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Durante la guerra de secesión de los Estados Unidos, en una de las etapas en las que los surianos quedan victoriosos, el general Gran apresa, entre otras personas, a Ciro Smith, ingeniero y científico; a Gedeón Spilett, periodista; y a Nab, criado de color de Smith. Ahí richmond, Virginia (donde, por cierto, tanto tiempo vivió Edgar Allan Poe), Grant y su ejército están rodeados por los del norte. Se preparan a saltar el cerco en un globo que está preparado en medio de la plaza. Pencroff, un marinero que había ido a rescatar a Harbert, hijo de un antiguo capitán suyo, ha quedado también bloqueado. Conoce casualmente a Ciro Smith y le propone que se apoderen del globo y que huyan. El ingeniero acepta y emprenden la marcha. Poco después los sorprende una tromba y caen al mar. Pierden el globo indispensable y aun de lo superfluo; salen avante de peligrosos contratiempos; contemplan pisadas humanas que no han dejado. Hasta ahí Verne ha seguido los lineamientos marcados por Daniel De Foe. Pero, en adelante, no es Robinsón sino otro personaje creado creado antes por un escritor francés, quien habrá de dar un sesgo distinto a la novela: encuentra una caja de herramientas que le es muy útil, pero cuya procedencia no se explican.