POR FAVOR... AYUDENME alguien me podría redactar el compromiso de laico (propias palabras) please
SRALEJANDRA12ALEJASR
MIRA AQUI ESTA:Los fieles laicos "tienen como vocación propia buscar el Reino de Dios ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios. Viven en el mundo, en todas y cada una de las profesiones y actividades del mundo y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social … Es ahí donde Dios los llama a realizar su función propia, dejándose guiar por el Evangelio para que, desde dentro, …, muestren a Cristo a los demás." (LG 31).
Ahora bien, el fiel laico existe y vive como miembro del Cuerpo que es la Iglesia, y no puede ser considerado de modo individualista o aislado, separado de su pertenencia eclesial. Al contrario, por el bautismo el laico es incorporado a Cristo y participa a su modo de los tria munera, sacerdotal, profético y real, de modo que su presencia y vocación son constitutivas del Pueblo de Dios, junto con la de los ministros ordenados. Su participación en la vida eclesial es imprescindible para la existencia de la Iglesia, como también, al mismo tiempo, para su propia identidad y misión como fiel laico. Le es necesario, por tanto, participar activamente modo suo en la celebración de los sacramentos, acoger con corazón obediente el anuncio apostólico de la fe y perseverar en el esfuerzo de su inteligencia y comprensión viva, dando testimonio de ella según la medida que le otorgue el Espíritu, y vivir las propios dones y tareas en la plena comunión de la Iglesia. El enraizamiento y la pertenencia eclesial viva es imprescindible para que el fiel laico pueda cumplir adecuadamente su misión, y ello también teniendo en cuenta que su rasgo específico es el de la presencia en medio de la sociedad. Sin vivir realmente la comunión de la Iglesia universal, en toda la concreción de sus diversas expresiones particulares, el fiel laico difícilmente podrá testimoniar su fe de forma madura e incidente en la realidad. Pero, igualmente, sin la presencia y la experiencia creyente de los fieles laicos que viven su fe en medio de la sociedad, la Iglesia tampoco consigue dar un testimonio suficiente de la verdad del Evangelio como principio de vida y de salvación del hombre. Pues, como enseña LG, toda la Iglesia, como pueblo unido "por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" (LG 4), es sacramento, es decir, signo e instrumento de la unidad con Dios y de la salvación ofrecida a los hombre en Cristo.
Tiene una importancia radical, por tanto, que la Iglesia no ceda a la tentación del repliegue sobre sí misma, mantenga intacta la parresía de la fe, y precisamente a propósito de la misión de los laicos; ya que nada puede sustituir el testimonio que ellos están llamado a dar desde dentro de las realidades temporales. Por otra parte, así la Iglesia será ayudada a encontrar las vías y las palabras más pertinentes para el diálogo con el mundo de hoy. Pues la experiencia del fiel laico hará más fácil la percepción de los problemas reales y de los obstáculos particulares que encuentra la transmisión de la fe en una sociedad concreta; y, por otro lado, su presencia constituye un testimonio fundamental –no único, pero sí imprescindible– de un afecto real, de un amor lúcido por la creación y por el mundo, que es seguramente presupuesto importante para que el hombre de hoy acepte un diálogo verdadero, se abra a un camino de evangelización.
De esta manera podrá ponerse de manifiesto la afirmación primera del cristianismo: que la Encarnación del Hijo de Dios introduce la salvación en la historia y significa la afirmación definitiva del mundo, ratificando la positividad profunda de todas las cosas, que, como creación de Dios, "están dotadas de firmeza, verdad y bondad propias y de un orden y leyes propias que el hombre debe respetar reconociendo los métodos propios de cada ciencia o arte" (GS 36). Esta legítima autonomía de las realidades creadas, esta sabiduría profunda presente en las leyes de la naturaleza, es afirmada por la actividad del fiel laico, no sólo de palabra sino también a través de sus obras: en el ámbito de su trabajo, en el que destacan los esfuerzos del arte y de la ciencia, que "escruta lo escondido de las cosas" (Ib.) siguiendo como método precisamente la atención escrupulosa a la manifestación de la profunda razonabilidad de toda la realidad –cuyo origen reconoce el cristiano en el Logos Creador.
