educadora de párvulos y máster en Ciencias de la Educación.
Una de las grandes tareas que tenemos los profesionales de la educación parvulario, es el trabajo que debemos realizar con las familias de nuestros niños y niñas. Durante nuestra formación docente, nos incentivan y enseñan la importancia del trabajo con la familia, planteándonos como objetivo fundamental el involucrar a padres y apoderados en el proceso de enseñanza y aprendizaje de sus hijos. La idea principal es que no sólo los involucremos en las actividades formales como reuniones, sino que creemos momentos que nos permitan construir una relación más estrecha.
Construir esta relación no es fácil. Por una parte nos encontramos con padres y apoderados extremadamente ocupados en sus trabajos y, por ende, sin mucho tiempo extra. Por otra parte, nos encontramos con profesores que simplemente no quieren lidiar con tener padres y apoderados opinando sobre su labor docente y se niegan a crear instancias más allá de las formales y obligatorias.
A pesar de lo complejo de la tarea, debemos entender los beneficios que esta relación conlleva. Si somos capaces de involucrar a las familias y hacerlas participantes activas de la educación de sus hijos, los beneficiados directos serán nuestros niños y niñas. Como educadores, debemos comprender que cada familia representa el contexto de cada estudiante y son parte fundamental de sus vidas y de quienes son como persona. La familia, cualquiera sea la definición o tipo que ésta tenga, es el recurso más preciado que tenemos para conocer mejor a los niños y niñas que estamos educando.
Para comenzar esta tarea es importante mandar una señal clara desde el inicio de la jornada escolar: nuestra sala de clases tiene que ser un espacio abierto, que no sólo acoja al niño o niña, sino que le abra las puertas y le dé la bienvenida a todo su entorno. Esta señal no siempre ocurre, en muchos centros educativos se fomenta una despedida rápida entre padres o apoderados y el niño o niña que asiste al establecimiento. La justificación por parte de los profesores y directivos es que así se disminuye la angustia de la separación y aumenta la autonomía del niño. Sin embargo, la ansiedad de la separación no sólo la vive el niño, sino que hay una familia completa que está viviendo una experiencia nueva y hacer una despedida rápida, sólo soluciona la angustia del momento, pero no busca darle solución al problema de fondo.
Cambiar este concepto de “despedida rápida” por una “acogida” nos permitirá generar una instancia diaria donde los padres y apoderados puedan involucrarse en el proceso educativo. Podemos comenzar por dejar 30 minutos de acogida cada mañana, para que cada familia tenga la posibilidad de comenzar la jornada con una transición paulatina, pausada y planificada. Para muchos padres, tíos, abuelos o quien sea que lleve al niño a la escuela, estos treinta minutos pueden ser los únicos que pasen juntos durante el día. Es importante anticiparnos a este momento y planificar actividades, como por ejemplo, lectura de cuentos en la alfombra, juegos en las mesas, exposiciones de artes, etc. Además, si sabemos que alguno de nuestros niños le cuesta decir adiós, hay que tener un plan a seguir en conjunto con la persona que los lleva al colegio. Se puede escribir una carta cuando la persona se va, o tener acceso a un juguete traído de la casa que ayude a calmar la ansiedad.
Otras actividades que se pueden realizar durante el año para estrechar la relación Familia-Escuela, es hacer pequeños colla ge con fotos de las familias de cada niño y niña. De esta manera les damos un espacio donde acudir cuando extrañan su hogar y también le da un lugar especial de bienvenida a cada familia, dentro de la sala de clases. Invitar a las familias de nuestros niños durante el año, también genera una instancia para construir y estrechar lazos. Pueden venir a compartir algún tipo de actividad que los represente como bailar, cocinar o incluso leer un cuento. Más aún, al comienzo del año podemos hacer un proyecto en conjunto donde cada niño y niña nos cuente cómo llegó a ser parte de su familia, de esta manera podemos conocer más el contexto de nuestros niños y estrechar aún más la relación.
por ejemplo un chico y una chica se conosen y crean una family esta bien o no
educadora de párvulos y máster en Ciencias de la Educación.
