La Revolución Francesa supone un cambio en la historia de la mujer. Hasta la fecha, la mujer era un simple objeto dependiente de las ideas de su familia o de su marido. No podía o no debía tener ideas propias, ya que esto estaba mal considerado por la sociedad. Con la Revolución se generó una preocupación por la relación entre los sexos, y por el papel que desempeñaba la mujer en la sociedad y no sólo en el orden doméstico. A medida que la Revolución fue avanzando, surgieron mujeres que reclamaron la igualdad entre los sexos y en los derechos civiles. A pesar de la lucha emprendida, la mujer no experimentó cambios importantes en su forma de vida tradicional y no logró liberarse de la dependencia de los hombres. Una mujer relevante fue Olimpia de Gouges (1748-1793). Autora teatral y activista revolucionaria, fue la protagonista de las protesta femenina. En 1791 publicó la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, en ella denunciaba que la revolución hubiera olvidado a las mujeres en su proyecto igualitario y liberador, además de afirmar que la "mujer nace libre y debe permanecer igual al hombre en derechos" y que "la Ley debe ser la expresión de la voluntad general; todas las Ciudadanas y los Ciudadanos deben contribuir, personalmente o por medio de sus representantes, a su formación". El programa de Olimpia de Gouges era claro: libertad, igualdad y derechos políticos, especialmente el derecho de voto, para las mujeres. Sin embargo, el planteamiento feminista no era compartido por los dirigentes de la revolución, incluso entre los más radicales de ellos. Olimpia no quería que ejecutaran a Luís XVI; días después de la ejecución de este fue perseguía junto a su familia por los jacobinos durante la época del Terror. Murió en 1793 guillotinada. Otra mujer revolucionaria feminista fue Mary Wollstonecraft. Escritora inglesa (1759-1797) y una de las iniciadoras del pensamiento feminista, fue la madre de Mary Shelley y, en opinión de ésta, "uno de esos seres que sólo aparecen una vez por generación, para arrojar sobre la humanidad un rayo de luz sobrenatural. Ella brilla, aunque parezca oscurecerse y los hombres crean que está apagada, pero se reanima de repente para brillar eternamente". Comenzó a ganarse la vida a la edad de diecisiete años como señorita de compañía, institutriz, modista y maestra, al tiempo que comenzó a escribir y a destacar por su gran inteligencia. Vivió en Irlanda, Francia e Inglaterra y frecuentó círculos de pintores, escritores, filósofos y editores. Es autora de la Vindicación de los derechos del hombre y (1791) y la Vindicación de los derechos de la mujer (1792), obra en la que condena la educación que se daba a las mujeres. Pedía una educación igual para hombres y mujeres y que la universidad fuera gratuita para hombres y mujeres. Murió en 1797.
La Revolución Francesa supone un cambio en la historia de la mujer. Hasta la fecha, la mujer era un simple objeto dependiente de las ideas de su familia o de su marido. No podía o no debía tener ideas propias, ya que esto estaba mal considerado por la sociedad. Con la Revolución se generó una preocupación por la relación entre los sexos, y por el papel que desempeñaba la mujer en la sociedad y no sólo en el orden doméstico. A medida que la Revolución fue avanzando, surgieron mujeres que reclamaron la igualdad entre los sexos y en los derechos civiles. A pesar de la lucha emprendida, la mujer no experimentó cambios importantes en su forma de vida tradicional y no logró liberarse de la dependencia de los hombres.
Una mujer relevante fue Olimpia de Gouges (1748-1793). Autora teatral y activista revolucionaria, fue la protagonista de las protesta femenina. En 1791 publicó la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, en ella denunciaba que la revolución hubiera olvidado a las mujeres en su proyecto igualitario y liberador, además de afirmar que la "mujer nace libre y debe permanecer igual al hombre en derechos" y que "la Ley debe ser la expresión de la voluntad general; todas las Ciudadanas y los Ciudadanos deben contribuir, personalmente o por medio de sus representantes, a su formación". El programa de Olimpia de Gouges era claro: libertad, igualdad y derechos políticos, especialmente el derecho de voto, para las mujeres.
Sin embargo, el planteamiento feminista no era compartido por los dirigentes de la revolución, incluso entre los más radicales de ellos. Olimpia no quería que ejecutaran a Luís XVI; días después de la ejecución de este fue perseguía junto a su familia por los jacobinos durante la época del Terror. Murió en 1793 guillotinada. Otra mujer revolucionaria feminista fue Mary Wollstonecraft. Escritora inglesa (1759-1797) y una de las iniciadoras del pensamiento feminista, fue la madre de Mary Shelley y, en opinión de ésta, "uno de esos seres que sólo aparecen una vez por generación, para arrojar sobre la humanidad un rayo de luz sobrenatural. Ella brilla, aunque parezca oscurecerse y los hombres crean que está apagada, pero se reanima de repente para brillar eternamente". Comenzó a ganarse la vida a la edad de diecisiete años como señorita de compañía, institutriz, modista y maestra, al tiempo que comenzó a escribir y a destacar por su gran inteligencia. Vivió en Irlanda, Francia e Inglaterra y frecuentó círculos de pintores, escritores, filósofos y editores. Es autora de la Vindicación de los derechos del hombre y (1791) y la Vindicación de los derechos de la mujer (1792), obra en la que condena la educación que se daba a las mujeres. Pedía una educación igual para hombres y mujeres y que la universidad fuera gratuita para hombres y mujeres. Murió en 1797.