El cerebro humano tal y como lo conocemos actualmente ha sufrido un proceso de evolución de 2.5 millones de años desde nustro ancestro más primitivo. Se considera que empezó a aumentar notablemente de tamaño en el Australopitecus africanus - posible predecesor de nuestro género con un volumen cerebral de proximadamente 500 centímetros cúbicos - y lo hizo a un ritmo estimado de 150.000 neuronas por generación.
Pese a tener una estatura similar a la del chimpancé, los cerebros de estos individuos empezaron a presentar volúmenes encefálicos significativamente superiores. Por su parte, los primeros miembros del género Homo mostraban una mediana de 700 centímetros cuadrados y evolucionaron de manera gradual y casi lineal - sin baches - hasta llegar a los 1.400 centímetros cúbicos del Homo sapiens actual.
A lo largo de nuestra evolución las mejoras en el cerebro y el cuerpo se han complementado recíprocamente: cuando una avanzaba, ésta impulsaba la mejora de la otra siguiendo un ciclo de retroalmientación positiva. De esta manera, ponerse de pie fue uno de los primeros hechos trascendentales de la humanidad y está constatado que esto sucedió antes de la aparición de los pulgares prensiles, la habilidad de fabricar herramientas o el desarrollo del lenguaje.
El cerebro humano tal y como lo conocemos actualmente ha sufrido un proceso de evolución de 2.5 millones de años desde nustro ancestro más primitivo. Se considera que empezó a aumentar notablemente de tamaño en el Australopitecus africanus - posible predecesor de nuestro género con un volumen cerebral de proximadamente 500 centímetros cúbicos - y lo hizo a un ritmo estimado de 150.000 neuronas por generación.
Pese a tener una estatura similar a la del chimpancé, los cerebros de estos individuos empezaron a presentar volúmenes encefálicos significativamente superiores. Por su parte, los primeros miembros del género Homo mostraban una mediana de 700 centímetros cuadrados y evolucionaron de manera gradual y casi lineal - sin baches - hasta llegar a los 1.400 centímetros cúbicos del Homo sapiens actual.
A lo largo de nuestra evolución las mejoras en el cerebro y el cuerpo se han complementado recíprocamente: cuando una avanzaba, ésta impulsaba la mejora de la otra siguiendo un ciclo de retroalmientación positiva. De esta manera, ponerse de pie fue uno de los primeros hechos trascendentales de la humanidad y está constatado que esto sucedió antes de la aparición de los pulgares prensiles, la habilidad de fabricar herramientas o el desarrollo del lenguaje.