Ahora bien, el fiel laico existe y vive como miembro del Cuerpo que es la Iglesia, y no puede ser considerado de modo individualista o aislado, separado de su pertenencia eclesial. Al contrario, por el bautismo el laico es incorporado a Cristo y participa a su modo de los tria munera, sacerdotal, profético y real, de modo que su presencia y vocación son constitutivas del Pueblo de Dios, junto con la de los ministros ordenados. Su participación en la vida eclesial es imprescindible para la existencia de la Iglesia, como también, al mismo tiempo, para su propia identidad y misión como fiel laico. Le es necesario, por tanto, participar activamente modo suo en la celebración de los sacramentos, acoger con corazón obediente el anuncio apostólico de la fe y perseverar en el esfuerzo de su inteligencia y comprensión viva, dando testimonio de ella según la medida que le otorgue el Espíritu, y vivir las propios dones y tareas en la plena comunión de la Iglesia.
El enraizamiento y la pertenencia eclesial viva es imprescindible para que el fiel laico pueda cumplir adecuadamente su misión, y ello también teniendo en cuenta que su rasgo específico es el de la presencia en medio de la sociedad. Sin vivir realmente la comunión de la Iglesia universal, en toda la concreción de sus diversas expresiones particulares, el fiel laico difícilmente podrá testimoniar su fe de forma madura e incidente en la realidad. Pero, igualmente, sin la presencia y la experiencia creyente de los fieles laicos que viven su fe en medio de la sociedad, la Iglesia tampoco consigue dar un testimonio suficiente de la verdad del Evangelio como principio de vida y de salvación del hombre. Pues, como enseña LG, toda la Iglesia, como pueblo unido "por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" (LG 4), es sacramento, es decir, signo e instrumento de la unidad con Dios y de la salvación ofrecida a los hombre en Cristo.
Tiene una importancia radical, por tanto, que la Iglesia no ceda a la tentación del repliegue sobre sí misma, mantenga intacta la parresía de la fe, y precisamente a propósito de la misión de los laicos; ya que nada puede sustituir el testimonio que ellos están llamado a dar desde dentro de las realidades temporales. Por otra parte, así la Iglesia será ayudada a encontrar las vías y las palabras más pertinentes para el diálogo con el mundo de hoy. Pues la experiencia del fiel laico hará más fácil la percepción de los problemas reales y de los obstáculos particulares que encuentra la transmisión de la fe en una sociedad concreta; y, por otro lado, su presencia constituye un testimonio fundamental –no único, pero sí imprescindible– de un afecto real, de un amor lúcido por la creación y por el mundo, que es seguramente presupuesto importante para que el hombre de hoy acepte un diálogo verdadero, se abra a un camino de evangelización.
De esta manera podrá ponerse de manifiesto la afirmación primera del cristianismo: que la Encarnación del Hijo de Dios introduce la salvación en la historia y significa la afirmación definitiva del mundo, ratificando la positividad profunda de todas las cosas, que, como creación de Dios, "están dotadas de firmeza, verdad y bondad propias y de un orden y leyes propias que el hombre debe respetar reconociendo los métodos propios de cada ciencia o arte" (GS 36). Esta legítima autonomía de las realidades creadas, esta sabiduría profunda presente en las leyes de la naturaleza, es afirmada por la actividad del fiel laico, no sólo de palabra sino también a través de sus obras: en el ámbito de su trabajo, en el que destacan los esfuerzos del arte y de la ciencia, que "escruta lo escondido de las cosas" (Ib.) siguiendo como método precisamente la atención escrupulosa a la manifestación de la profunda razonabilidad de toda la realidad –cuyo origen reconoce el cristiano en el Logos Creador.