Incluso existe el término popular «Malufar» para referirse a corrupción. Hace un par de décadas estaba Fujimori en Perú, que renunció desde Japón vía fax ante las pruebas de corrupción registradas en horas de videos que mostraban pagos de sobornos sistemáticos en su administración. ¡Las encuestas de opinión publica en ese momento le daban la mayor intensión de voto! Es más, en años recientes miembros de su familia son altamente votados en las elecciones de ese país. Así, los ejemplos se repiten en toda la región, en elecciones locales, parlamentarias o presidenciales. Es un absurdo al cual podríamos ponerle un alto de manera simple. Votemos por lo limpios y honestos.
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en mi opinión nosotros percibimos que los funcionarios o políticos son corruptos por qué al ver ese nivel de superioridad que tienen sobre nosotros nos intimida y buscamos una manera de librarnos de esa inseguridad constante
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El último informe de Transparencia Internacional sobre la percepción de la corrupción en América Latina arroja resultados alarmantes en muchos países. En principio, se muestran disparidades importantes. Mientras que Uruguay es el país en el que los ciudadanos perciben menores niveles de corrupción, Venezuela es en el que la percepción de corrupción es mayor. ¿Cuáles son los motivos de esta disparidad? ¿Qué tipo de causas pueden deducirse según las conversaciones tenidas con los encuestados de ambos países? ¿Cómo es la situación de América Latina en esta materia y como la valora usted?
La corrupción es un fenómeno global, independientemente de si un país es pobre o rico, si se ubica en el Sur o en el Norte, si hay una religión dominante u otra, en fin, lamentablemente es un fenómeno universal. América Latina no es excepción, por el contrario, la percepción de corrupción que medimos desde Transparencia Internacional cada año mediante el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) nos muestra como la región, junto con África, es una de las más afectadas.
Esto no se debe a que los latinoamericanos seamos más o menos corruptos que el resto del mundo o que sea un problema que traemos incorporado de nacimiento, desde luego que no, lo que observamos es que la fortaleza de las instituciones democráticas es posiblemente el factor más determinante de por qué hay más o menos corrupción en un país. En América Latina, si bien tenemos sistemas políticos democráticos que en mayor o menor medida funcionan en lo electoral desde hace algunas décadas, con elecciones y alternancia en el poder entre partidos, las instituciones en muchas ocasiones son frágiles y están sujetas a manipulación política.
El ejemplo claro es Venezuela. En nuestra medición de percepción de corrupción es el país de la región que obtiene la peor nota. No es un país pobre, o por lo menos no lo era hasta hace unos años. Con gran riqueza en recursos naturales y una clase media extendida y con un buen nivel de educación, la pobreza no explicaría los altos niveles de corrupción. Estos más bien se entienden por la captura casi total de las instituciones por parte de un grupo político en el poder. Cuando la justicia, las autoridades electorales, la contraloría, las fiscalías, la prensa, las fuerzas de seguridad, etc. responden a la política partidaria no hay contrapesos reales y efectivos al poder casi absoluto del Ejecutivo y el partido político en el poder. En un ambiente como ese, la corrupción puede crecer sin límites.
En el extremo opuesto se encuentran países como Chile y Uruguay, donde desde luego también hay problemas de corrupción, pero en menor escala. Por ejemplo, en Chile instituciones importantes como la policía o la justicia son muy respetadas por la ciudadanía y operan de manera profesional en el caso de la primera y de manera autónoma como sucede con la justicia. Esto es lo que marca la diferencia.
¿Incide de manera particular el hecho de que en algunos países las instituciones democráticas funcionen mejor que en otros?
Como comentaba antes, la fortaleza de las instituciones es posiblemente el factor más determinante para mayores o menores índices de corrupción, pero no es el único. Hay temas también de educación y valores, por ejemplo. También está la presión de la desigualdad en el ingreso de las personas y familias, no olvidemos que somos la región con mayor desigualdad en el mundo.
De particular interés me parece la actitud de las personas. Muchas veces los latinoamericanos nos vemos como víctimas de la corrupción, como si fuera un mal inevitable ante el cual no podemos hacer nada. Esto es falso. La corrupción no es un terremoto o tsunami ante el cual no podemos hacer nada por tratarse de la fuerza de la naturaleza, es un fenómeno humano. Hay cosas muy simples que podríamos hacer. La más simple, por ejemplo, dejar de votar por individuos corruptos. A mí me llama la atención como muchas veces seguimos votando por políticos que tienen casos comprobados de corrupción.
Un par de ejemplos. En Sao Paulo hay un político, Paulo Maluf, que tiene una orden de captura internacional, no puede salir de Brasil porque lo detendría la Interpol, pero sigue teniendo niveles de votación altísimos. Incluso existe el término popular «Malufar» para referirse a corrupción. Hace un par de décadas estaba Fujimori en Perú, que renunció desde Japón vía fax ante las pruebas de corrupción registradas en horas de videos que mostraban pagos de sobornos sistemáticos en su administración. ¡Las encuestas de opinión publica en ese momento le daban la mayor intensión de voto! Es más, en años recientes miembros de su familia son altamente votados en las elecciones de ese país. Así, los ejemplos se repiten en toda la región, en elecciones locales, parlamentarias o presidenciales. Es un absurdo al cual podríamos ponerle un alto de manera simple. Votemos por lo limpios y honestos.
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