Los animales fueron sepultados por la inundación. Ni la Boiguazú, la víbora grande que dormía, pudo continuar su sueño. Pero como ella vivía tanto en el agua como en la tierra, salió nadando. Cuando la lluvia cesó, aparecieron los animales muertos. La boiguazu comenzó a devorar sus ojos. Cada uno era una lucecita que se prendía dentro de ella. Hasta que se convirtió en una claridad que serpenteaba. Los primeros que la vieron, no la reconocieron. Enseguida le dieron el nombre de Boitatá, víbora de fuego. Murió, porque los ojos no la alimentaron, sólo la iluminaron. Pero la luz que estaba dentro de ella escapó y salió por ahí. Por su gula, fue condenada a vigilar los campos vírgenes contra los que quieren incendiarlos.
1 votes Thanks 1
dianarada40
PREGUNTAS : CUANTAS VERSIONES HAY EN QUE AÑO SE HISO LA LEYENDA Y QUE DIA
Los animales fueron sepultados por la inundación. Ni la Boiguazú, la víbora grande que dormía, pudo continuar su sueño. Pero como ella vivía tanto en el agua como en la tierra, salió nadando. Cuando la lluvia cesó, aparecieron los animales muertos. La boiguazu comenzó a devorar sus ojos. Cada uno era una lucecita que se prendía dentro de ella. Hasta que se convirtió en una claridad que serpenteaba. Los primeros que la vieron, no la reconocieron. Enseguida le dieron el nombre de Boitatá, víbora de fuego. Murió, porque los ojos no la alimentaron, sólo la iluminaron. Pero la luz que estaba dentro de ella escapó y salió por ahí. Por su gula, fue condenada a vigilar los campos vírgenes contra los que quieren incendiarlos.
Se quemó el 60% de la parte del cerro que es visible desde el Valle de Áburra. La mayor parte del terreno estaba sembrado de pino, pero también de algunas especies nativas de arboles y flora. No se tiene cuenta de los animales muertos y desplazados. Los bomberos apenas encontraron cuatro culebras calcinadas. El incendio fue provocado por dos niños entre los 10 y 15 años que no fueron capturados. Duró cuatro días.
La leyenda de La Boitatá aparece en varias versiones, con pequeñas variaciones en la narrativa y en el nombre, a lo largo del territorio brasileño.
Cuando la Boitatá murió y se convirtió en la luz de los miles de ojos que devoró después de la inundación, la condenaron a vigilar los bosques por su gula. No se convirtió en una bestia destructora, como la víbora de fuego que azotó el Quitasol. No quema las plantas ni los arboles, ni calienta el agua de los ríos ni de los lagos. Es una bella metáfora sobre la obligación que tenemos de cuidar la Tierra.
Los seres humanos también devoramos. Nuestras presas son los arboles, el agua, el aire, los animales, los minerales, la tierra. Creamos las maquinas para convertirlos en cosas inútiles que sacien nuestra hambre: ropa, chicles, joyas, cigarrillos, plástico, humo, vomito industrial. Pero como sucedió con los ojos que se comió la Boitatá, estos artilugios no nos alimentan, sólo nos iluminan. Apenas añaden brillo a nuestros cuerpos, casas, carros o yates.
Los animales fueron sepultados por la inundación. Ni la Boiguazú, la víbora grande que dormía, pudo continuar su sueño. Pero como ella vivía tanto en el agua como en la tierra, salió nadando. Cuando la lluvia cesó, aparecieron los animales muertos. La boiguazu comenzó a devorar sus ojos. Cada uno era una lucecita que se prendía dentro de ella. Hasta que se convirtió en una claridad que serpenteaba. Los primeros que la vieron, no la reconocieron. Enseguida le dieron el nombre de Boitatá, víbora de fuego. Murió, porque los ojos no la alimentaron, sólo la iluminaron. Pero la luz que estaba dentro de ella escapó y salió por ahí. Por su gula, fue condenada a vigilar los campos vírgenes contra los que quieren incendiarlos.
Los animales fueron sepultados por la inundación. Ni la Boiguazú, la víbora grande que dormía, pudo continuar su sueño. Pero como ella vivía tanto en el agua como en la tierra, salió nadando. Cuando la lluvia cesó, aparecieron los animales muertos. La boiguazu comenzó a devorar sus ojos. Cada uno era una lucecita que se prendía dentro de ella. Hasta que se convirtió en una claridad que serpenteaba. Los primeros que la vieron, no la reconocieron. Enseguida le dieron el nombre de Boitatá, víbora de fuego. Murió, porque los ojos no la alimentaron, sólo la iluminaron. Pero la luz que estaba dentro de ella escapó y salió por ahí. Por su gula, fue condenada a vigilar los campos vírgenes contra los que quieren incendiarlos.
Se quemó el 60% de la parte del cerro que es visible desde el Valle de Áburra. La mayor parte del terreno estaba sembrado de pino, pero también de algunas especies nativas de arboles y flora. No se tiene cuenta de los animales muertos y desplazados. Los bomberos apenas encontraron cuatro culebras calcinadas. El incendio fue provocado por dos niños entre los 10 y 15 años que no fueron capturados. Duró cuatro días.
La leyenda de La Boitatá aparece en varias versiones, con pequeñas variaciones en la narrativa y en el nombre, a lo largo del territorio brasileño.
Cuando la Boitatá murió y se convirtió en la luz de los miles de ojos que devoró después de la inundación, la condenaron a vigilar los bosques por su gula. No se convirtió en una bestia destructora, como la víbora de fuego que azotó el Quitasol. No quema las plantas ni los arboles, ni calienta el agua de los ríos ni de los lagos. Es una bella metáfora sobre la obligación que tenemos de cuidar la Tierra.
Los seres humanos también devoramos. Nuestras presas son los arboles, el agua, el aire, los animales, los minerales, la tierra. Creamos las maquinas para convertirlos en cosas inútiles que sacien nuestra hambre: ropa, chicles, joyas, cigarrillos, plástico, humo, vomito industrial. Pero como sucedió con los ojos que se comió la Boitatá, estos artilugios no nos alimentan, sólo nos iluminan. Apenas añaden brillo a nuestros cuerpos, casas, carros o yates.