MARIANACAV13
En el vocabulario religioso católico juega un importante papel la palabra consagración, así como sus derivados consagrar y consagrado. Pero, puesto que estas palabras tienen su origen en la lengua latina, es preciso recordar el significado en ella del vocablo consecrare. Ese significado es consagrar, dedicar, santificar, divinizar e incluso, en algún autor clásico, poner a alguien en el número o categoría de los dioses. Se ve, pues, que el significado de esta palabra tiene estrecha relación con el campo de lo religioso y de lo que atañe al ámbito de lo divino. A quien se dé tiempo para leer estas cuartillas, me permito recomendarle que busque en las Sagradas Escrituras los lugares que aquí se citan, porque la Palabra inspirada de Dios tiene una fuerza y una eficacia incomparables.
2.- Usos en el vocabulario católico.- En el texto latino de la Biblia, llamada Vulgata, la palabra consecratio (consagración), o en su forma verbal consecrare (consagrar), aparece sobre todo relacionada con la institución de los sacerdotes de la Antigua Alianza y con la unción que los constituía tales (ver Ex 28, 4l; 29, 1.7.21; 32, 29; Lv 21, 10; Num 6, 7.9.13) En ocasiones la consagración se refiere a la especial dedicación u ofrenda de una persona a Dios (ver Ex 13, 12; Eccli 49, 9; Juec 16, 17), pero también se aplica a la destinación de ciertos objetos a un exclusivo uso cultual (ver Ex 29, 21; 40, 11). Los panes que se colocaban delante del santuario de la antigua Alianza, reciben el nombre de panes consagrados o panes de consagración (ver Lev 8, 31). En los tiempos cristianos, la palabra consagración y sus derivados se emplean con mucha frecuencia en el ámbito litúrgico. Antes de la reforma litúrgica realizada con posterioridad al Concilio Vaticano II, se hablaba de la consagración de las iglesias y de altares; actualmente se las llama dedicación y la palabra consagración se reserva para los ritos que se refieren a una persona, como es el caso de la consagración de vírgenes. Los cálices y patenas, como también los copones, reciben actualmente una bendición. La ordenación de los Obispos se calificaba en el antiguo Pontifical Romano como consagración, actualmente se la llama indistintamente consagración u ordenación. Tanto cuando de habla de consagración, como cuando se usa la categoría de dedicación, se entiende un rito litúrgico que implica subrayar que una persona, objeto o lugar quedan destinados definitiva y exclusivamente a una finalidad religiosa, y esa es la razón de por qué en la mayoría de esos ritos se emplea la unción con el Santo Crisma, óleo mezclado con perfume que es consagrado por el Obispo diocesano durante la celebración de la S. Misa llamada crismal, que se celebra cada año el día Jueves Santo en la mañana. El uso del Santo Crisma en las consagraciones de Obispos, en las ordenaciones de presbíteros, en la liturgia bautismal y en las dedicaciones de templos y de altares es muy significativo: el aceite impregna y deja un rastro que difícilmente se borra y es, por lo tanto, un signo de permanencia o perpetuidad. Una persona consagrada o un templo dedicado pertenecen en un sentido especial a Dios, y sustraerlos a esa finalidad es un atropello de los derechos de Dios y un atentado a su especial señorío sobre esa persona o lugar. Por tal motivo la ofensa contra una persona consagrada o un templo dedicado constituye un pecado que reviste la especial malicia de sacrilegio, es decir de atentado contra el honor y respeto debido a las personas u objetos sagrados. Un caso especial del uso de la palabra consagración es su empleo para referirse a las palabras de la institución de la Eucaristía, mediante las cuales el Obispo o el presbítero celebrante, actuando como instrumento de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, realiza la acción esencial del sacrificio litúrgico de la Nueva Alianza. En el caso de las ofrendas eucarísticas, la palabra consagración significa la misteriosa conversión del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo resucitado y glorioso, permaneciendo las especies sacramentales. En cierto modo esta consagración es el modo más elevado de una dedicación, ya que el sacramento eucarístico es el signo eficaz y duradero de la entrega total de Jesucristo al Padre de los cielos, y el instrumento por excelencia de la incorporación de los cristianos a su ofrenda.
2.- Usos en el vocabulario católico.- En el texto latino de la Biblia, llamada Vulgata, la palabra consecratio (consagración), o en su forma verbal consecrare (consagrar), aparece sobre todo relacionada con la institución de los sacerdotes de la Antigua Alianza y con la unción que los constituía tales (ver Ex 28, 4l; 29, 1.7.21; 32, 29; Lv 21, 10; Num 6, 7.9.13) En ocasiones la consagración se refiere a la especial dedicación u ofrenda de una persona a Dios (ver Ex 13, 12; Eccli 49, 9; Juec 16, 17), pero también se aplica a la destinación de ciertos objetos a un exclusivo uso cultual (ver Ex 29, 21; 40, 11). Los panes que se colocaban delante del santuario de la antigua Alianza, reciben el nombre de panes consagrados o panes de consagración (ver Lev 8, 31). En los tiempos cristianos, la palabra consagración y sus derivados se emplean con mucha frecuencia en el ámbito litúrgico. Antes de la reforma litúrgica realizada con posterioridad al Concilio Vaticano II, se hablaba de la consagración de las iglesias y de altares; actualmente se las llama dedicación y la palabra consagración se reserva para los ritos que se refieren a una persona, como es el caso de la consagración de vírgenes. Los cálices y patenas, como también los copones, reciben actualmente una bendición. La ordenación de los Obispos se calificaba en el antiguo Pontifical Romano como consagración, actualmente se la llama indistintamente consagración u ordenación. Tanto cuando de habla de consagración, como cuando se usa la categoría de dedicación, se entiende un rito litúrgico que implica subrayar que una persona, objeto o lugar quedan destinados definitiva y exclusivamente a una finalidad religiosa, y esa es la razón de por qué en la mayoría de esos ritos se emplea la unción con el Santo Crisma, óleo mezclado con perfume que es consagrado por el Obispo diocesano durante la celebración de la S. Misa llamada crismal, que se celebra cada año el día Jueves Santo en la mañana. El uso del Santo Crisma en las consagraciones de Obispos, en las ordenaciones de presbíteros, en la liturgia bautismal y en las dedicaciones de templos y de altares es muy significativo: el aceite impregna y deja un rastro que difícilmente se borra y es, por lo tanto, un signo de permanencia o perpetuidad. Una persona consagrada o un templo dedicado pertenecen en un sentido especial a Dios, y sustraerlos a esa finalidad es un atropello de los derechos de Dios y un atentado a su especial señorío sobre esa persona o lugar. Por tal motivo la ofensa contra una persona consagrada o un templo dedicado constituye un pecado que reviste la especial malicia de sacrilegio, es decir de atentado contra el honor y respeto debido a las personas u objetos sagrados. Un caso especial del uso de la palabra consagración es su empleo para referirse a las palabras de la institución de la Eucaristía, mediante las cuales el Obispo o el presbítero celebrante, actuando como instrumento de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, realiza la acción esencial del sacrificio litúrgico de la Nueva Alianza. En el caso de las ofrendas eucarísticas, la palabra consagración significa la misteriosa conversión del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo resucitado y glorioso, permaneciendo las especies sacramentales. En cierto modo esta consagración es el modo más elevado de una dedicación, ya que el sacramento eucarístico es el signo eficaz y duradero de la entrega total de Jesucristo al Padre de los cielos, y el instrumento por excelencia de la incorporación de los cristianos a su ofrenda.