Décadas Y habiendo ido a pescar una noche de luna muy clara, más de treinta indios de Acatepeque, estando hablando, oyeron cerca de sí grandes silbos, y vieron un animal que le miraba, con ojos com de fuego, y de miedo se subieron a los árboles y como llegó vieron que era como culebra, y que tenía los pies como de un palmo y una forma de alas encima, y era largo como un caballo, y andaba despacio, y deste miedo no volvieron más allí. Tres indios de los Quelenes certificaron, que, pasando por aquel río, habían visto aquel animal, dando silbos, y dieron las señas del, y dijeron que les parecía que bajaba a beber el río, y un indio iba detrás de los otros, tan espantado que murió luego
4. Teniendo en cuenta la anterior crónica, responde: a. ¿Qué elementos históricos y literarios encuentras en ese fragmento?
b. ¿Qué costumbre indígena es posible identificar?
c. ¿Quién narra la historia? ¿Cómo se enteró de ella? Y ¿qué elementos del texto permiten saberlo?
Esta descripción y breve noticia he dado a la estampa, siguiendo el parecer de escritores sagrados y de historiadores políticos que enseñan a referir en las crónicas la tierra, lugar y partes de sus acaecimientos o misterios [...] La persona, el tiempo y el lugar se han de describir para más sólida raíz y cimiento de la historia.[1]
Con estas palabras el cronista fray Baltasar de Medina (1634-1697) destacaba los que debían ser los parámetros básicos de todo historiador al narrar un hecho, parámetros de referencia que son, por otro lado, los que tiene toda civilización para expresarse: el espacio y el tiempo. Durante el siglo xvii, un grupo de intelectuales novohispanos, de origen criollo y peninsular, construyeron una concepción de su tierra natal o adoptiva que les permitía apropiarse de un pasado glorioso y enorgullecerse por un excepcional entorno geográfico. Con esa construcción se buscaba dotar de sentido a este territorio y a sus habitantes y así encontrar una identidad propia frente a lo europeo. Los criollos, siguiendo la tradicional división de la historia en natural y moral, mostraron al mundo un país consolidado (aunque apenas se estaba haciendo) y vistieron su discurso con las formas de la retórica.
La primera apropiación básica, la del espacio, se inició con una exaltación de la belleza y de la fertilidad de la tierra mexicana, un locus amoenus, verdadero paraíso terrenal incontaminado y pródigo en frutos, con un aire saludable y un agua tan rica en metales que infundía valor. Este medio natural, cargado de símbolos morales, propiciaba (y reflejaba retóricamente) las virtudes, habilidades, ingenio e inteligencia de sus habitantes, sobre todo de los criollos.
Respuesta:
Esta descripción y breve noticia he dado a la estampa, siguiendo el parecer de escritores sagrados y de historiadores políticos que enseñan a referir en las crónicas la tierra, lugar y partes de sus acaecimientos o misterios [...] La persona, el tiempo y el lugar se han de describir para más sólida raíz y cimiento de la historia.[1]
Con estas palabras el cronista fray Baltasar de Medina (1634-1697) destacaba los que debían ser los parámetros básicos de todo historiador al narrar un hecho, parámetros de referencia que son, por otro lado, los que tiene toda civilización para expresarse: el espacio y el tiempo. Durante el siglo xvii, un grupo de intelectuales novohispanos, de origen criollo y peninsular, construyeron una concepción de su tierra natal o adoptiva que les permitía apropiarse de un pasado glorioso y enorgullecerse por un excepcional entorno geográfico. Con esa construcción se buscaba dotar de sentido a este territorio y a sus habitantes y así encontrar una identidad propia frente a lo europeo. Los criollos, siguiendo la tradicional división de la historia en natural y moral, mostraron al mundo un país consolidado (aunque apenas se estaba haciendo) y vistieron su discurso con las formas de la retórica.
La primera apropiación básica, la del espacio, se inició con una exaltación de la belleza y de la fertilidad de la tierra mexicana, un locus amoenus, verdadero paraíso terrenal incontaminado y pródigo en frutos, con un aire saludable y un agua tan rica en metales que infundía valor. Este medio natural, cargado de símbolos morales, propiciaba (y reflejaba retóricamente) las virtudes, habilidades, ingenio e inteligencia de sus habitantes, sobre todo de los criollos.
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