El 6 de septiembre de 1998 moría en Setagaya, Tokyo, el director de cine Akira Kurosawa, a la edad de 88 años. Kurosawa, apodado “El Emperador del Cine”, era conocido como el más occidental de los cineastas japoneses.
Kurosawa extraño en su tierra, en permanente conflicto con su país, abrió el cine japonés al mundo, convirtiéndose en figura clave del séptimo arte.
Madadayo (1993), su trabajo final, cuenta la historia de un profesor universitario que abandona la cátedra para dedicarse a escribir. Sin embargo, un bombardeo de la II Guerra lo deja sin casa y son sus propios ex alumnos quienes van en su ayuda. De hecho, se comprometen en el rito de celebrar cada cumpleaños del venerado maestro. Durante estas fiestas, juegan como niños y le preguntan al profesor, “¿Estás listo para irte al otro mundo?”, a lo que él responde “Madadayo” (“No, todavía no”).
Akira Kurosawa nacio en Omori, Tokio, el 23 marzo de 1910. Descendiente directo de samurais (lo refleja en sus obras), estudió Bellas Artes en su ciudad natal y llegó a ser un reconocido pintor.
En 1936 entra a trabajar en los estudios cinematográficos Toho como guionista y ayudante de Kajiro Yamamoto debutando como realizador en plena II Guerra Mundial.
Su obra tiene profundidad filosófica, una sólida y original construcción dramático-expresiva, y un estilo académico ceremonioso pensado también para el público no oriental.
Tachado en ocasiones de sentimental y reaccionario (aunque fuera un poco nacionalista) el maestro nipón ha sabido sintetizar como pocos los elementos plásticos y escénicos del Nô y del Kabuki con los psicológicos y sociales. Estos elementos quedan patentes en sus duros encuadres y concepciones pictóricas (Admirador de Van Gogh).
Kurosawa es más universal que otros cineastas japoneses como Mizoguchi, Hiroshi Inagaki o Kinugasa por ser un buen conocedor de la técnica cinematográfica, su dominio del ritmo (muchas veces lento para los occidentales), el montaje corto, y la expresividad que consigue tanto con el blanco y negro como con el color. Por ello su que hacer fílmico ha influido a jóvenes autores japoneses y cineastas americanos (Sturges, Coppola; Spielberg y Lucas).
El 6 de septiembre de 1998 moría en Setagaya, Tokyo, el director de cine Akira Kurosawa, a la edad de 88 años. Kurosawa, apodado “El Emperador del Cine”, era conocido como el más occidental de los cineastas japoneses.
Kurosawa extraño en su tierra, en permanente conflicto con su país, abrió el cine japonés al mundo, convirtiéndose en figura clave del séptimo arte.
Madadayo (1993), su trabajo final, cuenta la historia de un profesor universitario que abandona la cátedra para dedicarse a escribir. Sin embargo, un bombardeo de la II Guerra lo deja sin casa y son sus propios ex alumnos quienes van en su ayuda. De hecho, se comprometen en el rito de celebrar cada cumpleaños del venerado maestro. Durante estas fiestas, juegan como niños y le preguntan al profesor, “¿Estás listo para irte al otro mundo?”, a lo que él responde “Madadayo” (“No, todavía no”).
Akira Kurosawa nacio en Omori, Tokio, el 23 marzo de 1910. Descendiente directo de samurais (lo refleja en sus obras), estudió Bellas Artes en su ciudad natal y llegó a ser un reconocido pintor.
En 1936 entra a trabajar en los estudios cinematográficos Toho como guionista y ayudante de Kajiro Yamamoto debutando como realizador en plena II Guerra Mundial.
Su obra tiene profundidad filosófica, una sólida y original construcción dramático-expresiva, y un estilo académico ceremonioso pensado también para el público no oriental.
Tachado en ocasiones de sentimental y reaccionario (aunque fuera un poco nacionalista) el maestro nipón ha sabido sintetizar como pocos los elementos plásticos y escénicos del Nô y del Kabuki con los psicológicos y sociales. Estos elementos quedan patentes en sus duros encuadres y concepciones pictóricas (Admirador de Van Gogh).
Kurosawa es más universal que otros cineastas japoneses como Mizoguchi, Hiroshi Inagaki o Kinugasa por ser un buen conocedor de la técnica cinematográfica, su dominio del ritmo (muchas veces lento para los occidentales), el montaje corto, y la expresividad que consigue tanto con el blanco y negro como con el color. Por ello su que hacer fílmico ha influido a jóvenes autores japoneses y cineastas americanos (Sturges, Coppola; Spielberg y Lucas).