Una de las grandes tareas que tenemos los profesionales de la educación parvulario, es el trabajo que debemos realizar con las familias de nuestros niños y niñas. Durante nuestra formación docente, nos incentivan y enseñan la importancia del trabajo con la familia, planteándonos como objetivo fundamental el involucrar a padres y apoderados en el proceso de enseñanza y aprendizaje de sus hijos. La idea principal es que no sólo los involucremos en las actividades formales como reuniones, sino que creemos momentos que nos permitan construir una relación más estrecha.
Construir esta relación no es fácil. Por una parte nos encontramos con padres y apoderados extremadamente ocupados en sus trabajos y, por ende, sin mucho tiempo extra. Por otra parte, nos encontramos con profesores que simplemente no quieren lidiar con tener padres y apoderados opinando sobre su labor docente y se niegan a crear instancias más allá de las formales y obligatorias.
A pesar de lo complejo de la tarea, debemos entender los beneficios que esta relación conlleva. Si somos capaces de involucrar a las familias y hacerlas participantes activas de la educación de sus hijos, los beneficiados directos serán nuestros niños y niñas. Como educadores, debemos comprender que cada familia representa el contexto de cada estudiante y son parte fundamental de sus vidas y de quienes son como persona. La familia, cualquiera sea la definición o tipo que ésta tenga, es el recurso más preciado que tenemos para conocer mejor a los niños y niñas que estamos educando.
Para comenzar esta tarea es importante mandar una señal clara desde el inicio de la jornada escolar: nuestra sala de clases tiene que ser un espacio abierto, que no sólo acoja al niño o niña, sino que le abra las puertas y le dé la bienvenida a todo su entorno. Esta señal no siempre ocurre, en muchos centros educativos se fomenta una despedida rápida entre padres o apoderados y el niño o niña que asiste al establecimiento. La justificación por parte de los profesores y directivos es que así se disminuye la angustia de la separación y aumenta la autonomía del niño. Sin embargo, la ansiedad de la separación no sólo la vive el niño, sino que hay una familia completa que está viviendo una experiencia nueva y hacer una despedida rápida, sólo soluciona la angustia del momento, pero no busca darle solución al problema de fondo.
Cambiar este concepto de “despedida rápida” por una “acogida” nos permitirá generar una instancia diaria donde los padres y apoderados puedan involucrarse en el proceso educativo. Podemos comenzar por dejar 30 minutos de acogida cada mañana, para que cada familia tenga la posibilidad de comenzar la jornada con una transición paulatina, pausada y planificada. Para muchos padres, tíos, abuelos o quien sea que lleve al niño a la escuela, estos treinta minutos pueden ser los únicos que pasen juntos durante el día. Es importante anticiparnos a este momento y planificar actividades, como por ejemplo, lectura de cuentos en la alfombra, juegos en las mesas, exposiciones de artes, etc. Además, si sabemos que alguno de nuestros niños le cuesta decir adiós, hay que tener un plan a seguir en conjunto con la persona que los lleva al colegio. Se puede escribir una carta cuando la persona se va, o tener acceso a un juguete traído de la casa que ayude a calmar la ansiedad.
Otras actividades que se pueden realizar durante el año para estrechar la relación Familia-Escuela, es hacer pequeños colla ge con fotos de las familias de cada niño y niña. De esta manera les damos un espacio donde acudir cuando extrañan su hogar y también le da un lugar especial de bienvenida a cada familia, dentro de la sala de clases. Invitar a las familias de nuestros niños durante el año, también genera una instancia para construir y estrechar lazos. Pueden venir a compartir algún tipo de actividad que los represente como bailar, cocinar o incluso leer un cuento. Más aún, al comienzo del año podemos hacer un proyecto en conjunto donde cada niño y niña nos cuente cómo llegó a ser parte de su familia, de esta manera podemos conocer más el contexto de nuestros niños y estrechar aún más la relación.