Cada vez que creo que estoy en un momento cómodo de mí vida, caigo en cuenta que en realidad no lo estoy. Quizá sea porque las circunstancias son confusas o engañosas, y hay que estar muy despiertos para darse cuenta que uno está creciendo y no estancando.
Estoy a punto de comenzar una nueva etapa en mi vida, y hay una confusión dentro de mí. Hay temor, hay alegría, hay estrés, hay compromiso, hay replanteos y hay entusiasmo. Pero sobre todo hay una sensación de crecimiento. Y a pesar que ello involucre otro tipo de sensaciones: algunas positivas y otras desafiantes, por alguna razón presiento que estoy yendo por el camino que debe ser.
Aún no sé si confiar en el destino, pero si miro hacia atrás cada pequeña situación encaja perfectamente como pieza de rompecabeza para armar lo que justo ahora está sucediendo. Es en momentos como estos que recuerdo que se debe confiar en las pruebas/sorpresas de la vida; siempre o casi siempre son por una razón mucho más importante. Y es por eso, que comenzaré esta nueva etapa con la confianza de saber que forma parte de una de las tantas sorpresas de la vida.
Llevaba tiempo buscando empleo, y lo buscaba desde mucho antes de regresar a casa. Y a pesar de estar presente en casi todos los buscadores de empleo de aquí y de allá, no recibía respuesta alguna. Todo quedaba en visto, y una que otra entrevista. Confieso que hubo días de desaliento y frustración, y hasta llegué a creer que el problema era yo.
Sin embargo, la verdad era que parece que el destino me estaba preparando o reservando para algo genial, solo que yo aún no lo notaba. Pasaron muchos días; amigos me apoyaron en la búsqueda, pero eso tampoco funcionó. Y sin pensarlo, ni esperarlo, la oportunidad se presentó a un clic desde mi laptop, obviamente no la dejé pasar y días posteriores se dió lo que había esperado con ansias.
Lo bueno de alejarse de algo, es darse cuenta que cuando regresas lo valoras más, y eso me está ocurriendo. Estuve alejada del mundo laboral por dos años, y ahora que he vuelto al ruedo siento que tengo mucho por hacer, por aportar y por poner en práctica tras todo lo aprendido.
Se vienen días de aprendizajes y de trabajo duro. Confieso que hay nerviosismo, pero me alivia saber que esto es una ocasión para seguir creciendo.
El 11 de octubre del año de 1492, tras la puesta del sol la carabela llamada La Pinta iba avanzando unas 12 millas cada hora.
Siendo las 10 de la noche del mismo día el Almirante ya había visto en el horizonte algo que parecía fuego, pero era tan poca la visibilidad que apenas y se podía distinguir. Llamaron a Pedro Gutiérrez, de profesión repostero, para que diera su punto de vista sobre esto, a lo que dijo que efectivamente parecía luz de una fogata. En ese momento el Almirante Cristóbal Colón ordenó que se montara guardia ininterrumpida y durante el tiempo que fuese necesario hasta que se divisara tierra, prometiendo a quien fuera el primero en verla, que le daría un jubón de seda, aparte de los otros regalos que los reyes ya habían prometido.
A las dos de la mañana del día siguiente la Pinta divisó tierra e informó de inmediato al Almirante; fue el marinero Rodrigo de Triana quien dio el tan esperado grito de ¡Tierra! ¡Tierra a la vista!, Que estaba a escasas dos leguas de distancia.
En ese momento amainaron las velas e iniciaron el desembarco. Era viernes cuando desembarcaron en la isla que en el idioma de los nativos se llamaba Guanahani.
Cada vez que creo que estoy en un momento cómodo de mí vida, caigo en cuenta que en realidad no lo estoy. Quizá sea porque las circunstancias son confusas o engañosas, y hay que estar muy despiertos para darse cuenta que uno está creciendo y no estancando.
Estoy a punto de comenzar una nueva etapa en mi vida, y hay una confusión dentro de mí. Hay temor, hay alegría, hay estrés, hay compromiso, hay replanteos y hay entusiasmo. Pero sobre todo hay una sensación de crecimiento. Y a pesar que ello involucre otro tipo de sensaciones: algunas positivas y otras desafiantes, por alguna razón presiento que estoy yendo por el camino que debe ser.
Aún no sé si confiar en el destino, pero si miro hacia atrás cada pequeña situación encaja perfectamente como pieza de rompecabeza para armar lo que justo ahora está sucediendo. Es en momentos como estos que recuerdo que se debe confiar en las pruebas/sorpresas de la vida; siempre o casi siempre son por una razón mucho más importante. Y es por eso, que comenzaré esta nueva etapa con la confianza de saber que forma parte de una de las tantas sorpresas de la vida.
Llevaba tiempo buscando empleo, y lo buscaba desde mucho antes de regresar a casa. Y a pesar de estar presente en casi todos los buscadores de empleo de aquí y de allá, no recibía respuesta alguna. Todo quedaba en visto, y una que otra entrevista. Confieso que hubo días de desaliento y frustración, y hasta llegué a creer que el problema era yo.
Sin embargo, la verdad era que parece que el destino me estaba preparando o reservando para algo genial, solo que yo aún no lo notaba. Pasaron muchos días; amigos me apoyaron en la búsqueda, pero eso tampoco funcionó. Y sin pensarlo, ni esperarlo, la oportunidad se presentó a un clic desde mi laptop, obviamente no la dejé pasar y días posteriores se dió lo que había esperado con ansias.
Lo bueno de alejarse de algo, es darse cuenta que cuando regresas lo valoras más, y eso me está ocurriendo. Estuve alejada del mundo laboral por dos años, y ahora que he vuelto al ruedo siento que tengo mucho por hacer, por aportar y por poner en práctica tras todo lo aprendido.
Se vienen días de aprendizajes y de trabajo duro. Confieso que hay nerviosismo, pero me alivia saber que esto es una ocasión para seguir creciendo.
El 11 de octubre del año de 1492, tras la puesta del sol la carabela llamada La Pinta iba avanzando unas 12 millas cada hora.
Siendo las 10 de la noche del mismo día el Almirante ya había visto en el horizonte algo que parecía fuego, pero era tan poca la visibilidad que apenas y se podía distinguir. Llamaron a Pedro Gutiérrez, de profesión repostero, para que diera su punto de vista sobre esto, a lo que dijo que efectivamente parecía luz de una fogata.
En ese momento el Almirante Cristóbal Colón ordenó que se montara guardia ininterrumpida y durante el tiempo que fuese necesario hasta que se divisara tierra, prometiendo a quien fuera el primero en verla, que le daría un jubón de seda, aparte de los otros regalos que los reyes ya habían prometido.
A las dos de la mañana del día siguiente la Pinta divisó tierra e informó de inmediato al Almirante; fue el marinero Rodrigo de Triana quien dio el tan esperado grito de ¡Tierra! ¡Tierra a la vista!, Que estaba a escasas dos leguas de distancia.
En ese momento amainaron las velas e iniciaron el desembarco. Era viernes cuando desembarcaron en la isla que en el idioma de los nativos se llamaba Guanahani.